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viernes, 26 abril, 2024
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Un sueño político profundo

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

De pronto, y como nunca antes, caigo en un sueño profundo; paso el umbral intermedio entre la vida y la muerte, y mis queridos parientes de otros planos no alcanzan a detenerme para prevenirme de algún acontecimiento, regañarme por lo mal hecho o bendecirme por determinado acierto. Los avatares diarios me han vencido, pues mi cargamento personal agota mis maltrechos músculos y, después de pedir al Universo por treguas positivas, y por fuerzas extraordinarias para seguir adelante, me adentro en un letargo pesado, en donde se revela ante mí una película emocionante sobre el inicio de mi vida, allá cuando mis amados padres emprendían la aventura de su matrimonio en la Colonia Portales del entonces Distrito Federal. Era 1968 cuando ellos atestiguaron los lamentables acontecimientos del 2 de octubre; yo, todavía en el vientre de mi madre (soy de mayo del 69) estuve expuesto a la furia del gobierno y a las persecuciones posteriores a la matanza de Tlatelolco; un día mi madre me contó cómo la gente tenía miedo, corrían y lloraban en las calles al no encontrar a sus familiares; me relató que Díaz Ordaz era capaz de todo junto con Luis Echeverría Álvarez, este último a la postre Secretario de Gobernación, y luego Presidente de México en los meros tiempos del priísmo, de la imposición y del dedazo. Mi amada madre contaba que no había de otra y que se vivía una dictadura disfrazada, sin oposición y sin árbitros electorales, aunque sirvieran de títeres como pasó en mucho tiempo. Según mi padre, en ese entonces se vivía sin cuestionar como si se tratara de un dogma que no admite cuestionamientos en contra; siempre ganaba el PRI, y el poder y la riqueza eran repartidos entre las mismas ratas, mientras el pueblo se hacía cada vez más pobre y se conformaba a la suerte que le había tocado. Todo se confabulaba; el clero, en ese entonces muy fuerte, jugaba con la fe de la gente y manejaba las sagradas escrituras a su conveniencia. Jacobo Zabludovsky contribuía a la manipulación de masas y su noticiero 24 Horas exponía un escenario ficticio de la República Mexicana; la provincia (término que discrimina, en mi opinión), casi no figuraba, todo era centralización, los escasos líderes eran borrados de la escena política por las buenas o por las malas. Todo el aparato estatal constituía una maquinaria compleja que se movía al antojo del presidente en turno, y tal parecía, cada vez más, el dedo democrático del PRI elegía titulares del Ejecutivo o más sanguinarios o más corruptos; el pueblo ya sabía lo que le esperaba, así apareció José López Portillo y su perro fiel, El Negro Durazo, baluartes de la gran corrupción que ha llevado a la quiebra del país, una y otra vez. Don José hacía su teatro y lloraba públicamente ante su nefasta gestión, aunque había jurado defender al peso como un perro, sin embargo, resultó ser un chihuahueño que hasta risa daba mientras se chingaba los dólares de los barriles del petróleo y nos imponía el Impuesto al Valor Agregado (IVA), el pueblo aguantaba eso y más. En ese sexenio, y por cuestiones familiares, regresamos a Valle de Santiago, Gto., lugar en donde la miseria era predominante, pues casi se tenía la aceptación de la jodidez por mandato divino. Así, el que escribe, y ya con la conciencia de los 7 años, advierte la pobreza y la falta de oportunidades, al igual que la mayoría de mis compañeros y amigas de clase. Al ritmo de Rigo Tovar, las calles polvorientas y la malaventura cierran alternativas reales de crecimiento; la pobreza va en aumento, y la asistencia estatal solo subsidia la pobreza, eso sí, circulaban unas pastas circulares de color rosa, vainilla y café (Nutrimpis) que se regalaban disque para nutrirnos a falta de una alimentación adecuada, así se tratara del estado de Guanajuato, reconocido como el granero de México; lo mismo daba, los ricos seguían siendo ricos, y los pobres más fregados cada vez. Sentía que vivíamos en universos paralelos, los pudientes por su autopista con todo y sus políticos, mismos que no necesitaban de la gente, pues era un sistema unipartidista, antidemocrático y absolutista. Antes de las elecciones ya sabíamos quién iba a ganar y cómo nos iba a ir, así era la vida que nos tocó vivir, con falta de oportunidades, con una educación mediocre que se rescataba con algunos excelentes maestros y maestras que se esmeraban con educarnos lo mejor que se podía; no obstante, a veces pensabas más en los frijoles que te esperan al término de la primaria que en ponerle empeño a las matemáticas… sigo con este sueño profundo la semana que entra.

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