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martes, 16 abril, 2024
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Voces rompen la noche – Base Atenas, de Fernando Trejo

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Por: JULIO CÉSAR TOLEDO •

La Gualdra 518 / Poesía / Libros

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Por la vía láctea se encontrarán
en algún planeta, en algún lugar

…parte del aire.

F.P.

Yo amaba a mi papá con un amor animal. Me gustaba su olor, y también el recuerdo de su olor, sobre la cama…

H.A.F.

La voz es tu instrumento, poeta. La poesía no está, solamente, en el poema. Y la voz, la verdadera voz de poeta, como el ladrido del perro fundamental del mundo, se oye en todas las esquinas, de todas las casas, de todas las ciudades… 1

Por qué la poesía puede existir en donde nadie la llama ni la busca. Es tan poderosa, en su condición de etérea, pero también en la concreción del lenguaje que la transporta, que se hace presente aún sin nosotros saberlo. No precisa de cables ni dispositivos, excepto, quizá las palabras, o mejor dicho, la voz. Desconectada de todo, menos del mundo, la poesía viaja por hemisferios incrustando perdigones de voz en los cristales, que también son otras voces, todavía en formación y que en futuros no lejanos ocuparán esos claros donde se gesta, día a día, lo que llamamos la vida. Por eso un gesto simple, o simplemente humano, como el de la afición, de cualquier afición que uno ejecute con sincera vocación, se vuelve La poesía. Insisto, no siempre es la intención, no siempre fue el deseo; sin embargo, aparece porque nada le gusta más a la poesía para hacer nido, que aquello que es sincero. Pero se necesita una frecuencia específica para que exista. Es decir, un catalizador que “capte” las ondas de poesía que viajan por el aire. 

Estamos hablando de Base Atenas, libro de poemas que escribió Fernando Trejo, joven poeta chiapaneco, y que editó y publicó con esmero Mantis Editores. Libro que ganó el premio Rodulfo Figueroa, sin duda una institución de renombre entre los reconocimientos literarios nacionales, y en particular del sur del país. 

La poesía no urge tramas ni temáticas para ser. Pero este libro acierta justo en el universo que convoca, primero, para luego crear uno propio, y con ello trazar las claves para un recorrido fructífero hacia la voz (poética), y por ella misma. 

Los hombres (de la radio) son luces en la noche. Parece un escenario mágico, en la oscuridad de una noche inmensa, algunos sonidos rompen ese manto de silencio: es la radio que escupe voces, que las lanza como luz a lo negro 2. Cada una de esas voces aparece como solitaria, pero le acompaña la imagen discreta de un hombre que la entona, y a cada hombre parado (en su parte de noche) frente a su radio de banda civil, le corresponde otro, imaginando como en un espejo infinito que algo les conecta. Y sí, les conectan las voces que viajan; las palabras que reconocen como la hechura de una misma casta. Es mágico porque en su dimensión de afición sin mucho chiste, más en estos tiempos de hiperconectividad e inmediatez absoluta, dibuja la metáfora perfecta de lo que la poesía puede ser. Piénsenlo: un hombre, siendo solamente un hombre, frente a un aparato complejo pero que entiende a cabalidad y manipula con la soltura de un piloto avezado, lanza sin saber si habrá respuesta a ello, su palabra. La palabra entonces, que sigue siendo parte de aquel hombre, viaja sola, le representa, pero es su huérfana y ya nada depende de él. Puede perderse en la inmensidad del aire, del espacio que hay entre su hombre y otro, posible e improbable. Pero a veces, y solo a veces, esa palabra encuentra otro aparato, igualmente complejo, de otra forma y marca, pero funcional para emitir y recibir palabras, ahí encuentra un nido temporal, porque todo está sujeto al tiempo, la palabra… y otro hombre la escucha, y la entiende o no, no importa de principio, pero algo de sentido tiene, y ahí es donde conectan. Desde luego es mejor cuando la entiende, porque eso abre una puerta mucho más directa al tacto, porque tocarse es lo que siempre buscamos. Pero aún cuando no, algo se abre. El hombre imagina al otro, se imaginan y en ese acto se crean, y no encuentro una metáfora mejor para describir el acto poético. 

Todo ese asunto de la traza invisible que conecta universos a través de la voz adquiere su mejor hechura en la mirada del niño que adora a su padre. Todas las historias, dice Ricardo Piglia, son sobre el padre. Y esta sí que lo es. Pero, como en Hamlet, el padre es también la voz del hijo, es el hijo desdoblado en fantasía y anhelo. Estos poemas van dibujando con exactitud ese embeleso del hijo por el padre, retribución de un amor manifiesto en la transparencia de los “cristales” como él mismo llama a sus hijos. Una épica familiar se va contando a través de estos poemas: un hijo que mira al padre desde su rincón de la noche haciendo el mundo heroicamente para él. Y no es gratuito que en esa hazaña descubra el niño, como un Adán que desvela los misterios del mundo y del lenguaje, el poder hacedor de la poesía. 

En un justo equilibrio, este volumen de poemas va de lo doméstico a la extensa exploración de lo poético; en el canon de una poesía desenfadada, contemporánea en su factura, igual pone al servicio del ritmo, a Meche Carreño y su auto (para hablar de la odisea que la vida del padre fue, como antesala del amor que por el hijo desplegaría frente a la radio de banda civil), y también a la ofrenda final, altar de muertos, con que cierra esta extensa loa a la paternidad y sus designios. 

Mas la voz parece desgajarse en el aire en la que, como el vaso de Gorostiza, adquiere forma, se disipa en su rastro va dejando esas partículas de la poesía que al autor ha madurado por años, porque estos poemas datan de la infancia, aunque sea una voz madura la que los va untando en nuestros ojos y pecho. La calle con su juerga de luces quebranta el silencio de la noche. Y la noche del lector se ilumina en la poesía. Estos versos que transportan la voz de Trejo están pulidos para que uno se asome a través suyo a esa infancia donde precozmente la palabra denomina los milagros de la cercanía. Y ¿no es eso uno de los sentidos primarios de la escritura poética? Y, acaso, ¿no es ahí, en la vocación de asombro, que encuentra su núcleo la poesía?

Ese mensaje, con su cifrado especial, sus sobrenombres: contador, sus palabras en clave para distinguir del habla común esas palabras nocturnas que conectan a los hombres de pie frente a sus radios, nos llega a nosotros así, como abriendo un pequeñísimo orificio en la intimidad de una genealogía que no es la nuestra, pero, como toda la literatura que vale la pena, termina por serlo. 

Es verdad que estos versos no tienen pretensiones estéticas elevadísimas. Y es tal vez ahí donde se gesta la templanza de una honesta precisión con que han sido construidos. Hay una especie micro confección que va tejiendo tres elementos destacables: ritmo, respiración, y canto. 

Estas señales lanzadas en forma de poema atraviesan y son parte del aire. Tensan el espacio donde son, para vincular, como en un montaje escénico detalladísimo, al niño que mira desde los ojos de su infancia y estos se inflaman al imaginar el mundo que se construye en y por la voz del padre frente a su “aparato”. Él es el cristal con que se mira. Y del otro extremo está el propio padre que grácil y en dos pies hace la noche, que la inventa con sus palabras clave de camaradería, con los otros “aficionados” que no son sino los hacedores de la oscuridad más profunda de la noche, y por ende de la poesía. Y esa escena se multiplica al infinito. Cuántos “cristalitos” no habrá por ahí en la noche del mundo, recordando a su padre frente a la radio de banda civil. Pero también cuántos no habrá, buscando las palabras exactas para que el pasado y la infancia se amalgamen de la forma exacta, en la palabra, como en Base Atenas

A mí me gusta la poesía así, con esos versos sencillos que muerden el miedo, y la oscuridad con dentadura delicada. Me gusta que la poesía sea cortés con el que lee; parece que ahí puede gestarse esa conexión, esa cercanía que solo se logra cuando un verso es completamente sincero. Escribir para uno mismo, es en ese sentido escribir para el otro, ofrecerse al otro; salvar al otro de una noche inmensa y sola, y habitar el aire con las palabras de evocación individual que se torna colectiva. Escribir para salvarse, aunque sea del olvido. Escribir para salvarse. Yo escribo, dijo la maravillosa poeta Chantal Maillard, para que el agua envenenada pueda beberse

Entonces esas palabras tienden redes que salvan. Esas voces (poesía en su forma más pura), tienden cables de salvación, y rompen, como un cristal se rompe frente al vendaval, la noche. La poesía es eso: voces (como las de Trejo) rompiendo la noche. 

Fernando Trejo (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1985). Es egresado de la licenciatura en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Chiapas, y diplomado en Guion Cinematográfico por la Universidad Nacional Autónoma de México / Universidad Descartes. ha publicado los libros de poesía Circuito Amor (Morelia, Jitanjáfora, 2002); Raíces de un sueño (Tuxtla Gtz., Viento al hombro, 2002); Por las mujeres, hermanos, escribamos (Tuxtla Gtz., Viento al hombro, 2005); ¿A dónde van las palabras? (Toluca, Universidad Autónoma del Estado de México, 2006); Alba por los caminos (Tuxtla Gtz., Universidad Autónoma de Chiapas, 2006), Cuaderno Invertebrado (Tuxtla Gtz., Viento al hombro-CONECULTA Chiapas-CONACULTA, 2009), bérsame (Tuxtla Gtz. Secretaría de Educación de Chiapas, 2011; Segunda Edición CONECULTA-Chiapas, 2014)), Travelling (Ciudad de México, Literal, 2011; primera reimpresión 2014), Las alas de mis ensoñaciones que son pájaros (Puerto Rico, Espejitos de Papel Editores, 2012), Solana (Ciudad de México, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2014; Segunda Edición, Mantis Editores-UNACH-El Carruaje Ediciones, 2018), Ciervos (Monterrey, Atrasalante-CONECULTA-Chiapas, 2015) Base Atenas (Guadalajara, Mantis-CONECULTA-Chiapas-UNACH, 2016), La abuela está en la casa porque he visto su voz (Sonora, Cuadrivio-Instituto Municipal de Cultura y Arte de Hermosillo, 2018). Ha sido becario en los períodos 2004-2005 y 2007-2008 por el Programa de Estímulos para la Creación y el Desarrollo Artístico (PECDA) en el área de poesía; del taller de poesía Bosque sin Senderos, en San Agustín, Etla, Oaxaca, por el CONECULTA Chiapas 2007. Becario del Instituto Mexicano de Cinematografía en producción y diseño sonoro en 2010; y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en 2018. Ha obtenido los siguientes premios: Juegos Florales San Marcos 2006, Premio Municipal de la Juventud 2007, Premio Regional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2008, Premio Estatal de la Juventud 2009 en el área de poesía, Premio de Literatura Joven Max Rojas 2011, Mención Honorífica del Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2014, Juegos Florales Nacionales Anita Pompa de Trujillo, Segundo Lugar Premio Nacional de Poesía Joven Jorge Lara 2014, Premio Regional Centroamericano de Poesía Rodulfo Figueroa 2015, Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2017, Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal 2018, Premio Estatal de Poesía Armando Duvalier 2019 y Premio Primeros Juegos Florales Raúl Garduño 2020.

* Julio César Toledo. Escritor. Es autor de los libros de poemas: Quicio, Suplencias para el nombre del padre, Esdrújulo animal, Todavía suposiciones para un país que ya no. Y de los libros de narrativa: La vida a escala, Los libros de la fatalidad, El fervor de la materia. Escribe y produce cine y televisión.

1 Trejo, Fernando. Base Atenas. p. 44. Poema Solo.

2 Baudrillard, Jean. La transparencia del mal. p. 129.

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