El mes próximo, el estado de Zacatecas renovará el aparato de gobierno con la llegada del nuevo gobernador, quien, según él mismo lo ha dicho, vendrá montado en la maquinaria política de la Cuarta Transformación que encabeza el actual presidente de la República Mexicana, licenciado Andrés Manuel López Obrador. Este pronunciamiento, además del de haber sido postulado por Morena, partido en el poder, fueron determinantes para que la mayor parte de la ciudadanía emitiera su voto favoreciéndolo, a pesar de haber enfrentado a la maquinaria conjunta de los partidos que desde hace once años habían estado repartiendo el pastel político en las diferentes instancias de gobierno.
Los lamentables resultados de las pasadas dos administraciones del gobierno estatal y las cuatro últimas de corte municipal, sin honrosas excepciones que pudieran rescatarse como para escribir a casa, fueron también determinantes para que los votantes expresaran su hartazgo en las pasadas elecciones y decidieran dar su confianza a la que ahora será la nueva administración pública y a su representación en el Congreso del Estado y en la Cámara de Diputados, aunque los números no hayan sido aplastantes y en algunas regiones prevaleciera la preferencia por los partidos que a nivel nacional están, hoy día, en una franca caída al vacío.
Mucho tuvo que ver, también, que, desde hace muchos años, la política local no ha renovado su proyección hacia nuevas formas de desarrollo ni tuvo la capacidad para renovar sus cuadros políticos, lo que mantuvo vigente y constante el “chapulineo” y el oficio de saltimbanquis de la política que brincaban de hueso en hueso a pesar de no dar resultados positivos en ninguno de ellos. Ante tal alquimia política tan degradada y degradante, no era de extrañar que la ciudadanía pusiera un tímido, que no contundente “hasta aquí” a los persistentes cuadros de dominio político que se han fosilizado en estas latitudes. Pareciera que la visión establecida desde los tiempos de la Colonia, en las que no solo el flagelo de la esclavitud y luego la discriminación, con diferentes máscaras, se siguen repitiendo con aplastante brutalidad y solo unos cuantos tienen el privilegio de mover la cacerola de la política al ser los dueños exclusivos, absolutos y permanentes del mango que la mueve.
Ahora bien, ante estas situaciones recurrentes, sería bueno que el flamante gobernador electo, pusiera sus barbas a remojar y tratar, en la medida de lo posible no repetir estos errores históricos. No se sabe a ciencia cierta quienes serán parte de su equipo de trabajo, pero sería muy sano que el gabinete fuera conformado por personas de buena fama pública y que, cuando menos, no formen parte del eterno desfile de políticos que poco o nada positivo han aportado a la historia del estado de Zacatecas y sí en cambio se mantienen bajo sospecha de corrupción o definitivamente, han acumulado fortunas muy explicables por manejos administrativos que solo los han beneficiado a ellos. No es creíble que no existan en el estado un centenar de hombres y mujeres bien preparados en los diferentes ámbitos de la administración que puedan dar al gobierno entrante un lustre que por diversas razones no han alcanzado los gobiernos anteriores.
Si se pretende marchar paralelamente a los esfuerzos de la Cuarta Transformación, lo menos que se puede pedir a quienes formen parte de este nuevo equipo, además de capacidad y entrega, es que se comporten con honestidad y atingencia.
