Autor: Sergio Ríos Sandoval
Residencia: Zacatecas, México
Hoy llega la Calaca a Zacatecas, bien engalanada,
buscando divertirse en un baile o una callejoneada.
Sin duda, de esta tierra no se iría desilusionada,
pues el fandango lo organizaba la Dirección de La Jornada.
La Calaca dejó a los anfitriones y se fue misteriosa;
quería encontrar en Zacatecas un alma exitosa.
Como no lograba su objetivo, se puso muy furiosa.
Por suerte, en Catedral se encontró a Vázquez Sosa.
Alfonso se sorprendió al ver a la Calaca sobrenatural.
-No te asustes, Poncho, te llevaré a un lugar escultural-
Cuando la Calaca lo abrazó, el pobre sintió dolor corporal.
-Para eso me gustabas, mi representante cultural-
Para divertirse tuvo que poner a Poncho borracho.
No sabía que Poncho en ese estado era más vivaracho
y de la mano se llevó a la Calaca a Lomas de Bracho.
La Calaca decía – ¡Sácame de aquí, ya no seas gacho!-
Alfonso se burlaba de la Calaca y su tembladera
-Esto te pasa, Calaca, por atrevida y parrandera-
La Calaca juraba no volver a ir a la polvareda
-¿Cómo le hacen zacatecanos con esta rebotadera?
Alfonso negociaba con la Calaca como extorsionista.
Se sentía como pez en el agua el famoso pianista.
De la nada, llegó enojado Manuel, el señor cronista.
-Deja ya a la pobre Calaca. Te comportas como americanista-
La Calaca se sintió protegida con aquel tan educado.
-No sabía que andar en Zacatecas era tan complicado-,
le dijo la Calaca a Manuel en un tono delicado.
Manuel pidió asesoría de Gema Mercado
-Cuando vengas a Zacatecas, hazlo con precaución-,
decía la dama y, además, secretaria de Educación.
La Calaca, callada y molesta, no ponía mucha atención.
-Bueno, yo no vine a sermones y cambien de canción-
La Calaca se fue de nuevo con los que convocaron.
-Alfonso y los morismeros de Bracho conmigo jugaron.
Ya me voy de donde vine, ahora sí me desbancaron.
Qué bueno que en su historia mi nombre no publicaron-.
