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viernes, 29 marzo, 2024
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Alza la voz contra la violencia #ENDviolence

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Por: LUIS ALBERTO BARQUERA •

Acabo de leer, de un golpe y con horror, el excelente libro de Ioan Grillo, “El narco. El corazón de la insurgencia criminal mexicana” (2012). Rescato un dato que me llamó especialmente la atención. De acuerdo con la amplia investigación de ese autor, que incluye pandilleros y sicarios en activo, la mafia criminal paga mil pesos por cometer un asesinato en Ciudad Juárez. Estamos hablando de unos 85 dólares, una cifra tan absurda que parece increíble.

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Dice Grillo: “En última instancia puedo entender que los sicarios maten para pasar de la miseria a la riqueza. Pero quitar una vida humana por 85 dólares –un dinero que sólo da para comerse unos tacos y tomarse unas cervezas durante la semana—revela una aterradora degradación de la sociedad.”

Para hacerse una idea de “cómo ha ocurrido esto”, Grillo entrevistó a la asistente social Sandra Ramírez, quien claramente le dijo: “los sicarios adolescentes son frutos de la marginación sistemática de los últimos veinte años. El gobierno no ofrece nada” –dice Sandra– Ni siquiera puede ofrecer mil pesos. La mafia es la única que se acerca a esos muchachos y les ofrece algo. Les ofrece dinero, teléfonos móviles y pistolas para que se defiendan. ¿Cree que esos muchachos se van a negar? No tienen nada que perder. Sólo ven el día a día. Saben que pueden morir y lo dicen. Pero no les importa. Porque siempre han vivido así.”

Elizabeth Villegas, otra informante, complementa: “casi todos proceden de familias rotas. No reconocen reglas ni límites.”

El Frijol, un muchacho que entrevistó Grillo para documentar su trabajo, se quedaba solo en su casa mientras sus padres trabajaban. Y solo y como pudo aprendió a encontrar amigos, diversión, apoyo y protección, al igual que cientos de jóvenes. “Pronto encontró compañía en la calle, en la comunidad de adolescentes que frecuentaban las esquinas. Jugaban al futbol, se contaban anécdotas, reían juntos y se protegían entre sí. Y sólo por eso –sin que mediara ninguna ceremonia de iniciación– formaba parte de una banda callejera (…) La pandilla es como tu casa, tu familia. Es un lugar donde encuentras amistad y gente con quien hablar. Allí te sientes parte de algo. Y sabes que la pandilla te apoyará si tienes problemas.”

Al mismo tiempo, dice el autor, mientras los empleos se colapsaban con la economía y los barrios pobres se degradaban totalmente, en 2010 “ciento veinte mil jóvenes juarenses en edades comprendidas entre 13 y 24 años –45 por ciento del total—no estaban matriculados en ningún centro de enseñanza, no tenían ningún empleo estable.”

De acuerdo con el Semáforo Municipal de los Derechos de la Infancia en http://odisea.org.mx, con base en el Censo 2010, 54,595 niños de 3 a 5 años (64.17% de ese grupo de edad) no asisten a la escuela. En el grupo de 6 a 11 son 4,798 (2.97%) y en el de 12 a 14 años 5,122 (6.92%). Entre los adolescentes de 15 a 17 años 21,201 no asisten a la escuela (29.41%); de los cuales 9,756 no han terminado su educación básica (46.02%).

En total no asisten a la escuela 85,716 niños, niñas y adolescentes de 3 a 17 años.10, 787 de 12 a 17 años trabajan. En ese mismo grupo de edad 5, 212 adolescentes viven unidos en pareja. Juárez ocupa el lugar 2,216 entre los municipios del país en muertes por lesiones de causa externa en adolescentes de 15 a 17 años (93 por 10,000, más de veinte veces respecto a la tasa nacional de 4.6). Un mundo fuera de las instituciones.

Un mundo de niños, niñas y adolescentes que “siempre han vivido así”, como dice Sandra. Un mundo más asociado a la exclusión, el “cierre social”, la discriminación, o como quiera decírsele, que a la pobreza extrema, indicador en el que el municipio de Juárez ocupa el lugar 263 en el ranking de municipios del semáforo.

Son los niños del abandono total. La familia los amarró a la pata de la cama para salir a buscar 6 dólares al día en la maquila o simplemente no supo o no pudo acogerlos. La escuela les cerró las puertas. Crecieron solos y atrapados en la calle, por donde circulaban drogas hacia el norte y armas hacia el sur.Posiblemente jamás tuvieron cerca un adulto relevante para sus vidas. Sin límites y sin horizontes la pandilla era todo para ellos. Lo peor: el estado los ignoró y el DIF ni siquiera los consideró su problema (no cuenta todavía con un sistema de información que posibilite la alerta y monitoreo de poblaciones de niños en riesgo).

¿De veras nos extraña cómo estamos después de esta suma de barbaridades?

Dice Grillo que “a veces invertir un poco de dinero en la adolescencia sale más barato que encerrarlos luego cuando van por mal camino (Mantener a un preso cuesta 125 pesos diarios, mantener a un chico en la escuela cuesta 123) (…) Los asistentes sociales son más útiles que los soldados a la hora de ayudar a los adolescentes marginados.” Perdón, pero ¿por qué estas y otras conclusiones de otros estudios aún no se entienden o no se quieren entender?

Las causas de la violenciaparecen invisibles tanto para autoridades como para amplios sectores de la sociedad mexicana, desgraciadamente (de otra forma estaríamos exigiendo fin a esta masacre). Todos los días ocurre una masiva violación de derechos a los niños de Juárez y de todo el país que parece no ser suficientemente grande para verla, en particular toda aquella relativa a la violencia y la falta de protección frente a ésta.

Por eso hay que hacer visible lo invisible. La campaña que lanzó Unicef el pasado 31 de julio nos “insta a hablar más fuerte y a tomar medidas urgentes para combatir la violencia contra la niñez.”

Nosotros decimos con todas nuestras fuerzas ¡NO MAS VIOLENCIA HACIA LOS NIÑOS Y NIÑAS! Y que nos urge un Sistema Integral de Garantía de Derechos de la Infancia. Ojalá se oiga hasta allá, hasta el Congreso de la Unión: #ENDviolence

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