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viernes, 24 enero, 2025
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La Cocina, de Alonso Ruizpalacios

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 646 / Cine

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Desde el estreno de Güeros (2014) su maravillosa ópera prima, Alonso Ruizpalacios ha cimentado su lugar como uno de los cineastas más interesantes dentro del panorama cinematográfico mexicano. Además de su inolvidable debut, cintas como Museo (2018) y Una película de policías (2021) dejan entrever a un realizador prolífico, con la capacidad de desenvolverse dentro de diferentes géneros, discursos y estilos, siempre manteniendo un sello particular, además de una gran creatividad e ingenio al momento de desarrollar las distintas historias que han conformado su filmografía. 

La Cocina (2024) reafirma y solidifica la voz de Ruizpalacios como director de cine. Una voz que, en esta ocasión, se percibe caótica, enfurecida y desenfrenada. La cinta toma lugar dentro de un restaurante en el corazón de Times Square; un sitio que, como una Torre de Babel moderna, alberga todo tipo de idiomas. Se trata de un espacio donde habitan personas de diferentes países, la mayoría migrantes, todos con distintos anhelos y deseos, cada uno buscando su propia versión del sueño americano. 

Fotograma de La Cocina, de Alonso Ruizpalacios
Fotograma de La Cocina, de Alonso Ruizpalacios

El filme no se detiene a retratar de manera detallada a cada uno de estos individuos, por el contrario, mantiene un hilo argumental bastante sencillo y directo, que gira alrededor de dos personajes principales. Por un lado, está Pedro (Raúl Briones), un indocumentado originario de México, a quien sus jefes acusan de haber robado una cantidad significativa de billetes de la caja registradora. Por el otro, se encuentra Julia (Rooney Mara), una camarera que necesita dinero para un aborto. Entre ambos personajes se desenvuelve una relación romántica en medio del caos de la cocina.

Adaptada de la obra de teatro homónima de Arnold Wesker, la película logra eludir los problemas recurrentes al momento de trasladar una historia desde el medio teatral al cinematográfico. Para tal efecto, Ruizpalacios hace uso de una infinidad de recursos fílmicos, que van desde un montaje frenético, juegos de cámara desconcertantes, hasta enfoques difusos y abruptos cortes de escena; para pasar, finalmente, a envolventes planos secuencia y a un diseño de sonido inmersivo. 

Como muestra del virtuosismo del realizador, la cinta cuenta con una secuencia de casi quince minutos, sin cortes, que toma lugar en plena hora del almuerzo. En esta escena, la cámara se mueve de un lado al otro, enfocándose en cada pequeño detalle, entre los fogones, las brasas, los ingredientes y la caja de comandas que no deja de imprimir órdenes. Ruizpalacios registra estas imágenes con un fervor desatado, casi como si estuvieran ocurriendo en un campo de batalla y no en la trastienda de un restaurante común y corriente.

Fotograma de La Cocina, de Alonso Ruizpalacios.
Fotograma de La Cocina, de Alonso Ruizpalacios.

En ese sentido, La Cocina puede volverse una experiencia por momentos abrumadora, más cercana al thriller de suspenso que a un filme de ritmo más calmo y contemplativo. Ruizpalacios vuelve a el blanco y negro de su ópera prima, así como a la movilidad y la naturaleza por momentos coral de su puesta en escena. Todos estos elementos conforman un intenso retrato sobre la experiencia migrante en el país vecino, centrada en sus múltiples tribulaciones y altibajos. La Cocina es, al final, un ambicioso, potente y humano relato sobre las realidades aplastantes del capitalismo, y cómo el individuo se despersonaliza y desaparece bajo esa cadena de trabajo.

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