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sábado, 15 febrero, 2025
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El oficio político: gobernar, ciencia y arte

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

En El oficio político. La élite gobernante en México (1946-2020) Rogelio Hernández Rodríguez, del Colegio de México, nos presenta un muy valioso e interesante análisis sobre la formación política, la educación propiamente académica, contexto ideológico y condiciones del sistema en que la clase gobernante en nuestro país se desarrolló durante todo el período priista, de las alternancias y el inicio de los gobiernos de la autodenominada cuarta transformación. Podríamos enmarcar las ocho décadas que abarca su estudio en tres etapas distintas: la primera de 1946 a 1982 es la de la institucionalización y profesionalización de la clase política, cuyas características principales es la estabilidad del sistema, cuando menos en su vertiente burocrática y por tanto el desarrollo informal de una carrera profesional, aderezada por un proyecto político dominante, del del nacionalismo revolucionario, cuyo objetivo trascendente es el de la formación de instituciones con el objetivo de gestionar del desarrollo económico y social del país, con una clara inclinación social sin que ésta incluyera a la democracia electoral ni la competencia política y el pluralismo siempre que éste se contuviera en los márgenes dispuestos por el partido hegemónico. A esta etapa el autor, a su vez, la titula como “La política y las instituciones”.

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Una segunda etapa, que va de 1982 hasta 2018, tiene como factor predominante la perspectiva tecnócrata. En ella, a diferencia de la anterior, la formación de instituciones deja de ser prioritario para fijar como objetivo central la estabilidad económica. Es de llamar la atención que una de las variables que más claro se imponen es la diferencia en la profesión tronco deja de ser el derecho, preponderante antes, y se impone la economía, además claro, de los posgrados en el extranjero. Las instituciones atraviesan por reformas enfocadas en gestionar el pluralismo con una clara aspiración, que es la de la democracia electoral. Esta etapa tiene como preludio del fracaso de las políticas de los sexenios encabezados por Luis Echeverría y López Portillo y el agotamiento de la estabilidad política. Así mismo, la pluralidad democrática emerge, teniendo este contexto como causa y consecuencia. Como causa para el rompimiento de la clase política gobernante en fenómenos como la corriente democrática encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, la formación del Partido de la Revolución Democrática y a su vez, como consecuencia, al dar inicio la liberalización del régimen jurídico-electoral que permitiría el crecimiento político de Acción Nacional. La etapa tecnocrática (que el autor titula como “Economía y modernización” de 1982 a 2000 y como “La alternancia y la política desde los estados” de 2000 a 2018), tendría como elemento de legitimación la eficiencia económica y los resultados del Estado como aparato de gobierno.  

Finalmente tenemos la tercera etapa que podríamos denominar la de transformación popular. En ella se retorna a los objetivos del nacionalismo revolucionario, actualizado en el concepto de bienestar, y el enfoque se pone en el respaldo social como elemento de legitimidad; la economía como técnica pasa a ser secundaria, convirtiéndose en instrumento de la política, cuya predominancia retorna aún al margen de las instituciones y procedimientos formalmente establecidos. La ideología y la emoción política es la línea de acción, la técnica es herramienta.

Podríamos concluir que lo que demuestra el amplio estudio de Hernández Rodríguez es que la administración pública es y será siempre campo de acción política, independientemente de la perspectiva; lo es y seguirá siendo dada su naturaleza pública, en la que existirá siempre el conflicto, las relaciones de poder y el resto de fenómenos sociales cuya gestión solo es posible desde el aparato de Estado.

Ahora bien, por lo mismo, la perspectiva idónea, me atrevo a apuntar, es el punto medio entre la técnica y la legitimación popular, cuyo gradualismo se vea regulado por la complejidad de la función: al político, concebir la estrategia para la gestión del conflicto y al técnico la formulación e instrumentación de los procesos que permitirán la estabilidad, reforma y eficacia de las instituciones. 

De cualquier forma, el propósito de estas notas es invitar a la lectura y análisis en el contexto en el que la deliberación nos permitirá comprender nuestro pasado y presente, para que podamos definir el punto de partida rumbo a lo que vendrá en una democracia tan compleja en pleno proceso de mutación.

@CarlosETorres_

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