En tanto Peña Nieto y Videgaray son humillados, ofendidos y exhibidos, presuntamente para obligarlos a ceder lo que de mil amores están dispuestos a obsequiar, por un sicópata con quien juran tienen una relación “constructiva”; por estos rumbos las cosas no resultan menos, sino acaso más hilarantes.
Manifiestan algunas abrumadoras empresas extractivas el impuesto ecológico con que se pretende gravarlas no obedece a celo alguno por la naturaleza, sino a un hueco mayúsculo en las finanzas públicas, herencia de la administración inmediatamente anterior.
Quebranto de tal magnitud que según parece obliga, al gobierno del estado, por una parte a buscar dinero donde lo haya, e intentar por otra ahorrar hasta el último centavo; con excepción, en lo que atañe a lo primero, de los abundantes patrimonios habidos por las familias de quienes encabezaron la administración aludida, y menos aun en lo concerniente a administraciones anteriores; y la holgura debida, con SUVs, choferes, guardaespaldas, gastos “de representación” y media docena de celulares incluidos, de la alta burocracia, en lo tocante a lo segundo.
Otro rubro donde quizá tampoco se practiquen ahorros es el de la seguridad pública, habida cuenta amén de las campañas de reclutamiento la abundancia de elementos de las más insospechadas corporaciones, que portadores de armas formidables y embutidos en chalecos antibalas a punto de estallido suelen acantonarse en los sitios donde muchas horas antes se produjo algún delito, particularmente si se trata de alguno llamativo, donde para contento y satisfacción de toda suerte de vendedores antojitos mexicanos, no así para los más de los circunstantes, permanecen por tiempo indefinido.
No tenemos noticia de réplica alguna, medianamente convincente, a los señalamientos formulados por los contaminadores impenitentes.
¿Cuándo hablan, Peña y Videgaray, de sus relaciones “constructivas” con el presidente Trump, se estarán acaso refiriendo al muro?