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jueves, 25 abril, 2024
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Tiempo de lectura

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Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 378 / Promoción de la lectura

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¿De verdad no tenemos tiempo para leer? La pregunta estaría dirigida a aquel sector poblacional que oscila entre los doce a los veintiocho, treinta años. En las últimas semanas he sido usuario cotidiano del transporte colectivo. Lo he hecho en tres horarios: mañana, tarde y noche. En todos ellos, al menos el diez por ciento de los pasajeros en el rango de edad mencionado, van leyendo en sus teléfonos celulares. Las pantallas muestran que las redes sociales Facebook y WhatsApp son las más utilizadas. Ninguna de estas personas manifiesta cansancio, somnolencia o fastidio. Al contrario, la habilidad de leer y viajar de pie es asombrosa.

En la noche las luces de los dispositivos móviles combaten la penumbra que imponen los conductores. Refiero todo ello porque a través de una encuesta, no representativa y sólo realizada como mero ejercicio, los jóvenes de esta edad dicen que leer es negativo porque hace daño a la vista cuando se realiza constantemente. Curiosa respuesta para quienes pasan largos periodos frente a una brillante pantalla. Pero no es una práctica exclusiva de esta generación. La anterior tuvimos la nuestra: la televisión. Siempre resulta más cómodo enfatizar las consecuencias negativas de la lectura que confesar nuestra aversión a ella.

Por otro lado, ¿cuánto impacta en el desarrollo de las habilidades lectoras circunscribirse a este tipo de soportes y textos? La lectura que se practica en la escuela tiene se caracteriza primordialmente por ser obligada, eferente, evaluada. Pocas experiencias de lectura libre y autónoma se registran en las aulas. Dichas modalidades de lectura exigen y otorgan referentes culturales, estrategias cognitivas, tiempo y esfuerzo de atención distinto al que pueden ponerse en juego con las redes sociales. Y no porque éstas carezcan de este tipo de contenidos, sino por la inmediatez que representa su lectura.

¿Cuáles son pues las referencias culturales, las lecturas del mundo con las cuales relacionan la propia? La pobreza de estos elementos responden estas cuestiones. Cuando al leer en la escuela se exigen más nociones y estrategias cognitivas, la lectura es tediosa y el fracaso permea en el alumnado. De ninguna manera estoy proponiendo entre líneas entregar lecturas digeridas, no, por el contrario, propongo integrar los conocimientos previos, por pocos que sean, en los actos de mediación. Es decir, tender puentes entre lo que conocen y les interesa y los contenidos curriculares, desde luego, integrando al libro.

Tiempo para leer (así, en abstracto) sí hay, disposición para hacerlo también. La creatividad, el pensamiento complejo y crítico que se supone desarrollamos quienes hemos hecho de la lectura una actividad recreativa, un estilo de vida, una construcción, debe quedar en evidencia ante este reto. Diversos esfuerzos han mostrado que es posible y, en algunos casos, económico. Si los soportes, las formas de leer, los propósitos de lectura van cambiando, es hora de repensar algunas prácticas de formación de lectores. Privilegiar aquéllas que se acerquen al interés de los jóvenes. La puerta está abierta para que ingresemos y descubramos al otro.

 

 

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