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martes, 30 abril, 2024
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Editorial Gualdreño 609- Alejandro Nava a 10 años de su partida

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Alejandro Nava se llamaba en realidad Juan Alfredo; nació, por azares del destino, en San Luis Potosí el mes de agosto de 1956, pero hizo de Zacatecas su hogar desde muy joven; por eso se consideraba zacatecano, porque aquí hizo su carrera artística y también su hogar. Apenas rebasaba los 15 años cuando ingresó al Instituto Zacatecano de Bellas Artes, hay quienes dicen que a los 17, él decía que antes, lo importante es que siendo adolescente él tenía claro que tenía que dedicarse al arte e hizo, en todos los capítulos de su vida, lo necesario para seguir su vocación.

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Además de la tenacidad y el profesionalismo que siempre imprimió a la construcción de su carrera, fue un hombre que no dejó nunca de actualizarse en temas relacionados no sólo con las artes plásticas, pues era un hombre interesado en la música, el cine y particularmente en la literatura; disfrutaba mucho de leer poesía y el tema de los haikús le emocionaba al punto de, sobre todos en los últimos años de su vida, tratar de incursionar en su creación. Lo hacía, ahora lo comprendo, desde la curiosidad que le daba experimentar con el ritmo, el contenido y la concreción de las ideas, algo que ya tenía dominado en la pintura. 

Durante las últimas veces que lo visité en su estudio, cuando estaba en tratamiento para tratar de vencer al cáncer que lo aquejaba desde hacía unos años, invariablemente lo encontraba escuchando música, sobre todo de concierto, aunque casi siempre también, terminaba poniendo algo de Joan Manuel Serrat. En 2011, Joan Manuel Serrat estuvo en Zacatecas; actuó en Plaza de Armas durante el Festival Cultural, y ahí estuvo Alejandro también, sentado en una de las sillas, por demás emocionado cuando el artista catalán hablaba del poeta Miguel Hernández; cuento esto porque estuve muy cerca de Alejandro para ver que prácticamente se sabía todas las canciones y no dejó de cantarlas, “Me las sé todas”, decía. El concierto terminó y a los pocos años, en 2014, un 20 de febrero, el concierto de Alejandro terminó también pues su cuerpo cedió ante la enfermedad contra la que luchó hasta el final.

Los últimos meses había sido sometido a un trasplante de médula y por esa razón había permanecido hospitalizado durante varios días en la Ciudad de México; desde ahí seguía pintando y produjo varios de los cuadros que conforman la que fuera su última serie de pinturas. Alejandro se había decantado la mayor parte de su vida por lo abstracto, pero el confrontarse con la inminencia de la muerte también dio paso a otra confrontación, la que tuvo con él mismo. Sin dejar el abstracto del todo, sus últimas piezas fueron de carácter figurativo.

Me parece que se dedicó a hacer una especie de haikús con la pintura; si con palabras éstos tienen tres versos, con su pintura hubo tres constantes: el gesto, la concreción y el dramatismo de sus personajes. En casi todas estas últimas piezas, sobre todo las de octubre de 2013 a febrero de 2014, aparecen nubes, personajes masculinos (solos) y un artefacto en la composición (como columpios o escaleras). En la que fuera su última pintura, por ejemplo, aparece una pistola de agua justo arriba de un urinario; del urinario chorrea un líquido que cae sobre una nube, la atraviesa y finalmente cae convertido en lluvia dorada. Esa inyección de la nube es metafórica también, y es que Alejandro siempre estuvo haciendo que las nubes tocadas por él fueran productivas, sobre todo las relacionadas con el arte.

A 10 años de su fallecimiento, lo recordamos en La Gualdra no sólo como artista, sino como un ser humano que, pese a lo prematuro de su muerte, logró cumplir con sus objetivos en la tierra. Es pertinente también hacer un espacio para la reflexión con respecto a su legado artístico y como gestor y formador de varias generaciones de artistas en el taller de pintura y grabado que fundó en la década de los años 80. ¿Qué pasó con el taller Julio Ruelas? ¿Por qué cerró sin que se le diera la importancia suficiente para, al menos, resguardar debidamente sus archivos? Dejo aquí estas dos preguntas para la reflexión en su décimo aniversario luctuoso.

Que disfrute su lectura.

 

Jánea Estrada Lazarín

[email protected]

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_609

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