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miércoles, 17 abril, 2024

■ Alba de Papel

Vivir sin miedo, un enfoque desde de la cultura

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

La afirmación de que cultura nos reconcilia con la vida, es una verdad indiscutible, quedó constatado con la realización del pasado festival teatral, que renovó la vida de la Ciudad y promovió nuevas posibilidades en sus moradores, estimulando el encuentro y la alegría en el espacio público.

Por unos días, quedó atrás la opacidad del sinsentido que recrudece por mucho, la violencia que agobia dentro y fuera de los hogares, alimentando la vorágine desproporcionada del miedo que reina sobre la nada, pero que igual intimida.

El miedo es un sentimiento galopante y febril que nos impulsa hacia adelante, o nos retrae, colapsándonos; es también, una sensación de displacer, de preocupación, incertidumbre, de fobia, de pánico y terror sobre lo desconocido y de lo que no dominamos del mundo interior y exterior de la vida cotidiana.

Desde lo clínico encontramos que el miedo es la reedición permanente de aquello que no fue resuelto, por traumas que se instalaron en la infancia y crearon bloqueos en el desarrollo, impidiendo el natural progreso de funciones significativas para la autonomía, como confianza, poder en sí mismo, seguridad; finalmente, el  buen desarrollo de un individuo,  fortalece su poder de simbolización, que tiene que ver con rectificación y conciencia de sí mismo y de la otredad, para dar paso a la sublimación, que es el mecanismo de la transformación individual y colectiva.

Cultura y arte, están aliados a esta extraordinaria capacidad que tiene el ser humano, que al alcanzar esta condición, es capaz de revirar agobio por optimismo para crear una defensa común que nos contenga a todos, bajo las bases de la pluralidad y la diversidad, sobre las cuales se construyen las categorías de identificación y reconocimiento, que nos confirman nuestro lugar en este mundo.

Esta sería la reflexión del pasado Festival Internacional de Teatro de Calle, Zacatecas 2021 que durante siete días inundó plazas, plazuelas y callejones; dio vida a lugares inermes, hoy amenazados por la inseguridad y la pandemia, a donde valientemente, las familias salieron a su encuentro, y rompieron la inercia para vivir una fiesta cultural y social que les devuelve la esperanza.

Espacios entrañables como plazuelas Goitia, de García, del Moral, Miguel Auza y Plaza de Armas, formaron un rehilete de ilusiones, con música, baile, palabras sonoras y silentes para dar origen al asombro, a la emoción, a la solidaridad, a la rabia, al amor, a la solidaridad y al valor, que no son más que los aportes invaluables del arte y la cultura, que, a pesar de las adversidades, tienen la función vital de humanizar y transformar no sólo hábitats, sino también conciencias.

La propia Plaza Bicentenario, espacio que es percibido como peligroso, se convirtió en una ventana al gozo del entretenimiento, sobre todo, de los transeúntes cansados que la atraviesan y la utilizan para descansar, por lo que este poder que se le atribuye es fundamental e imprescindible para un barrio, una ciudad, un pueblo o una comunidad, porque la cultura y el arte tienen la misión de educar.

En este sentido, hay un marco plausible para el Instituto Zacatecano de Cultura, que ha mostrado su compromiso con la comunidad artística local y la ciudadanía en esta nueva administración, considerando como ya pudo advertirse, que quizá con poco presupuesto realizaron no sólo el festival, sino distintas acciones en museos y en comunidades de la Entidad.

Se asoma en consecuencia, un enorme desafío para las autoridades culturales, ya que posiblemente, no bastará el presupuesto estatal 2022, sino que su plan de acción deberá extenderse a una estrategia mayor de gestión y mecenazgo, donde hay mucho por hacer, pensando en que la iniciativa privada local, y también de otros lugares, ha participado poco en patrocinar acciones culturales en Zacatecas, qué a lo mejor, sensibilizadas en el tema, apoyarían sin atajos.

Así las cosas, vayamos adelante, exorcizando el miedo que nos habita y   desborda, echemos mano de la introspección que deberíamos hacer sobre lo que pensamos que somos y queremos ser, porque nunca como ahora, resulta primordial definirnos, y reconstruir a través de la cultura y el arte, los nuevos escenarios de la comunidad en convivencia, lo que significaría la andadura de nuestra autonomía y liberación.

La cultura y el arte son el camino fiable y seguro a una vida de más calidad para las familias y las comunidades, son el pasaporte seguro para entender el valor y la libertad, el gozo y la fe para cambiar la realidad que muchas veces nos intimida, haciendo hincapié en que existimos y nos desarrollamos gracias a los demás, a quienes estamos unidos indisolublemente.

Ciudades de Colombia, Singapur y Panamá, son ejemplos genuinos de este poder transformador de la cultura y el arte, México y Zacatecas, no serán la excepción.

Buen ánimo y fortaleza en todo.

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