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jueves, 18 abril, 2024
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Violencia y valor comunitario

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Por: RENÉ LARA RAMOS •

Por donde se le busque, la violencia continúa, irrumpe en lugares y circunstancias difíciles de imaginar para un observador lejano, sin escapar al inevitable escrutinio de los ojos y la mirada; ni a las mil y una formas en que se puede imaginar, confrontar, afectaciones, riesgos, amenazas y peligros, en cuyo devenir se pueden ver amenazadas o envueltas, las personas y sus recursos, sean vida, o de todo tipo o propiedad, privada, pública o comunal, entre otras; en cuya defensa, si algo tienen que afrontar con agudeza, muchas veces ignota, son los impactos neoliberales que agreden en distintas y múltiples formas que van, desde la minuciosa e indetenible explotación económica y política, hasta la cultural, en la que si algo está sujeto o queda sujeto, son las almas de todos los mexicanos, sufrientes y conscientes o no del mal neoliberal que nos aqueja a todos. No por igual, sino de modo desigual, como es la esencia neoliberal, (des)gracias a un gobierno federal que cada día elude o se achica ante la ingente dimensión que pueden llegar a alcanzar los problemas sociales de todo tipo, no sólo los económicos que son los básicos y ocasionados por la forma tan desigual en que se reparten, están repartidos y son apropiados, sino también los recursos de todo tipo, cuyo monto no depende de decisiones “comunitarias”, sino de los medios propios o institucionales con que se cuente o se acceda a ellos para convertir la apropiación en un eventual proceso de depredación o continua, pero económica, ya sea animal, vegetal, mineral acuífera, eólica, etc.

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En lo particular, apropiación tiene que ver, por decir, con capital cultural, personal, organizacional, etc., y éste puede ser desde el bagaje de la cultura personal, la autóctona o el máster, el doctorado o demás títulos correspondientes que testifican la potencia académica con que también se puede competir y cobrar naturalidad y presencia, en cualquier mercado, ¿o en cualquier lugar?, con saberes y técnicas de marcado y distinto refinamiento, pero útiles para su venta o lucro personal,  diferencial, etc.

En cambio, ante circunstancias adversas o en medio de ellas, una y otra vez, cómo actuaría, no una persona, sino un pueblo o varios cientos de pobladores, por ejemplo, unos dos mil, integrantes de nueve comunidades, ante problemas no resueltos y recurrentes como sucedía, en ese municipio de Guerrero, tal vez se miraron, recordaron y la narrativa era la misma: una y otra vez, ante las reiteradas agresiones a ellos y a su comunidad, se vieron solos.  Pero esa vez, reunidos, se dieron a la autorreflexión de la maldad que les ocurría y con base en sus experiencias decidieron cambiar. Ellos ya no tratarían de resistir la agresión, la violencia, sino aprovecharían su experiencia y recursos pertinentes en construirse y actuar como defensa comunitaria, es decir, no la de cada uno, sino la de su comunidad, ante su eventualidad.

La siguiente nota es más que elocuente, respecto a la decisión popular tomada de hacer justicia por propia mano, si ante las agresiones, de que evenencialmente eran objeto, nadie más la haría: “Eduardo Neri (de Zumpango) y uno de Tepecoacuilco, decidieron integrar su policía comunitaria con el propósito de frenar a la delincuencia organizada en estas localidades que rodean las minas Los Filos / El Bermejal, en Carrizalillo y Mezcala, que explota la minera canadiense Gold Corp, así como la de Los Guajes / El Limón cerca de Nuevo Balsas, que trabaja la minera, también canadiense, Media Luna.” (Portal / Sin Embargo  //   Zacarías Cervantes, Hace 6 horas // del Lunes 29.05.17)

Interesante decisión, un arduo trabajo les espera, allá. En cambio, en la ciudad de Zacatecas, hay policías, soldados, veladores, etc.; o sea, hay vigilancia institucional y vigilantes, hasta sostenidos bajo sueldo fijo o mediante cooperación de los usuarios, ¿para que la gente haga su vida diaria, trabaje y descanse con seguridad? ¿De qué trata la seguridad? Sobre todo, se supone, de disuadir, convencer de ser mejor comportarse con civilidad que violentar la convivencia y si eso ocurre, en Zacatecas, como en muchos otros lugares, hay todo un aparato para su seguridad, al que se supone, profesional, equipado y capaz de ponerse en marcha, no para otra cosa sino para que la vida diaria transcurra con la (mayor) normalidad posible. Sin embargo, en la práctica cotidiana de los primeros meses del año, la estadística arrojó una cifra para reflexionar, 241 muertes violentas en un mes rebasan con creces las pérdidas humanas habidas en Inglaterra, con el reciente bombazo, siniestra forma de hacer publicidad a creencias o posturas dogmáticas, terrorismo, cuyos líderes de nuevo pusieron en marcha, como dispositivo cultural para luchar por pervivir, sobre los demás, no como iguales.

En estas estamos, cuando por la tarde se arrebató la vida a un periodista zacatecano. RIP n

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