La reciente conferencia del colectivo “Buscadoras Zacatecas” en la Universidad de Veracruz reunió voces que, desde el dolor, han comenzado a tejer redes de apoyo y resistencia ante la dolorosa realidad que enfrentan las familias de personas desaparecidas.
Los testimonios de Guillermina Camacho de la Serna y María Elizabeth Araiza Hernández grandes líderes en colectivos de búsqueda, fueron desgarradoras, revelando la cruda realidad que muchas familias viven en silencio.
El relato de Ana María González Villa originaria de Guadalajara, quien busca a su hijo desaparecido, relató cómo tuvo que enfrentar la burocracia y la indiferencia institucional, un proceso conocido por muchas familias que sufren esta tragedia.
La situación de desapariciones en Zacatecas ha crecido en complejidad y gravedad, convirtiéndose en un fenómeno alarmante. Las intervenciones de las buscadoras fueron un llamado a la acción, a la solidaridad y a la necesidad de un cambio estructural en el tratamiento a las víctimas de desaparición.
“Nunca pensamos que a nosotros nos tocaría”, es un pensamiento recurrente que resuena en sus voces, un recordatorio de la fragilidad de la seguridad en nuestras comunidades.
La labor del colectivo “Buscadoras Zacatecas”, ha propiciado avances significativos en la creación de leyes destinadas a proteger a las víctimas y facilitar su búsqueda. La formación de la Comisión Local de Búsqueda de Personas Desaparecidas y la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas son logros alcanzados gracias a su lucha.
No obstante, estas iniciativas todavía enfrentan numerosos desafíos. Las oradoras enfatizaron la necesidad de un banco nacional de datos forenses que centralice la información sobre desaparecidos, una herramienta crucial para facilitar la identificación de cuerpos no identificados.
A pesar de los avances tecnológicos y las promesas de las autoridades, las buscadoras siguen enfrentándose a la desconfianza en las instituciones. La experiencia de haber sido aisladas de sus búsquedas, a menudo influenciada por el crimen organizado, resalta la complejidad del problema y la urgencia de una respuesta efectiva.
Las buscadoras señalaron que el crimen organizado ha evolucionado, adoptando tácticas más sofisticadas que dificultan la búsqueda. La organización criminal no solo se manifiesta en la violencia, sino también en la forma en que logra aislar a las familias de los procesos de búsqueda.
Por otro lado, las oradoras compartieron la inquietud sobre la manipulación de relaciones sociales, donde los “amigos” pueden ser un riesgo oculto, representando una estrategia cruel de los perpetradores para atraer a sus víctimas a situaciones de vulnerabilidad.
Las buscadoras instaron a los asistentes a crear un expediente personal con información vital sobre sus seres queridos, no solo como un acto de prevención, sino como una invitación a asumir un rol activo en la defensa de los derechos humanos.
“El tema de la desaparición es algo que puede tocar a cualquiera”, mencionaron.
Asimismo, abordaron el estigma y la victimización que enfrentan las familias de desaparecidos. Muchas veces, la sociedad prefiere mirar hacia otro lado o, peor aún, culpabiliza a las víctimas, en lugar de reconocer la complejidad del problema.
Las buscadoras expresaron su deseo de fomentar una cultura de apoyo y empatía, donde cada desaparición sea vista como una herida colectiva que nos afecta a todos.