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viernes, 19 abril, 2024
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Un rockcito para todos los roles / Tocata, fuga y apañón

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Por: JAIME FLORES GUARDADO •

La expresión parece como un título de esos de alguna película sacada de los barrios más olvidados de la CDMX; aunque también serviría para escribir sobre los asuntos histriónicos de algunos adornados en las cuestiones del arte, varias líneas de ataque nos aclaran que no sólo es el nombre del primer larga duración de Armando Rosas y la Camerata Rupestre, sino una forma de lenguaje que habla del agandalle vil, como si fuera en despoblado. El caso es que queda perfecto para señalar que hace unos días, dieciséis para ser exactos, en Fresnillo se celebró el festival de rock “Vive Fresnillo”, donde se careció de varios aspectos de logística elementales para un festival que prometía excelencia. Lamentable el incidente que se dio al comenzar el último tercio de la jornada; parecía un acontecimiento de esos que los gobernantes del PRI gobierno saben hacer perfectamente sin que suceda absolutamente nada, todo el pueblo conforme, contento, feliz porque el ladrón con charola y fuero les dijo que la Virgen morena los protegería del maligno.

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Desde la aparición de la propaganda donde se anunciaba a bandas de carácter nacional –muy reconocidas por cierto– se estaba generando gran expectación en todo el estado, para caerle a Fresnillo al festival que se estaba organizando.

Luzbel, en el Festival Fresnillo Vive. Apenas un trazo de lo que pudo ser un gran festival

Apenas estaba en proceso de socialización el acontecimiento, cuando se dan las primeras cancelaciones; los otrora pop, urbaneros de tendencias protestosas, Víctimas del Doctor Cerebro, mueven el esqueleto para poner pies en polvorosa, así como Lost Acapulco, los surferos radicalosos de líneas guapachosas; Luzbel del Greñas hace lo mismo y comienza la incertidumbre sobre cuál de los Luzbeles se presentaría a tocar. Repentinamente, bajaron los precios de los boletos, y de ochenta pesillos, los establecen a dos por cincuenta, sólo en preventa. A la banda que iba de la capital le sostuvieron la oferta, y a pesar de eso, acá se quedó casi toda la concurrencia; sólo los más aferrados, creyendo en el rock nacional, dejamos el seno familiar y en una hora ya esperábamos –ansiosos– a las bandas participantes. Sínikos le entra al quite y abre un festival pleno de ska y ritmos afroantillanos que pusieron a toda la banda a bailar, a mover la parte que mejor podía mover.

Desde la primeras notas, todo mundo se puso en movimiento y el slam apareció como una propuesta que identifica a la banda como tal; la diversión, el gusto, la energía que destilaban los más de trescientos participantes en ese gran hormiguero que formaron para dejar de lado los resentimientos, los malos manejos, el desamor y las empresas fraudulentas, dejaban colgadas al viento los cuestionamientos que se hiciera Bob Dylan en la mediación de la etapa dorada del rock con tintes protestosos, los sesenta… “Cuántos caminos tendrá que recorrer un hombre antes de que le llamen hombre, cuántos mares debe surcar una blanca paloma antes de dormir en la arena, cuántas veces deben volar las balas de cañón antes de ser prohibidas para siempre, la respuesta, amigo mío, está flotando en el viento”. (Blowing in the wind) Bob Dylan.

El ambiente que se fue creando en torno a la música que propusieron las bandas con metales, que tocaban ska y ritmos afroantillanos, tenían en movimiento a una frenética muchedumbre que no dejaba de bailar y cantar al pegajoso ritmo de los tambores, guitarras, saxos, trompetas o trombones de Los Sínikos, Los Amantes de la Cheska o Agente 33.

La presencia de los urbano protestosos, Urbanicidio y Anden 12, produjeron el efecto deseado, un grandioso slam que ya quisieran tener en sus actuaciones agrupaciones de primer nivel. “El Varela”, muy seguro de su actuación, incitaba a bailar y cantar los covers de reconocidas bandas de nivel nacional, Anda borracho Pancho, del Sam Sam; Tlatelolco 68, de la Bostik; Abuso de autoridad, del Three Souls; María, de Lira’n roll, y algo de su material original, Con el puño en el aire y Me cae que no, rifaron en este memorable festival.

Andén 12 siguieron el ejemplo, interpretando varios covers del Three Souls, El Tri y su Triste canción, Toque mágico, de Tex Tex; María, de Lira’n roll; Tlatelolco 68, de la Bostik. La nostalgia de los de la vieja guardia, afuera del circuito, Poncho Castruita de Mr. Máquina y Pedro Lozano del grupo Amanecer del mero fresno, denotaba que estaban contentos, esperando el rock urbano-bandoso de Interpuesto, con algunas baladas de ritmo y blues, que sólo ellos saben interpretar, y al gran sacerdote del heavy metal mexicano, creador de las más grandes piezas de carácter místico y oscuro, el poeta maldito Arturo Huízar, y lo que constituye una de las vertientes del viejo Luzbel, que en su interior conserva la esencia de los músicos que quedarían para la historia del segundo milenio, por su pesadez, sus líricas, y sobre todo, por conservar los arranques y aceleres de una disipada existencia que se encuentra llena de controversias.

Desde que el “Jaz” se acercaba a donde se encontraban los chavos de Terrorismo Tropical, la banda que toca surf acá en los delirantes territorios de los habitantes del estado donde no pasa nada, se percató de que algo andaba mal. Algo traman –cuestionó el “Jaz” a los terroristas tropicalosos –que de inmediato asintieron y acordaron que si no les pagaban lo pactado, no tocarían. En efecto, no tocaron y se recorrió el orden, pocos asistentes imaginaban el fraude que se había fraguado. Bien por esos compas de Terrorismo Tropical. “Jaz” se acercó con Carla, la talentosa y carismática bajista de la banda Interpuesto, que ya calentaban motores para darle con todo a esa música de corte urbano que tanto gusta a la banda fresnillense.

La banda potosina Agente 33 tirando paro con un amplio repertorio que mantenía a raya a los casi tres centenares de chavos y chavas que todo el concierto sostuvieron el slam. Definitivamente, Agente 33 es una enorme banda que entre los guitarros, metales, tambores y vocal, arma un verdadero show con toda la ritmicidad del ska, pero, mientras los músicos entretenían al personal, los presentadores o animadores le lavaban el cerebro a la audiencia con comentarios como “es todo banda, de aquí parte una grandiosa lista de conciertos que organizaremos juntos”. ¡¡¡Arriba Fresno!!! O qué ¿No? Uf, la ovación se escuchó casi hasta la capital; era fenomenal cada que culminaba su actuación una banda. Por allá, a un costado del escenario, en una cantina particular, se encontraba Arturo Huízar, los músicos que integran Luzbel y una familia que vende chelas, hamburguesas y frituras. Se veían felices, esperando la hora de cerrar el evento, pero, algo no checaba, desde el punto de vista de “Jaz”; unos corrían por doquier, sin ningún objetivo, en fin.

El turno, para Interpuesto, quienes, sin dar una explicación o algo parecido, subieron a la nave donde venían y se retiraron. Se notaba la molestia; la banda estaba a la espera y nada. Sólo se observaba a un contingente policíaco que hacía la finta de perseguir a alguien inexistente, a alguien que hacía tres horas se había fugado con toda la lana recabada entre más de mil asistentes, venta de cerveza y la cobranza por ir al WC, que todo el tokín estuvo bien visitado, bien formaditos para evacuar. De pronto, el anunciador y su familia desplegaron algunas lonas donde colocaron toda la chela que pudieron y, entre varios ayudantes, rápidamente las colocaron en camionetas estacionadas a un lado del local, para salir a toda velocidad; es cuando “Jaz”, asombrado por la acción –meditaba– “Ps qué poca ma…nera de actuar de estos weyes, gandallas y faltos de progenitora”. Cuando pasó Huízar a metro y medio de allí se veía bien molesto también, subió al escenario y despotricó en contra de los organizadores, y gritaba al responsable que diera la cara, que viniera a pagar a los músicos o no tocarían. Nadie respondió; los animadores también ya habían desaparecido de la escena. “A ver, ingeniero de sonido, abra los micros, amplis y todo el audio para tocarles unas tres rolas a la banda, que no merece esto”. Se negó el sonidero, al igual que el “Digimón”, quien rentó el backline. Luego de las sórdidas súplicas del Huízar, accedieron y rápidamente se dejaron caer con Por piedad y otras dos rolas de las más conocidas por la banda. Pocas ocasiones sucede esto en Zaca, sin embargo, ha pasado por diversas circunstancias; pero, diría el Alex Lora, “el pueblo no se queja”, y así seguiremos por la eternidad, sin que alguien en verdad ajuste cuentas a este tipo de organizaciones fraudulentas. No dudes que sean los mismos compinches de los que hacen los recuentos en las elecciones, sin recato alguno, al agandalle, al apañón, a la fuga, al olvido.

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