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jueves, 18 abril, 2024
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Volver a Gargantúa y Pantagruel

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

  • El canto del Fénix

La obra de François Rabelais, uno de los primeros eslabones de la cadena renacentista, posee un carácter revolucionario que no abandona rasgos “mítico-absurdo-heroicos” del Medioevo. El culto conjunta las características de ambas etapas en la historia de la literatura y la humanidad. Su obra y él parecen fundirse, y así se inmortaliza este autor como goliardo renacentista, médico que nunca pelea con Baco, juguetón, perezoso, dado a comilonas y borracheras multisemanales y, al tiempo, devorador de sapiencia y cultura.

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En estos tiempos en que la crisis parece quedar como una constante, recomiendo volver a Gargantúa y Pantagruel, la mejor obra de Rabelais. Destaco el capítulo 31, donde el autor relata de qué modo el médico Rondibilis da un remedio contra la cornamenta, la infidelidad. Este galeno dice a Panurgo que es preciso rendir culto al dios Cornamenta conjuntando las siguientes actitudes para que la adoración sea plena: sospecha, desconfianza, acecho, recelo y espionaje del marido a la mujer. En caso de que tal ofrenda no se cumpliera, el dios abandonaría al matrimonio y “les dejaría padecer y aburrirse solos”.

Hay en este pasaje mucho sentido oculto. El amor corre el riesgo de ser monótono sin las desavenencias, disgustos y celos que aparecen de cuando en cuando en la relación, como para dar mayor fuerza a su curso.

En la misma obra, pero en el cuarto libro, capítulos 55 al 57, encontramos cómo en la isla de Papahigos, los hombres se sumergen en agua bendita para combatir a los demonios que eventualmente los visitan. Disgustado por los engaños de que ha sido sujeto, un diablo reta a un campesino a pleito de arañazos para ver quién se queda con la finca del labrador. Sin embargo el diablejuelo no cuenta con la astucia de la anciana consorte, quien salva a su marido con una pequeña treta donde el diablo es nuevamente engañado. No ahondaré en detalles, para motivar a la lectura/relectura de estos capítulos donde vemos un gran ingenio humano: como el de este par de papahiguerenses que cómo hacen pen… sar a los mismos demonios.

Transición al capítulo 13 en el libro primero: Grandgousier está que nadie puede cerrarle la boca y el gesto de sorpresa debido al ingenio que su hijo demuestra en cada hora. ¿A qué otra criatura racional del universo podía ocurrírsele la invención de un magnífico y eficiente “limpiaculos”? Esto sí que es experimentación: con terciopelo, pañoletas, ortigas, mejorana, un cojín, las sábanas, la zapatilla o el sombrero, hojas de col, trozos de ladrillo, una gallina, el ropón de un letrado… Lo mejor del asunto radica en confrontar los efectos de los diversos dispositivos para la seguridad e higiene anal, tratando de encontrar alguno que conjunte comodidad y eficiencia. Éste puede ser, tal vez, “un pollo de oca con muchas plumas”. Sí, probablemente aquí tengamos al mejor limpiaculos. El joven inventor aduce que “se siente en el culo una voluptuosidad mirífica, tanto por la dulzura del plumón como por el calor templado del animalito”.

De Rabelais se han contado algunas anécdotas inverosímiles. Lo mejor será tomar nota de que lo escrito por Monsieur François es su mejor carta de recomendación: autor fresco, ingenioso, inquieto, nada ingenuo y muy original. También componedor de versos e historias que ahora son parte del pueblo: ese pueblo que es conquistado cada vez que vuelve a estas páginas que comprenden de las peripecias vividas en el mundo de Gargantúa y Pantagruel. ■

 

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