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jueves, 25 abril, 2024
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■ Alba de Papel

De políticas creativas a favor del desarrollo y la paz

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

La inseguridad que agobia a Zacatecas pudiera convertirse en una “normalidad” patológica si no se obra, a profundidad, en su origen multifactorial por profesionales especializados en el tema; no obstante, una solución que va más allá del ejército y las armas es la cultura, como factor de cambio y de justicia social.

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Una permanente actividad cultural en los municipios, sus comunidades y la Capital, marcarían una notable diferencia frente al horror que hoy viven pueblos enteros, sometidos a la violencia y al rumor extendido que da pie a una contaminación emocional y afectiva, de trágica dimensión.

Las familias y las personas quieren retornar al pasado inmediato de cuatro lustros atrás, y soñar con el pretérito petrificado que, de algún modo, a nivel del País, generó este terrible mal, colmado de inequidad, miseria y falta de valores; no obstante, el tema central de este texto es la cultura, como instrumento para la paz y el desarrollo económico, que para Zacatecas representa el camino a seguir.

Bajo una rígida estructura de pobreza, conservadurismo y retraso, quizá marcada por una élite empresarial que limita su cooperación a su propia ganancia, a lo mejor sí interesada en un destino distinto para la Entidad, podría reconvenir en un pacto por la paz para tomar su cultura como factor de desarrollo, sumándose a apoyarla, patrocinando escuelas de artes y oficios que estimulen el desarrollo comunitario.

Para la acción de la cultura se requiere no sólo la participación del gobierno que, por mucho, ha disminuido su responsabilidad financiera, por lo que se requiere de mecenazgos efectivos de parte de la iniciativa privada, consciente de que la cultura es una inversión para formar mejores individuos.

Por ahora, un alud de incertidumbre se cierne sobre el Estado, el tejido social está dañado con cambios irreversibles que urge resignificar y que lo mejor sería, al amparo de la cultura, como instrumento de transformación que, una y muchas veces, ha sido probada en distintas regiones del mundo con resultados sorprendentes de bienestar, justicia, turismo y desarrollo sustentable.

Aunado a un mayor sentido de comunidad y de convivencia, que ha dado por resultado una disminución notoria en los niveles de violencia, que obligan a repensar en la necesidad de insistir en ello, y apelar por una nueva conciencia colectiva donde la cultura sea el eje principal del desarrollo económico de Zacatecas, bajo un esquema de sustentabilidad.

El festival cultural creado en 1987, inesperadamente se convirtió en el gran faro de luz para hacer realidad lo anterior, para mirar de un modo distinto el porvenir de una vieja ciudad minera, acostumbrada a sus requiebros, a su fuerza migrante cuyas remesas siguen siendo un sostén indispensable para muchas familias zacatecanas; una ciudad confinada a su patrimonio “muerto”, sólo para verlo, a pesar de su belleza y su inquebrantable historia.

De 1987 a 1992 como “Semana Cultural” se perfilaba ya como una fuerte señal de novedad para Zacatecas; en el siguiente gobierno (1992-1998) cambió a Festival Cultural y por primera vez se incluyeron a los artistas locales; la efervescencia siguió, y al mandato siguiente (1998-2004) su fortaleza creció hasta su consolidación en el único gobierno (2004-2010), presidido por una mujer.

Para muchos, en los últimos años, esta señal inequívoca de desarrollo ha languidecido a la sombra de criterios tardíos y a discreción del poder en turno, ya que, a presión, se realizan los contratos, y su difusión en medios carece de anticipación; quizá lo más grave, no cuenta con un marco legal que debidamente lo sustente, lo que desde 1987, a la fecha, lo mantiene en la cuerda floja o como un festival en crisis, igual que toda la red de festivales que existen.

En este sentido, el festival no es ya más la panacea, pero en rigor sigue siendo el ejemplo más evidente del impacto de la cultura y de un proceso pendiente en Zacatecas: impulsar un verdadero proyecto de turismo cultural afín a la grandeza cultural de la Entidad, donde su política apueste por ella.

Para concluir, antes y después de la pandemia, la Capital y los llamados “pueblos mágicos”, esperaban el periodo de semana santa como la fecha más significativa para recuperarse económicamente, a través de los servicios turísticos por concepto de hotelería, alimentación, artesanías, beneficiándose a granel otros prestadores como taxistas y vendedores ambulantes; ya no fue suficiente y se fueron considerando los fines de semana, los “puentes” largos,  el verano, la última quincena de diciembre y la primera semana de enero, con resultados aceptables.

Dramáticamente la realidad se ha ensombrecido, faltan visitantes, falta mayor respaldo a cultura para fortalecer su sistema de museos, que muchas precariedades presentan, falta realizar un programa cultural permanente con calidad que dé oportunidad a los artistas zacatecanos, falta apoyar con más fuerza la red de casas municipales de cultura y museos comunitarios, y falta impulsar una infraestructura cultural sólida.

Dentro de la actual agenda política de Zacatecas, ¿qué lugar ocupa el trabajo inter-institucional de las dependencias que lo componen para sumar y fortalecer el campo de la cultura?, ¿cómo colabora la iniciativa privada?, ¿cómo eficazmente se suman los grupos y asociaciones que se pronuncian a favor de la cultura?, ¿qué hacen desde la gestión de su propia cultura, los ayuntamientos que lo conforman?

El quehacer de la cultura es un trabajo de suma, de acopio, de solidaridad, de intercambio, de afectividad y de generosidad. Es un ejercicio ético basado en valores, en educación para la vida y en sensibilidad para respetar y apreciar su belleza. Es un reencuentro con nosotros y la otredad.

Ánimo y fortaleza para todos.

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