Marco Antonio Torres Inguanzo, docente de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), afirmó que el crimen organizado ya penetró en las instituciones educativas, especialmente en las que aglutinan una mayor cantidad de alumnos, lo que implica la necesidad de diseñar una estrategia.
“En realidad todavía no comienza una política y apenas se están dando los primeros pasos. Las instituciones han ido muy lento, han tenido una reacción excesivamente lenta ante este problema y parece que hay reacción en algunos lugares porque ya están sintiendo los efectos”, dijo.
Desde su punto de vista, el consumo de drogas en la educación media superior puede ser producto de una estrategia intencionada de los grupos delincuenciales por el gran número de alumnos y por su edad.
Entre los factores de riesgo que debe atender una política de prevención, dijo, es la integración psicosocial de los jóvenes, las expectativas de vida que tengan, entre otras cosas, para evitar que se integren en la red de consumo o incluso de distribución.
Torres Inguanzo expuso que antes existía la venta de droga al interior de las instituciones educativas, pero antes “no estaba vinculada a organizaciones delincuenciales y hoy sí. Ese factor de diferencia hace que la venta de droga genere otros problemas como el secuestro y la extorsión”.
“De esa manera, los mismos distribuidores, mientras están trabajando con grupos criminales, pasen a otras formas de delito. Eso es relativamente nuevo, porque el consumo siempre ha ocurrido entre los universitarios, en los conciertos, pero ahora hay esta diferencia, que el que distribuye ya no es un chico autónomo e independiente, sino que está enlazado a grupos delincuenciales”, agregó.
En ese contexto, la situación es complicada de atender y las autoridades no saben qué hacer al respecto, además que “piensan que hacer algo implica ponerse en riesgo, aunque no es así, hay formas de hacer cosas sin poner en riesgo las comunidades escolares. El asunto es que tengan la voluntad de hacerlo”.
El problema es que al dejar pasar el tiempo se permite que la situación se agrave y se enlace con otros incidentes. Hace un mucho tiempo, por ejemplo, hubo el caso de un alumno de la secundaria de la UAZ que se intoxicó por el consumo de alcohol dentro de las instalaciones.
Torres Inguanzo manifestó entonces que “no hay protocolos de actuación en las escuelas, ni está sistematizado el problema, es decir, no se sabe qué hacer, cómo, en qué momento. Tener un protocolo significa que todos están de acuerdo en un procedimiento perfectamente establecido, pero no hay eso”.
Aunque hay propuestas de procedimientos en los planteles de educación media superior, señaló que hace falta “que den el paso a la decisión, a la determinación de actuar, porque veo que as autoridades aún están en una ambigüedad, con una actitud indefinida y titubeante”.