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domingo, 19 mayo, 2024
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Antonilo

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Por: GERARDO ROMO •

Se ahoga en el pozo de su desdicha. Nadie lo ve, pero todos están ahí.

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Antolino es un huérfano más de este mundo donde la ceguera colectiva extravía los unos de los otros.

Antolino hunde su mirada en la nada. 

Pega su boca en la lata que incendia sus ojos apagados, ¡oh! piedra que levantas a los despojados sin razón, por cinco, diez, quince años, toda una vida… para después abandonarlos al camino de la muerte sin retorno.

Sube al transporte público y grita: ¡Prefiero pedirles una ayuda antes que robarles! 

Camina por el estrecho pasillo con la mano extendida, cruza miradas con jóvenes, amas de casa, padres, madres y algún trajeado con portafolio… 

Grita por dentro el dolor que lo habita.

Sufre en silencio el abandono.

La magia del mundo está extraviada en él, con nosotros. Baja del camión, refuerza su desesperanza.

¿Dónde se perdió la magia? Nadie lo sabe, pero entre todos la apagamos. 

¿Cuántos Antolinos llenan las plazas, el espacio público, los jardines, las calles, los barrios?

No los miran porque son los nadie, los de nadie.

Es la legión de los desheredados. 

Antolino y los suyos, los de todos, encarnan la cultura del descarte. De los que no cuentan, aunque tengan mucho que contarnos y decirnos.

Los Antolinos son el centro de discursos y promesas. De rechazos repetidos.

Los hay por miles, por millones que se multiplican minuto a minuto mientras en las Bolsas de Valores no hay más valor que la riqueza de fantasía de unos cuantos.

En este, nuestro mundo, más de 850 millones de personas viven con menos de un dólar al día; 60 millones de ellos están acá, en el México de primero los pobres, que siguen siendo los últimos.

Antolino no despierta, sigue atolondrado, con las rodillas desgastadas, las cataratas crecen, nublan la mirada de su espíritu amputado. 

Para ellas y ellos no hay pensión que les alivie aunque sea por un día, o dos, o tres, el hambre de semanas, la agonía de meses, el olvido de años.

La desdicha late como taquicardia infinita.

Ante esta tragedia Ernesto Sábato dirá:

Os pido ese coraje que nos sitúa en la verdadera dimensión del hombre. Todos una y otra vez nos doblegamos, pero hay algo que no falla, la convicción de que únicamente los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana.

Antolino, eres espejo.

Ayúdanos a mirarte…

Para mirarNos 

Y levantarnos contigo, entre todos, de nuevo.

En un eterno retorno de esperanza y redención comunitaria, urgente, necesaria.   

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