El Gobierno Federal anunció el regreso a clases a partir del 30 de agosto. El debate ha iniciado e irá en aumento. El tema central de la discusión es sobre las dudas que existen en la seguridad sanitaria de los menores. La salud es la mayor de todas las preocupaciones. La declaración del subsecretario en el sentido de que ‘no hay evidencia de riesgo sanitario en menores de 19 años’ para justificar el regreso sin vacuna de por medio, es un desatino. No porque sea falsa la afirmación, sino porque en política pública en casos de riesgos, se decide no sobre certezas debidamente verificadas, sino sobre posibilidades. Y si hay posibilidad de un riesgo alto, como la muerte de afectación permanente de menores, la decisión es vacunar para evitar dichas posibilidades. Por tanto, el desatino de la decisión de no vacunar a niños se debe a saltar la posibilidad de que eventos funestos que los estudios no han corroborado, pero la experiencia pueda hacerlo.
Así las cosas, si la decisión de regresar a clase es positiva por los efectos negativos de continuar en aislamiento, también es importante hacerlo con la mayor seguridad posible. Y la vacunación es justamente la que ofrece la mayor de las seguridades posibles. En México se han contagiado 60 mil infantes, y no hay suficiente investigación al respecto. Algunos investigadores afirman que los efectos del virus sobre infantes pueden presentarse meses después de haber sufrido la infección, y entre los males pueden estar daños en pulmones, corazón, riñones y cerebro.
Las medidas de protección sanitaria en escuelas de niños, por obvias razones, tienen pocas posibilidades de seguirse con rigor. Son niños: inquietos y que viven en la inmediatez. Después de jugar media hora se abrazarán y reirán amontonados. Por eso, si en escuelas superiores se apuesta a los protocolos de protección, en las escuelas de educación básica esto no es así. Ahí la mejor protección es la vacuna. Se han notificado protocolos como los procesos de entrada, lavados de manos, distancia física y así; sin embargo, entre los niños esas medidas serán relativas. Esto lo saben los profesores y los padres, por ello tienen muchos temores de iniciar el regreso. En niños muy pequeños (menores de 2 años) el virus puede ser muy agresivo, porque su sistema inmunológico no ha madurado. Pero en niños de educación primaria y secundaria la situación es distinta: lo más probable es que el virus no haga de las suyas. Sin embargo, los temores de las familias no son infundados.
Una medida sabia podría ser elegir unas pocas escuelas y ahí observar lo que ocurre al regreso. Y después de un estudio del monitoreo de esa experiencia, afinar la decisión y los modos de la misma. Esto es, hacer un pilotaje antes del regreso generalizado. Así, el regreso general sería con menos incertidumbre.
