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viernes, 26 abril, 2024
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Una Ley para hacer frente a la desaparición forzada y la desaparición por particulares en México

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Por: RICARDO BERMEO • Admin •

Memoria, verdad, justicia, no repetición,  son exigencias que una parte importante de la sociedad mexicana hemos comenzado -poco a poco- a metabolizar, así sea parcialmente, para reconstruir  juntos -de nuevo- nuestros lazos sociales, abriéndonos a la alteridad, al sufrimiento  de los otros, asumiéndolas como demandas propias.  Esas exigencias de la sociedad civil,  fueron relanzadas –sin volver a alcanzar las grandes  movilizaciones iniciales-  a raíz  del  informe preliminar del GIEI (Grupo de expertos independientes) sobre Ayotzinapa.  Entrecruzándose, en este decurso, una plural y diversa serie de procesos y movimientos,  aceleraron   la autoconstitución  -de un  tejido asociativo-  que logró dar voz, a las  luchas de miles de familiares de personas desaparecidas, -y a las víctimas de otros graves  delitos y violaciones  de derechos fundamentales-,    [-desde antes- del  2006 a la fecha].

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Se trata de una realidad heterogénea,  sangrante, dolorosa,  donde la esperanza   se abre camino,  en medio –y a pensar- de una violencia atroz, endémica,  persistente, con diferencias geográficas, y variaciones temporales,  donde  se pueden constatar –avances o mejoras- pero  únicamente parciales, que no modifican -substancialmente- ni el diagnóstico, ni los problemas detectados en las políticas estatales, dirigidas a combatir sus causas. Contra la reducción de la solución a un modelo securitario cuyo eje central   [más seguridad= mayor pie de fuerza, más armamento, más cárceles, más represión], se ha demostrado como una estrategia equivocada, en la medida en que estamos ante  tramas mafiosas globales, sistémicas, económicas, sociales, que hunden sus raíces  más allá del malestar en la cultura. Lo que debería llevarnos a  un “compromiso histórico” con exigencias tales como: nuestra propia transformación “antropológica”, y una ruptura democrática constituyente.

Una parte fundamental de ese panorama, se ha sintetizado en un debate, de contenido  crucial,   alrededor de la “crisis de  derechos humanos”, uno de cuyos  más recientes avatares,    ha sido    el  Informe   “La situación de derechos humanos en México”, por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.  Donde por un lado, vemos los esfuerzos del Gobierno Mexicano por darle la vuelta,  buscando evitar que  la caracterización misma de  “crisis de  derechos humanos” pueda poner  en juego “otro  orden de sentido”, otra verdad, esta vez sí -efectivamente-  “histórica”,  que  conspira contra el sentido común instituido, por demás contradictorio, formado por una endeble “verdad histórica” oficial… sin verosimilitud, muy próxima  al “grado cero” de legitimidad.  Prendida de alfileres, gracias a la labor incansable de los medios de comunicación hegemónicos, y a los restantes apuntalamientos del imaginario social dominante, incluyendo al Estado mismo.

Mientras, por el otro lado,  apuntalada por el esfuerzo -hasta ahora sostenido-  de familiares, inmersos en  un intenso -y muy difícil-  esfuerzo de auto-organización, desde la particular perspectiva de los derechos humanos, los diversos movimientos de familiares de personas desaparecidas,  y de las organizaciones que les acompañamos consideramos, las aportaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, como un valioso apoyo para continuar construyendo  una visión crítica del mundo de significaciones del poder y la política, capaces de permitirnos transitar del dolor psíquico, a la elaboración del duelo;  desde ese sujeto sin palabras, al empoderamiento propio de sujetos sociales -y políticos-, capaces de una autoalteridad sostenida,  donde las personas –y colectividades- afectadas encontremos -y seamos a la vez- portadores de significaciones capaces de destronar estas “democracias corruptas”.

Lo que debería de  conducirnos –en consecuencia-  a impulsar un cambio, a  transformar un sistema   empeñado en establecer un pacto social regresivo [del Estado de derecho al Estado de seguridad], que es antinómico –y antagónico- al mundo común al que aspiramos; basado este último, en la invención  de instituciones que nos permitan ir más allá de la actual desestructuración/reestructuración  societal,  y de todo lo que ella  genera de sufrimiento y desamparo a nivel subjetivo -y objetivo-. Creando  un mundo común,  ligado a una historia, a un presente, y  a un provenir  donde sea posible vivir  construyendo la paz con justicia y dignidad.

Por estas razones hay que estudiar las razones esgrimidas en el pronunciamiento de la sociedad civil, publicadas en La Jornada, que acompañó al Informe de la CIDH,  donde destacan que el principal desafío que tenemos en México, es romper el ciclo de la impunidad. Señalando cómo ‘‘Hacer caso omiso a estas recomendaciones significaría, una vez más, el desdén gubernamental hacia una política real que tienda a erradicar las violaciones a los derechos humanos de la sociedad mexicana’’.

Uno de los problemas más graves detectados en ese diagnóstico, es precisamente el de las personas desaparecidas, de ello deriva la recomendación, entre otras, de una Ley sobre desaparición y desapariciones forzadas.

Justamente el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México ha elaborado un  pronunciamiento que  vuelve a posicionar -con fuerza y claridad-  estos temas, pero esperaremos a su publicación para darlo a conocer íntegramente. ■

 

https://www.facebook.com/coordinadorazacatecana.caravananacional

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