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viernes, 29 marzo, 2024
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Falleció la escritora y abogada Guadalupe Rivera Marín, hija del célebre muralista

■ Egresada de la UNAM, compaginó su trabajo de servidora pública, como diputada, senadora y delegada, con la creación literaria y la docencia

■ En varios libros exploró la relación con su padre, quien la llamaba Pico

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Por: La Jornada •

Ciudad de México. La escritora, historiadora, abogada, ex senadora y promotora cultural Guadalupe Rivera Marín, hija del pintor Diego Rivera y la modelo y novelista Guadalupe Marín Preciado, falleció ayer a los 98 años, informó su familia. El sepelio se realizó en la agencia funeraria J. García López, Casa Pedregal.

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La Secretaría de Cultura federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura anunciaron que a través del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, en coordinación con los recintos privados Anahuacalli y la Casa Azul, realizarán en fecha próxima una ceremonia de reconocimiento a la escritora, en acuerdo con su hijo Diego López.

Nacida el 23 de octubre de 1924, la también administradora pública alternó su trabajo literario y de investigadora con su carrera política. Fue diputada federal en tres ocasiones y senadora en dos, así como delegada en Álvaro Obregón, en la Ciudad de México.

Rivera Marín egresó de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde cursó estudios superiores en administración pública, derecho, relaciones internacionales y economía. Obtuvo el doctorado en derecho en la misma institución, donde también fue profesora.

A lo largo de su vida publicó varios libros, tanto de índole técnica como literaria e histórica. Entre los primeros se encuentran El mercado del trabajo: relaciones obrero-patronales (1955), Bases para la planificación del desarrollo (1962) y La propiedad territorial en México: 1301-1810 (1983).

Dentro de la literatura de ficción e histórica, en tanto, escribió Un río, dos Riveras (1989), Encuentros con Diego Rivera (Siglo XXI, 1993), Las fiestas de Frida y Diego (New York, 1994), Diego el Rojo (editorial Patria, 1997), Los círculos de los dioses (Plaza & Janés, 2009) y La sabiduría de los dioses (Plaza & Janés, 2012).

Además de ser profesora de posgrado de la Facultad de Derecho de la UNAM, Rivera Marín fue directora del Centro de Estudios de la Revolución Mexicana y presidenta del Colegio del Bajío (Colmex).

En 2000 creó la Fundación Diego Rivera, para promover la obra de su padre. Dedicó los últimos años de su vida a escribir e impartir conferencias en universidades y centros de cultura de Europa, Estados Unidos y países de América Latina, así como diversas ciudades de México.

En el afán de saber más acerca de su padre y su vida con él, en 1989 Rivera Marín publicó Un río, dos Riveras: Vida de Diego Rivera, 1886-1929 (Alianza Editorial Mexicana). Con ese trabajo, la abogada percibió su ignorancia acerca de él, de su vida y de mí misma. (Si) casi nada sabía de nosotros como padre e hija, resultó más evidente aún el desconocimiento de su mundo, su arte y su política, escribió entonces.

Para Guadalupe, este encierro ante una realidad ocurrida muchos años atrás no fue gratuito. Los recuerdos de mi infancia eran chispazos en el fondo oscuro del abandono, del miedo, del temor. Viví ignorante ante la posibilidad de aumentar mi angustia, pero recapacité a tiempo, añade en el libro.

Un vínculo nebuloso e incierto

La escritora hurgó en el pasado hasta saber el origen de la familia Rivera y qué había detrás del pomposo nombre de Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera Barrientos de Acosta Sforza y Rodríguez de Valpuesta. Encontró abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y choznos. “En seguida aparecieron los demás parientes y amigos de mi padre para protagonizar toda una ‘comedia humana a la guanajuatense’ que fue trasladada al marco de la capital de la República con el mismo contenido. Las relaciones familiares endebles, generadas desde su nacimiento, lo acompañarían a lo largo de su vida”, señaló la autora.

Guadalupe Rivera Marín nació en 1924, “a los tres años del regreso de Diego de Europa (…) Casi al nacer, papá me llamó Pico, una fracción de Lupe Marín. Al nacer Ruth, mi hermana, pasó a ser Chapopote o, más cariñoso aun, Chapo. Vivimos en familia hasta 1929, cuando Diego se casó con Frida Kahlo y Lupe con Jorge Cuesta”.

Estos dos acontecimientos, resaltó, fueron la clausura de mi posibilidad de disfrutar una infancia más o menos normal.

A partir del doble matrimonio, sigue el relato, cambió el tono emocional de nuestra relación, hasta llegar a convertirse en un todo nebuloso e incierto. Durante los 10 años siguientes, supe de Diego y de Frida principalmente por las notas periodísticas donde se agrandaban o reducían sus figuras. A cambio de ello, Lupe y Jorge se volvieron personajes principales de otra comedia humana.

Al finalizar 1929, el arquitecto Ajuria terminó la casa de Tampico 8, adonde “fuimos a vivir Ruth y yo con Lupe y Jorge, después de pasar una temporada en Córdoba, al lado de la veracruzana familia Cuesta. Ahí llegaron a vivir Frida y Diego de recién casados. Ahí nacería meses más tarde mi hermano Antonio Cuesta, hijo único del ahora reconocido crítico y poeta. Ahí empezaría lo que pudiéramos llamar un amable ménage intelectual entre Diego, Lupe, Jorge y Frida, hoy por hoy mi padre, mi madre, mi padrastro y mi madrastra. Cuatro personaje cuyas vidas son, por sí y cada una de ellas, parte del drama, la tragedia, la comedia, la poesía y el arte del México donde murieron y continúan viviendo”.

De acuerdo con Rivera Marín, las heridas de la niñez fueron más profundas en su hermana Ruth: Yo continué viviendo en la otra ribera del mismo río: viendo cómo la comedia humana continuaba tejiéndose, a veces involucrada en los acontecimientos, a veces siendo su protagonista.

Guadalupe Rivera Marín, abrazada por su padre, Diego Rivera, en 1927 FOTO: WIKICOMMONS
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