Maffy como es conocida por su familia y círculo cercano, era una joven mexicana de 24 años que estudiaba la maestría en Berlín, Alemania. Su desaparición se viralizó en redes gracias al esfuerzo de sus padres, quienes, como tantos familiares, movieron cielo, mar y tierra para saber algo de su hija. Lamentablemente el peor escenario se confirmó, y el cuerpo de Maffy fue encontrado sin vida.
Maffy es una más de las que nos falta. Tan sólo en nuestro país se estima que 20 mujeres desaparecen al día en la Ciudad de México. Este año, se calculó que hay 11 feminicidios al día. Nuestro territorio se ha cubierto de madres buscadoras, que peinan desiertos y cerros en busca de sus hijas e hijos. De padres que marchan cada año buscando justicia por sus hijas asesinadas y sin justicia.
Me solidarizo con la pérdida de la familia de Maffy. Enfrentan hoy quizás uno de los mayores dolores que puede conocer una persona. Exhorto a que su caso nos sirva como un ejemplo de la complejidad de buscar personas desaparecidas.
Aparte de las barreras clásicas a la justicia y acceso de las mujeres a la misma se agregan obstáculos como el idioma, la distancia, y un sistema y protocolos jurídicos que son difíciles de entender.
Al inicio del caso, mucho se dijo de cómo la búsqueda se entorpeció por un desconocimiento de las partes mexicanas sobre las leyes de privacidad alemanas. Esto sólo pudo ser saldado cuando el gobierno mexicano entró de lleno al caso, pero se perdieron horas críticas.
Sabemos que en un caso de desaparición las primeras horas son cruciales. Actuar durante este primer margen es uno de los componentes claves cuando desaparecen mujeres jóvenes y niñas.
Una vez más debemos reconocer la capacidad de la sociedad civil para organizarse y cubrir vacíos que el Estado no pudo. Fueron parientes, amistades y civiles quienes fueron pegando físicamente carteles buscando a María Fernanda.
Escribo estas líneas para reconocer este esfuerzo, y para sumarme al grito de justicia.
La hipótesis dada por las autoridades alemanas es de una posible crisis mental. Esto no significa que debamos cruzar las manos. Desde mi Asociación Civil, Rosa Mexicano, he hablado constantemente de la necesidad de visibilizar y apoyar la salud mental, en especial en el caso de las mujeres. Al punto que se dice que “Ser mujer es un factor de riesgo para la salud mental”.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Psiquiatría las mujeres doblan en número a los hombres en diagnósticos de depresión. Esto, sin embargo, es solo la punta del iceberg, ya que se considera que la mayoría de los asuntos de salud mental ni se habla ni se trata.
El caso de Maffy nos recuerda la importancia de la lucha por los derechos de las mujeres. Recordemos que la violencia de género tiene múltiples manifestaciones y la falta de acceso a recursos de salud mental es uno de ellos. De acuerdo al Fondo de las Naciones Unidas para la Población, al mundo le faltan casi 143 millones de mujeres.
Mujeres y niñas que mueren por ser mujeres, víctimas de violencia de género. Mujeres y niñas que hoy no están. Este número es mayor al de toda la población mexicana. Nos faltan países enteros de mujeres. La pérdida que experimentamos es inimaginable y una herida que luchamos por sanar.
Se tiene que decir, hasta el cansancio, hasta que no quede más voz, hasta que la dignidad de las mujeres se vuelva costumbre: ni una menos.