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martes, 30 abril, 2024

El valor de la palabra, los acuerdos y el capital social de un gobierno

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Por: La Jornada Zacatecas •

La capacidad de un gobierno para resolver problemas es directamente proporcional a los capitales que tenga y la manera en cómo los gestione. Pongamos en el tapete cuatro capitales: financiero, humano, simbólico y social. El capital financiero le permite fondear los proyectos de desarrollo; el capital humano le da personal capacitado y sapiente operando las acciones de gobierno; el simbólico permite que los gobierno tengan legitimidad: que representen valores que el pueblo desea; y capital social le da capacidades absolutamente esenciales: confianza y poder de operación social de las estrategias. Veamos esto último con más calma.

Bourdieu define al Capital Social como “la totalidad de los recursos potenciales y actuales asociados a la posesión de una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuos… la totalidad de recursos basados en la pertenencia a un grupo”.

La discusión en las ciencias sociales en torno a la forma de El Capital llevó a diversificar las formas de éste, ya no sólo reducido al área de la economía, sino aplicado en los procesos cognitivos, a la interacción social y a la reproducción de lo simbólico. De esta manera, surge el texto que ya se hizo clásico de Pierre Bourdieu sobre Las formas del capital. Y concibe capital económico, cultural y social. El Capital como tal, es una cosa que se reproduce, genera riqueza y parece una planta: crece y crea frutos, no por desgaste, sino por reproducción. En este caso, nos interesa el llamado Capital Social. El capital de las relaciones sociales. Con esta base, se generó una explosión del concepto para dar cuenta de las ventajas y frutos nuevos que trae consigo la conexión entre las personas. Las relaciones tienen un carácter productivo, estén o no institucionalizadas. Lo importante es que sirvan para gestionar los fines de los actores. El elemento central es la confianza, que adquiere un rasgo estructurador del escenario social. El segundo pone de relieve la manera en cómo opera: generación de organizaciones y redes.

Así las cosas, si un gobierno pierde la confianza y la posibilidad de crear redes de acción en la atención de problemas, ha perdido su capital social. ¿Y cómo se pierde la confianza? una manera de perder la confianza es eliminar el valor de la palabra empeñada. Y la confianza es como un jarrito de barro: una vez roto ya nunca queda bien su reparación. Un político hace su actividad con la palabra. Toda la política es un ejercicio comunicativo: de palabras. El valor que estas tengan y la forma de comunicarlas son esenciales para el futuro de su gobierno. Un político que pierde la confianza: con-fianza o credibilidad de que lo que dice es una forma de acción, entonces lo ha empezado a perder todo. Los compromisos futuros, acuerdos y tejidos quedan entredichos. Si el poder ejecutivo rompe acuerdos con actores y sectores clave, como el magisterio, los jubilados, los burócratas o los poderes judicial y legislativo, las organizaciones de mujeres, o con organizaciones sindicales o patronales. Así las cosas, las campañas son, en ocasiones, una bomba de tiempo. La palabra es como el alma: el que la pierde, se muere y a esta administración estatal, con menos de 100 días en el gobierno, le urge hacer acciones que le ayuden a recobrar la confianza y eso solo se hace aceptando los errores y con mucho oficio político.

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