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jueves, 25 abril, 2024
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Carta a mi Madre

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

Para María del Carmen Hernández,
Mi Madre

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No es la primera vez que dedico desde el corazón algunas líneas para ti, simplemente creo que son muchas las cosas que quiero que sepas y bastos los recuerdos que tengo de ti; qué decir del agradecimiento que te tengo por tantas cosas y cada detalle que me ha hecho tan feliz. Siempre estaré agradecido contigo Mamá por haberme dado la oportunidad de estar aquí en este mundo, agradezco cada bocanada de oxígeno que mis pulmones inhalan y exhalan, me he maravillado con muchas cosas que la naturaleza nos da, mi niñez se desarrolló precisamente en lugares llenos de vegetación y de bellezas que el Universo construyó con el pasar de millones de años, recuerdo con cariño a tu tierra natal, nuestro Jaral del Progreso y Valle de Santiago, donde las tierras negras contrastan con lo verde de los sembradíos, espacios en los que cada que podemos, visitamos para cargarnos de energía y de paso saludar a la familia. Mamá, siempre fuiste una educadora muy sana y, a tu forma, supiste guiarme muy bien, infundiste en mí el respeto a los mayores, a mis abuelos, abuelas y tíos, inculcaste en mí muchos valores y estuviste al pendiente de mis travesuras (que fueron bastantes) cada día. Muchas de las penurias que aparecieron en mi infancia fueron desvanecidas con tus ocurrencias, con tus carcajadas, con cada positividad que encontraste a nuestras adversidades, que no fueron pocas. Te esforzaste mucho y complementaste cómo pudiste, la comida y lo necesario para subsistir, aunque varias veces también te vi llorar y solo por momentos te quebraste aunque al día siguiente ya estabas íntegra para seguir adelante. Sé que tu infancia y tu vida desde que te conocí, no fue sencilla, sin embargo, tu fe siempre fue mucha, por ti conocí a Dios y su grandeza y, aunque el temor a él prevaleció por algún tiempo, ahora somos buenos amigos, creo y confío en su bondad infinita y en las distintas formas en que se manifiesta. Siempre te esmeraste por mí, soy tu primer hijo y el más consentido, te amo tanto Mamá y también me has hecho mucha falta, pero la edad y nuestra cultura machista me prohíben correr y llorar en tus brazos como cuando era niño, cuando tenía la justificación para abrazarte y sentir la paz y el consuelo que sentía con tus manos cálidas en mi rostro. Lamento mucho haberte hecho sufrir cuando aquel accidente que tuve por no hacerte caso; sin embargo, cuando ibas conmigo en la ambulancia, yo me sentía protegido y seguro. Siempre estaré satisfecho por haberte regalado varias cosas el Día de las Madres, cuando trabajé de cerillo en La Quemazón, previamente escogía el regalo en la misma tienda y aunque ya tarde, las propinas lograban reunir lo necesario para entregarte con mucho orgullo el producto de mi pequeño esfuerzo, que era lo que en ese tiempo podía y lo que en ese entonces tenía. Siempre estuve seguro de tenerte, me defendiste de todo pero nunca permitiste nada que no fuera legal, siempre fuiste estricta con el derecho ajeno y las cosas de los demás, lo cual agradezco con el alma pues soy el resultado de ti, de cómo me formaste, puntual en la escuela, cumplido con las tareas y revisora permanente de ellas. Fui tremendo Mamá, siempre inquieto, fui un huracán incansable pero siempre lograste contenerme, las reglas y los límites fueron impuestos a través de tus consejos pero también a chanclazos; nunca ocupe terapias, tú fuiste mi psicóloga, mi maestra, mi consejera y mi instructora de defensa personal para enfrentar con éxito lo que ahora se conoce como bullying, sin duda eran otros tiempos, pero también eran mejores, no se advertía tanta descomposición social. Ya grande, me previniste sobre los fracasos que estuve a punto de experimentar y que experimenté, tuviste mucha razón, ahora me arrepiento tanto, no obstante, fue parte de mi formación humana y mi aptitud de serguir aprendiendo, reconozco que no soy una versión terminada de mí, por eso sigo necesitando de tus muchos consejos y advertencias. Varias veces tuviste boca de profeta, lo que augurabas se cumplía, eras clarividente y adivina, veías a través de mí y dejaste que me equivocara, aprendí muchas cosas sobre la marcha. Mamá, eres muy inteligente también muy orgullosa, nunca te doblegaste ante nadie, siempre te admiré, aunque siempre contribuiste a agradecer el sustento que nos daban. Mamá, quiero que sepas que te amo tanto, que no quiero que te vayas nunca de mi lado, que tienes prohibido enfermarte y menos irte al lado de mi Padre, su ausencia ya me constó muchos años entenderla. Nos falta mucho por pasearnos, mucho por bailar y disfrutar de esta vida que vivo gracias a ti.

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