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jueves, 25 abril, 2024
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Drogas y dinero

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Quién sabe si sea leyenda urbana o sea realidad, pero parte del mito de Rafael Caro Quintero incluye un supuesto ofrecimiento de pagar la deuda externa de México a cambio de su libertad. 

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La idea puede parecer exótica, pero no descabellada. Segura estoy que no son pocos los mexicanos que piensan que se debió aceptar su oferta, si es que ésta alguna vez existió, y suponiendo también que el narcotraficante tuviera realmente ese nivel de ingreso que la leyenda presume.

Pues parece que algo así sucede en Corea del Sur, donde el líder de la empresa Samsung, el multimillonario Lee Jae-yong recibió un indulto presidencial a su condena por soborno y malversación de fondos, para que contribuya a “superar la crisis económica” de su país.

Esta medida que beneficia a la persona 278 más rica del mundo según la revista Forbes, alcanza también a otros ejecutivos acusados de soborno, para que “lideren el motor de crecimiento continuo del país a través de la inversión activa en tecnología y la creación de empleo” según el comunicado del Ministerio de Justicia de ese país (ver https://www.jornada.com.mx/2022/08/13/economia/016n2eco). 

Más allá de la anécdota, queda claro que la actividad delictiva y la economía, incluso la de naciones tan fuertes como Corea, parecen estar inevitablemente vinculadas. 

Solo las ventajas económicas que deja el tráfico de drogas en Estados Unidos hace comprensible por qué, a pesar del poder y recursos de ese país, sigan siendo tan toleradas al interior de sus fronteras, y combatidas en el resto del mundo. 

Según el último informe, más de 100 mil estadounidenses murieron por sobredosis entre abril de 2020 y abril de 2021, 28.5% más de los que fallecieron en los doce meses anteriores. 

Una parte de esas defunciones proviene de las drogas legales que proporciona una industria farmacéutica que se combina con un servicio de salud y seguridad social privado. 

Pero las finanzas estatales también se han visto beneficiadas de las adicciones, al menos si damos por cierto la investigación periodística de Gary Webb, de que la CIA financió a la contrarrevolución de Nicaragua gracias al tráfico de estupefacientes.

Ni qué decir de las enormes ganancias que recibe la industria armamentista americana gracias a la violencia que vive México en un contexto de lucha de plazas, justamente para el trasiego de drogas. 

Además de todas las ganancias económicas, la supuesta guerra contra las drogas permite tener, o cuando menos buscar un control político en América Latina que resulta convincente, en los casos de buena fe, para quienes asumen que sólo los norteamericanos pueden con tan compleja misión. 

Sin embargo, los métodos de esta guerra, donde, entre otras cosas, se le vende armas al enemigo, hacen pensar que estamos más frente a una búsqueda de control geopolítico o de divisas, que en una cruzada por el bienestar y la salud de los consumidores. 

Así lo demuestra la aparente dureza con la que se trata en esta “guerra” a los operadores logísticos del tráfico de drogas, en contraste con la benevolencia con la que se trata a la parte financiera del negocio, es decir a los que lavan dinero que ingresa a bancos e inversiones. 

Aun en el lado operativo hay diferencias, pues mientras algunos reciben todo el rigor de la ley, como es el caso del Chapo Guzmán que muy probablemente pase el resto de sus días en prisión; otros, de similares “pecados”, logran acuerdos que los aleja de las cárceles en tiempos record, a cambio del módico precio de brindar información. 

El argumento es que esos testimonios permiten localizar delincuentes de mayor nivel y peligro, sin embargo, tratándose de los personajes que autoridades, películas y periodistas, pintan como “jefes de jefes” y máximos protagonistas, ¿qué se espera más arriba que eso? 

Por supuesto, detrás, o mejor dicho arriba de la caricatura norteña del hombre rústico de habla golpeada, están empresarios respetables cuyos cercanos llenan las revistas de sociales, y políticos de trayectoria a quienes se les ve apenas lo mínimo necesario para conservar poder.

Es en el control de estas figuras y sus secretos donde está la verdadera guerra.

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