En 1828 el General Vicente Guerrero espera ansioso el resultado de la primera elección democrática de la nueva República. El grupo que lo apoya está seguro del triunfo del héroe de la Independencia y también del autor de la caída del imperio. Este grupo es el de los masones de la logía de York, grupo recientemente instalado en la nación (o mejor, importado como franquicia por los liberales mexicanos). Sus miembros sostenían la ideología liberal más extrema: completa separación de la Iglesia y el Estado, supresión de fueros e igualdad ante la ley. Su proyecto es sólo la puesta al día del país de acuerdo con las ideas más modernas y, sobre todo, era justo. Pero para un país formado en la estricta separación de grupos y fervientes creyentes en el poder divino y en los privilegios de sus ministros y representantes, todo eso suena a una horrible herejía. Finalmente, las noticias de todos los estados van fluyendo lentamente. El resultado no es bueno, el ganador de la contienda es el general Manuel Gómez Pedraza, el candidato de los “hombres de bien” agrupados en la logía escocesa (otra franquicia importada), liberales moderados que creen en el cambio gradual, muy gradual, de una sociedad de privilegios a otra igualitaria. La sociedad ha dado su veredicto.
El momento crucial está en la mesa, igual que la oportunidad de cerrar el violento ciclo de guerra que llevó casi 18 años ininterrumpidos. Si Guerrero reconoce el triunfo de su rival hará más que darle el triunfo a los moderados le dará el apoyo a la ley por encima de la ideología. Si, por el contrario, se levanta en armas, es de suponerse que no le será tan difícil derrocar a Gómez Pedraza, la recompensación será la presidencia y la oportunidad de transformar al país. Noche oscura para Guerrero, pues debería actuar rápido, finalmente se decide: se pronunciaría contra Gómez Pedraza.
La decisión de Guerrero fue fatal para la nación y para él mismo. La Constitución de 1824 quedaba desconocida. Juárez recuerda que la Constitución de 1824, a pesar de tener forma republicana, era en el fondo una extensión moderada, por no decir conservadora, al reconocer los fueros y la intolerancia religiosa. Sin embargo, era la ley, y al desconocerla Guerrero, también destruía las bases del gobierno. Desde entonces, la presidencia se convertiría en el botín de guerra de cualquier militar lo suficientemente ambicioso para lanzarse a la aventura, exitoso o no, será casi un siglo de bancarrota, abandono de minas, bandolerismo en los caminos y, en general, un estado de anarquía.
A pesar de las funestas consecuencias, el primer experimento republicano de México fue un avance que dejó. El Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, donde Juárez estudiaba fue uno de ellos. Creado por los mejores liberales oaxaqueños, ahí Juárez aprendió la ideología liberal que sustentaría toda su vida. Además, en el Instituto, Juárez pudo también comenzar una carrera académica: en 1830 fue nombrado profesor sustituto. Éste sería el primero de una serie de puestos en ascenso que don Benito obtendría en el servicio público. Al año siguiente comienza a trabajar como pasante al concluir su curso de Jurisprudencia, y más tarde el mismo año, fue electo regidor del ayuntamiento de Oaxaca.
Mientras Juárez comenzaba a adentrarse en los laberintos de la administración pública y terminaba su carrera de leyes, la vida de la nación siguió su rumbo. Después de la victoria der Guerrero ocuparía escasamente un año la silla presidencial. En diciembre de 1829, el Congreso, a instancias del vicepresidente Anastasio Bustamante, le pide a Guerrero separarse del cargo. Humillado, se dirigió al sur y se dedicó a combatir a sus enemigos. La traición de un amigo lo llevaría a ser capturado y finalmente fusilado. Bustamante, gracias a la rebelión que encabezó, se hace cargo de la presidencia. A partir de ese momento comienza a hostilizar a sus enemigos, algunos políticos son desterrados y algunos periodistas son apaleados. Pronto se gana el mote popular de “Brutamante”. El general Bustamante no sólo con palos conservó el poder. Pronto hizo una alianza con los ricos propietarios y con el alto clero. Pero si algo fue constante la primera mitad del siglo XIX mexicano, fue la inconsistencia. Los enemigos de Bustamante pronto empezaron a mover sus fichas.
Serían Antonio López de Santa Anna, reconocido amigo de Guerrero, cuyo nombre sonaría más que ninguno durante las siguientes décadas, quien aliándose con Gómez Pedraza, a quien anteriormente ayudara a derrocar, se pronunciaría contra el gobierno de Bustamante. El resultado fue el primer ascenso al poder de Santa Anna mediante un pacto que permitió la salida del país de Bustamante. Santa Anna gobernó con la bandera del liberalismo radical pero sin comprometerse, la responsabilidad recayó en el vicepresidente Valentín Gómez Farías; mientras el presidente pasaba extensas temporadas en su hacienda de Veracruz debido a su “delicada” salud tan alérgica a enemistarse con los ricos centralistas y conservadores.
La administración liberal trajo nuevas oportunidades para el joven Juárez, quien comenzó a trabajar como pasante de derecho. Finalmente terminó su curso de Jurisprudencia.