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viernes, 29 marzo, 2024
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Autoritarismo omnipresente

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

El autoritarismo se encuentra por todas partes, desde una modesta oficina gubernamental hasta el aula donde a veces se predica la igualdad y el equilibrio social sin el ejemplo. Todos, tarde que temprano nos hemos encontrado con regímenes autoritarios que no ven en el común de la gente, algún ápice de igualdad, aman la jerarquía y pretenden encarnarse al poder ya sea por sí mismos o por interpósita persona. Peor aún y, tal como lo creía Luis XIV (El Rey Sol), se consideran el centro del universo, paridos por los dioses y predestinados a disponer de vidas, patrimonios y destinos. Ya en anteriores colaboraciones me he referido a un mal más complejo que el coronavirus: el síndrome de hybris conceptualizado en el Índice de Desarrollo Democrático, como la enfermedad de la arrogancia o borrachera del poder, cuyo origen se atribuye históricamente a los griegos quienes utilizaron la palabra “hybris” para definir al héroe que conquista la gloria y que, ebrio de poder y de éxito, comienza a comportarse como un dios, capaz de cualquier cosa. Cuántos falsos solecitos conocemos Usted y yo pues no son pocos los que han podido llegar al poder no precisamente por su alto sentido humano o por su honestidad, intelectualidad y ética, sino por su habilidad mezquina de engañar y su labia para convencer al pueblo para finalmente ser secuestrados por los aduladores quienes en muchas ocasiones, los conducen al vacío. Aristóteles, en su Retórica, se refiere al citado síndrome como: “El placer que se busca en un acto de hybris consiste en mostrar a los demás nuestra superioridad”, así, desde la trinchera ciudadana se puede apreciar cómo el político electo o impuesto, pretende ser el dueño de la nación, del Estado y sus recursos naturales al más puro estilo del Gran Luis XIV, aquel que se atrevió a decir L’État, c´est moi (El Estado soy yo); ¿Cuántas figuras absolutistas están todavía omnipresentes y propagados en las estructuras estatales y universitarias resistiéndose a desaparecer porque precisamente los ciudadanos solapamos su existencia? David Owen, médico neurólogo, fue quien describió el desequilibrio emocional que padecen algunos políticos, y que él denomina síndrome de hybris, que se inicia desde una megalomanía instaurada y termina en una paranoia acentuada. Retomando el punto del autoritarismo, Claudia Ortiz sostiene que la palabra autoridad hace referencia a un poder que es considerado como legítimo y positivo por parte de los individuos o grupos que están en la misma relación de poder y que por ello, mantienen una actitud de obediencia a los mandatos que este produce. Ese poder será legítimo en la medida que haya un acuerdo sobre: quien lo debe otorgar, para qué se ejerce, el modo como se imparte, y por cuanto tiempo. Por el contrario, el autoritarismo es una degeneración absoluta de la autoridad en la que la obediencia de los subordinados se logra sin un consenso, mediante la imposición y la restricción de la libertad. Este fenómeno ha sido estudiado en tres niveles: los sistemas políticos, las ideologías y las actitudes psicológicas. Por ahora me refiero solamente a la personalidad y actitudes autoritarias; se habla de personalidad autoritaria para indicar aquella en la que se unen dos actitudes íntimamente relacionadas entre sí: por un lado la obediencia celosa a los superiores, admirando a estos que detentan fuerza o poder; y por otra, la disposición a tratar con arrogancia y desprecio a los inferiores y débiles. El estudio de la personalidad autoritaria tiene como sus principales exponentes a tres científicos sociales: Erich Fromm, Theodor Adorno y Gabriel Almond. Desde mi punto de vista, hybris y autoritarismo caminan de la mano y Usted, puede detectar a las víctimas de estos males a través de los siguientes síntomas: 1. Una propensión narcisista a ver su mundo principalmente como un escenario donde ejercitar su poder y buscar la gloria. 2. Un modo mesiánico de comentar los asuntos corrientes con tendencia a la exaltación. 3. Una excesiva confianza en su propio juicio y un desprecio por los consejos o las críticas de los demás. 4. Un enfoque personal exagerado, tendiente a la omnipotencia. 5. Una creencia de que antes que rendir cuentas ante la sociedad en la que viven, la Corte ante la cual deben responder es: la Historia o Dios. 6. Pérdida de contacto con la realidad, vinculada con un aislamiento paulatino. Así las cosas, hay mucho por hacer para erradicar esta enfermedad y sus enfermitos. ■

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