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domingo, 12 mayo, 2024
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Remedio para el estrés

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Por: ÁNGELES GONZÁLEZ GAMIO •

Uno de los principales males de la sociedad del siglo XXI es el estrés. En grandes ciudades, como la nuestra, se agrava porque todo es más complicado: el transporte, la inseguridad, la contaminación, el tráfico, las aglomeraciones y un interminable etcétera.

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Por fortuna hay paliativos. Si está usted a punto de explotar, vea la manera de escapar un par de horas, de preferencia entre semana, y vaya al Museo de Arte Moderno (MAM). Está en Paseo de la Reforma, a unos pasos de la Estela de Luz.

Antes de entrar al recinto, dé un paseo por el nuevo Jardín Escultórico. Digo nuevo porque aunque tenía décadas, estaba muy deteriorado, pero dentro del proyecto Chapultepec, Naturaleza y Cultura se hizo una fuerte inversión en la que no solamente se restauraron las obras escultóricas, también se renovó la flora de la que son parte importante añejos árboles.

Se diseñaron unas veredas que permiten apreciar las esculturas. Se instaló iluminación de bajo consumo de energía que abarca los 27 mil metros cuadrados de áreas verdes y se convirtió en un lugar accesible e inclusivo.

Allí se muestran 78 piezas representantes de gran parte de los artistas más destacados de los siglos XX y XXI que brindan una visión histórica de la riqueza y diversidad de la escultura moderna en México. Hay para todos los gustos: obras figurativas, modernas abstractas, geométricas, realistas de corte nacionalista, de grandes y pequeños formatos.

Respire hondo, camine despacio para gozar lo que le rodea y le aseguro que a medio paseo se le redujo el vapor; al concluirlo, está listo para finalizar la cura al visitar, en el interior del museo, la exposición El silencio y la eternidad de la artista de origen británico Joy Laville.

Este año se celebra el centenario de su nacimiento y el MAM tuvo la excelente idea de festejarlo con esta muestra, que busca revisitar su obra y acercarla a nuevas generaciones.

Laville nació en la isla de Wight en 1923 y emigró a México en 1956. Aquí redescubrió su vocación artística, se casó con el escritor y periodista Jorge Ibargüengoitia y se volvió parte del ámbito cultural del país.

Su obra es única e indescriptible; los curadores mencionan que es dueña de una propuesta a contracorriente de las tendencias de su época. Es una pintura sutil, de colores suaves, con figuras casi evanescentes. Impresiona la cantidad de tonalidades de un mismo color que puede manejar en un lienzo. Hay paisajes marinos en los que podemos apreciar cinco o seis distintos azules, cada uno con un lenguaje distinto.

Es una obra bella y profunda que transmite serenidad y a la vez incita a la reflexión. Cuando conocemos algunas facetas de su vida personal, desciframos algunas claves de su sencilla y a la vez compleja pintura.

Su marido fue un destacado escritor y periodista crítico que falleció en un accidente de aviación. En muchos cuadros aparece un lejano avioncito en el paisaje azulado.

La exposición abarca desde la década de los 60 hasta su fallecimiento en 2018; se pueden disfrutar 54 pinturas, 10 esculturas, seis dibujos y 17 portadas que hizo para los libros de Ibargüengoitia. Es una muestra excepcional de una artista única que no hay que perderse.

Van a salir relajados y felices, y para seguir en esa tónica, vayan al cercano Polanco, a Emilio Castelar 31, a la Maison Belén. Su dueña, de ese nombre, es una encantadora francesita-mexicana, apasionada de la buena cocina pero que además tiene devoción por el cuidado de la naturaleza, incluidos los animales. Los productos de origen animal son de gallinas y vacas de libre pastoreo y los vegetales y frutas son orgánicos.

El lugar, pequeño y acogedor, recuerda la casa de una abuelita francesa. La carta es breve, todo es exquisito y la atención esmerada. Hay desayunos y comidas. Les menciono algunas opciones: los huevos enchipoclados y los poblanos, croque madame,enchiladas de todo tipo y veganas. Para comer: sopa de cebolla hojaldrada, pescado del día, curry de camarones y vegano, estofado de costilla a la cerveza oscura, New York y una variedad de deliciosos y originales emparedados.

La reina del lugar es la panadería, dulce y salada, los brioches, croissants, muffins, scones y muchos más; las conchas son, sin duda, las mejores del barrio y quizá de la ciudad. Acompáñelas con un buen café, chocolate, té, lassi, jugos o tizanas. Junto tiene una pastelería diminuta, donde se puede comprar el pan, así como pastelillos de excepción.

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