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viernes, 26 abril, 2024
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Une jeune fille qui va bien (Una chica que va bien): primera película de Sandrine Kiberlain

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Por: Xol Hernandez •

La Gualdra 552 / Desayuno en Tiffany’s, mon ku / Cine

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Por: CARLOS BELMONTE GREY

Una cinta de la juventud judía previo a la ocupación nazi. La actriz francesa Sandrine Kiberlain hace su debut como directora de cine con una película sensible y que eventualmente podría causar -y ha causado- molestias entre la comunidad de puristas de bibliógrafos de la Segunda Guerra Mundial, Une jeune fille qui va bien (Una chica que va bien).

Es la historia de una chica judía nacida en 1922 en París que para 1938 está en plena efervescencia juvenil: el amor, el deseo, el teatro, los estudios; y arropada por una familia calurosa y, a pesar de lo peculiar (abuela con dejos de lesbiana, padre soltero y hermano amistoso), en perfecta armonía.

Todo se ve desde los ojos de la actriz Rebecca Marder (de la comedia francesa), de la energía de la joven en su día a día a través de encuadres que acentúan sus ojos y su rostro de perfil; y del actor Anthony Bajon como el hermano que acompaña a su hermana en sus repeticiones teatrales y en sus confesiones amorosas. Nada parecería turbar su vida sino es la ocupación alemana en París y las paulatinas medidas restrictivas y denunciadoras contra la comunidad judía (cartas de identidad con el sello “judío”, decomisar aparatos de comunicación, derechos civiles y otros) que llegan hasta la marginalización. El paralelo de la situación política se hace con la salud de la joven.

Une Jeune fille qui va bien se puede situar en la línea narrativa de la recientemente oscarizada Jojo Rabbit (Taika Waititi, 2020). Historias que retoman la violencia de la Segunda Guerra Mundial desde la mirada de niños y adolescentes que ajenos al contexto, al menos en lo que parece ellos entendían, se van a ir dando cuenta de la violencia de forma accidental. Kiberlain, sin embargo, detiene su historia al momento en que empezará la violencia física y la muerte.

A este tipo de películas se les puede criticar (ver las críticas de Cahiers du Cinéma y del periódico Le Monde), edulcorar la violencia de la guerra y libertades históricas mostrando cielos azules y soles brillantes con personajes que cantan, bailan, sonríen, aman y festejan. Los trávelin parisinos en el Sena y los parques, los cafés y bistrots, las calles empedradas, los edificios haussmanianos, la fiesta del Sabbat, y la energía juvenil no permiten pensar en la violencia.

Todo lo anterior es cierto, pero también en un momento de revisionismo, no de negacionismo, de la historia es evidente pensar que antes de la guerra hubo vida cotidiana y que la violencia llegó casi intempestivamente en un periodo de apenas dos años, 1936-1938, con el ascenso del nacismo en las cúpulas políticas. Por eso la primera experiencia detrás de la cámara de Kiberlain es arriesgada, por esa combinación entre la ligereza de la juventud y el dolor de lo que está por pasar.

El filme estuvo seleccionado en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2022, y estará seguramente entre los finalistas de los Premios Lumière de la Prensa Extranjera 2022 a celebrarse el próximo 16 de enero en París.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra552

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