11.8 C
Zacatecas
jueves, 25 abril, 2024
spot_img

Y todos serán cabras

Más Leídas

- Publicidad -

Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

La revista “The Spectator”, en su número del 4 de marzo de 2023, publica el artículo “Why I´m sticking up for science”, de Richard Dawkins. En éste, el autor escribió: “El gobierno de Jacinta Ardern implementó una política ridícula. Operada por Chris Hipkins, ministro de educación antes de volverse primer ministro, consiste en enseñar la “ciencia occidental” en pie de igualdad con los “modos de conocimiento Maorí”. Según relata Dawkins, siete científicos se opusieron a tal resolución y escribieron en contra para la revista “Listener”. Tal opinión llevó a que la New Zealand Royal Society investigara, de modo “inquisitorial” a tres de los siete, que eran miembros de esa asociación. Dos de los investigados decidieron renunciar a su membresía y el otro murió. El asunto en disputa es si la “ciencia occidental” puede ser colocada en igualdad de condiciones con otro tipo de conocimientos, sean estos de origen maorí o de cualquier otra agrupación humana con costumbres y cosmovisiones diferentes de la europea. Dawkins defiende que la ciencia “occidental” no pertenece a Europa, sino que es universal. Se basa en evidencia, predicciones cuantitativas confirmadas, metodologías precisas y, sobre todo, se autocorrige. No es una fe, sino un sistema autocorregible de afirmaciones provisionales, sujetas a constante verificación. Por ende, no se impone desde el poder político, sino por la superioridad de sus resultados prácticos. Enseñar los mitos maorís, o las prácticas chamánicas wikáricas, como si fuesen similares a las teorías de la gran explosión o la descripción de las vías metabólicas del sodio es confundir a los estudiantes. Parece, pues, que existe una crisis invisible en las universidades. O bien se descubren las tramas criminales del plagio de tesis o bien se revela que lo que se enseña raya en la estafa. No es el asunto comentado por Dawkins algo que sólo ocurra en Nueva Zelanda, o en los países anglosajones, la oleada del “pensamiento débil”, relativista y anticiencia, se encuentra más cerca de lo imaginable. De hecho, ya se encuentra implantado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), a través del Doctorado en Filosofía e Historia de las Ideas. Si se consulta el plan de estudios del programa mencionado se puede constatar que uno de los temas tratados es “racionalidades divergentes (tradiciones no occidentales)”. Más aún, se puede leer con provecho el artículo “La mirada de los otros. Filosofía occidental y pensamiento chamánico indígena”, de Leobardo Villegas (en el libro N. Guzmán, L. Villegas. S. Espinosa “Filosofía occidental y pensamiento indígena”, Taberna Libraría, 2021), en el que se enuncia la superioridad del pensamiento chamánico porque: “poder cambiar de cuerpo y volver a la identidad del propio cuerpo supone experimentar diversas perspectivas o, lo que es lo mismo, palpar distintas partes del elefante; tener muchos ojos” y también “nada impide, por tanto, que se puedan experimentar metamorfosis simultáneas que impliquen a las plantas, los animales, los demonios caníbales, los dioses que adoptan el estatus de cazadores de hombres o de legistas citadinos”. Parece claro que el autor cree que existe algo así como una transformación de los seres humanos en animales. Literalmente se transforma un cuerpo humano en un cuerpo de planta o de cerdo. No hay mención explícita a la ciencia “occidental”, el autor prefiere remitirse a la filosofía occidental. Sin embargo, la referencia a aquella es implícita porque cualquier modificación real, no metafórica, del cuerpo humano, debe remitirse a los datos de la anatomía y la fisiología. Y, cosa extraña, el saber biológico “occidental” no contempla la transformación de un cuerpo humano desarrollado en otro. Quizá esta afirmación suene dogmática porque muchas personas creen que se puede transformar a un hombre en una mujer. Tal vez sea así, pero si resulta posible lo es con ayuda de la ciencia “occidental”, no con pócimas wixárikas. Como se ve, no es necesario un decreto gubernamental para que exista una implantación del pensamiento débil en las universidades. Lo que no está mal si se sujeta a la discusión crítica. Tampoco es desafortunado que proliferen publicaciones al respecto, pueden resultar incluso divertidas como esos libros acerca de la vida de Hitler en la Antártida o el aterrizaje masivo de ovnis en la Catedral Basílica de México. Porque no es de manera dogmática como se debe combatir la oleada del pensamiento débil mágico y arcaizante, sino mediante la crítica de esas supuestas “lógicas otras”. Una universidad como la UAZ nació con un proyecto cientificista, tomado de esa versión del idealismo alemán denominada marxismo. La caída de la Unión Soviética fue también un abandono de ese proyecto en favor de la confusión, el relativismo y los “pensamientos divergentes” como salida ilusoria de la bancarrota ideológica. Aceptar esto equivale a renunciar a la crítica, y por ende, a la ciencia. De esto no se sigue el apoyo a los nacionalismos retrógradas y los sectarismos, pero casi. Tampoco implica dejar de lado el compromiso con las masas, pero sí la renuncia a desalienarlas mediante la educación crítica y científica. Falta poco para que surja algún universitario que proponga eliminar el hambre de las mayorías transformándolas en hatos de cabras, cuyo sustento se encuentra en el monte.

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -