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martes, 23 abril, 2024
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La violencia y los peligrosos silencios

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Estamos ya en el cuarto gobernante en Zacatecas que lidia con críticas por los altos niveles de violencia que paradójicamente, siempre se ponen peor.

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Si lo contamos por secretarios de seguridad, la cuenta se multiplica. El actual gobernador lleva ya dos titulares en dos meses, y el anterior tuvo tres.

La semana pasada llegó el cambio más reciente, tomó posesión un general brigadier retirado con más de 45 años de servicio en el Ejército Mexicano para sustituir a quien se había considerado como recomendado por la federación.

En ese tema siempre habrá prisa en la espera de resultados, y siempre también faltará tiempo para que las estrategias muestren sus efectos.

Los tiempos sociales no pueden ser medidos con la vertiginosidad de los tiempos individuales, y podemos entenderlo fácilmente cuando leemos la historia, pero no cuando la escribimos viviéndola.

Cuesta entender que aún padezcamos las olas y secuelas que dejó el cañonazo al avispero con el que Felipe Calderón intentaba legitimarse, pero no cuesta tanto comprender al cardenismo como parte del proceso histórico de la revolución.

Caminamos en ese tema siempre lento, y vamos siempre tarde, como la tortuga de la fábula, sólo que en la metáfora la liebre es insomne y no hace pausa.

Apenas unos meses atrás México legalizaba la marihuana, pero lo hace ya cuando así lo requieren las razones médicas, comerciales y recreativas que dan empuje al mercado que ya alcanza hasta a las buenas conciencias; lo hace cuando su efecto en la disminución de la violencia es nulo.

Más de un analista entiende la lucha entre los cárteles como la disputa por las rutas del fentanilo que nos llega de oriente y se descarga en el Pacífico tocando tierra adentro hasta llegar a Estados Unidos.

Eso sería uno de los principales factores por los que Zacatecas es de las entidades que va a contraflujo del resto del país donde la criminalidad disminuye.

Es en parte la geografía la que nos ha convertido en el centro de noticias que antes nos sonaban a cosa de Tamaulipas, Guerrero, Michoacán o Nuevo León.

Pero nuestros vecinos cercanos no parecen estar en el mismo nivel de pesadilla. Por el contrario, nuestra realidad les resulta tan ajena que aconsejan a sus habitantes no visitarnos, o cuando menos, llaman a hacerlo de día.

¿Será que ya les gustamos de panteón, como dijo el gobernador? Y si es así ¿por qué? ¿qué encuentran en estas tierras que los atrae aquí, y no al cercanísimo Aguascalientes?

Aunque aún lo pretenden, estamos muy lejos de encontrar consuelo en el “se matan entre ellos” con el que gustan minimizar el tema. Esos “ellos” son de una manera u otra parte de una comunidad que los conoce, los quiere y los extraña.

Y cuando no, cuando no hay vínculo aunque sea lejano que nos una con el muerto violento de hoy, hay siempre un “hubiera” de tiempo o de lugar que nos tortura pensando en si pudimos estar en esa tienda, esos tacos, ese hotel, esa vivienda, esa fiesta, esa calle el día y la hora en la que sucedieron los hechos.

Como no hay palabras ni explicaciones que den calma, la imaginación se desata y es infinita. Por cada muerto que salió en los medios la gente imagina y especulas dos, tres, varios más.

Nunca nadie especula en cambio de lo que se está haciendo para cambiar las cosas. En ese sentido es más fácil imaginar que no se hace nada, a suponer que algo se hace, pero no puede o quiere comunicarse por razones de seguridad.

No debe ser fácil. Pero urge que se empiece a afinar los cómos, los límites y las formas de comunicar lo que las autoridades hacen en el tema. Urge que se convenza de que se trabaja en la prevención, y que se tiene planes y estrategias.

Nada más elocuente que los resultados, sin duda. Pero en lo que estos llegan, se necesita cuando menos sentir que la autoridad existe y hace algo.

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