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jueves, 18 abril, 2024
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Transparencia y administración pública, inherencia

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

Perdóneseme que inicie esta colaboración editorial con una definición de la Real Academia de la Lengua, en relación al término inherencia, que forma parte del título de este texto: Inherencia: Unión de cosas inseparables por su naturaleza, o que solo se pueden separar mentalmente y por abstracción. En efecto, por la naturaleza misma de la administración pública, su actuar se sujeta, por asuntos más allá que los meramente legales (faltaría espacio para abordar respecto a este andamiaje), a la cualidad de la transparencia por regla general. Entre las causas se encuentra: la legitimidad que debe prevalecer en toda acción y decisión pública; el derecho de acceso a la información de lo que es público y pertenece a todos; las condiciones de suma complejidad que cada día más se hacen patentes en la cosa pública, y finalmente, las ventajas de deliberar, debatir y discernir, con información fidedigna y confiable, del uso que se le da, no solo a los recursos financieros del gobierno, sino también al conjuntos de elementos humanos, materiales, institucionales, legales y políticos, que conforman las organizaciones del Estado.

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No hay mucho que objetar en este sentido, salvo los episodios que a menudo forman parte de nuestra vida pública, y que no dejan de evidenciar que en política y en democracia, no hay “fin de la historia”, ni conquistas permanentes, es una lucha que continúa sin plazo perentorio y que requiere de una conducta, vigilante, participante, dispuesta siempre a la defensa. Más aún cuando se trata de democracias en plena consolidación, inmersas en el contexto de los tiempos que nos toca vivir: unos en los que la sociedad se ha complejizado, al grado de ser cada vez más plural y diversa, y el poder se ha atomizado, lo que ha convertido a los micropoderes, de los que ya se ha expresado Moisés Naím, en su texto “El fin del poder”. Venga a colación una anécdota que le he escuchado al académico Carlos Bravo Regidor, respecto a un Primer Ministro Inglés, al referirle el respeto y la admiración que merecen en el mundo, la cultura del Estado de Derecho que prevalece entre los británicos, a lo que él responde: “¡Ah sí, el Estado de Derecho! Los primeros quinientos años son los más difíciles”. Es obvio que en México nos queda un recorrido aún largo, y que, por momentos, además, se ve interrumpido entre la triste experiencia que enfrentamos de lo que aquí mismo hemos referido como nuestra crisis de civilización.

Todo lo anterior viene a colación en razón de que, aunque la administración pública y la transparencia son dos conceptos inherentes, cuya distinción se encuentra conceptualmente, y en las que, la excepción hace la regla, a través de normas, procedimientos y criterios muy bien definidos, incluso a nivel constitucional en nuestro caso, la batalla nunca está del todo ganada, hay que ir siempre con la mente y los principios alertas. El fin de la historia, ha resultado ser, una quimera, pero como toda quimera, hay que seguirla persiguiendo.

@CarlosETorres_

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