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jueves, 25 abril, 2024
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Avances y retos en la igualdad de géneros

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

Después de la Segunda Guerra Mundial las transformaciones en las funciones de género han ocurrido con la velocidad de la luz. Pero era tal la situación de inequidad, explotación, sujeción y discriminación que aún existen retos y brechas importantes. A partir  de los 50 del siglo veinte, la historia es otra: no sólo en las funciones sociales de los géneros en el trabajo, las oportunidades de estudios, movilidad social, y roles de la vida familiar. También los imaginarios femeninos han cambiado muchísimo en pocas décadas, eso de tener como natural la idea que la mujer era buena, abnegada y servicial va quedando en el pasillo. Y los estereotipos de la ‘mala mujer’ también: liberada, independiente y gusto por el placer. En términos jurídicos, desde la constitución a los códigos civiles, la mujer debía depender de los varones, padres, maridos o hijos. No podía ni realizar contratos mercantiles sin la autorización expresa del marido. La ruptura en pocos años ha sido sorprendente. Y no ha sido gratuita, sino producto de una enorme lucha, sacrificios que sabían a sudor, sangre y angustia. Si los logros y cambios son de 1950 en adelante, la lucha no es así, data por lo menos de 1857 (lucha laboral contra la explotación), 1910 y las mujeres socialistas que reivindicaron los derechos políticos y económicos.

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Sin embargo, a la fecha la inequidad continúa: por cada 100 pesos que gana el varón, la mujer gana 75, y si la comparación es en contextos de pobreza la proporción es de 100 contra 45 pesos. La proporción de hogares de jefatura femenina ha subido mucho, en caso de personas de edad madura 54 por ciento lo es. Y un elemento clave y estructural es la desproporción en el uso del tiempo: a la semana la mujer en promedio dedica 22 horas a las actividades domésticas, contra 8 de los varones. El factor de pobreza del tiempo ahora mismo es el determinante causal de una parte importante de otros ámbitos de inequidad: laboral, política deportiva o académica. Es decir, la mujer tiene desventajas en el ámbito de la participación política por falta de tiempo libre para actividades públicas, igual en los deportes o la vida académica. Por ello, la principal bandera debería ser el tema de la pobreza de tiempo con enfoque de género. De resolverse eso, lo demás se resolvería por añadidura. Mientras no se logre dicha meta, las luchas se han centrado en discriminaciones positivas para obligar o forzar la equidad. Por ejemplo, la paridad en la representación política que obliga a que la mitad de los puestos de representación sea para las mujeres; y como va forzado, la calidad de la representación es problemática. La mejor política de género sería que el género no importara: que para aceptar un empleo, o para elegir un gobernante no debería importar el género, sino únicamente sus capacidades y cualidades para ejercer el puesto. Pero esto supone que tengan el llamado piso parejo. Y como en el fondo causal (el piso) está la pobreza de tiempo con discriminación de género. Por ello, la lucha sigue.

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