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viernes, 19 abril, 2024
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■ Nueva República Amlovich II: La venganza de Iván Drago

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Por: Óscar Novella Macías •

-¿La Unión Soviética? ¿Qué no se había desintegrado?
– Eso era lo que queríamos que creyeran.
Los Simpson, cuando aún valían la pena

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La nueva y delirante rusofobia de toda la derecha mexicana, desde los distraídos liberales a los ultras filo fascistas, tiene dos explicaciones igual de hilarantes: La primera, es la ya conocida, y muchas veces abordada aversión al presidente Andrés Manuel López Obrador. Desde lo irracional a lo clasista, hay un minúsculo componente poblacional que es incapaz de reconocer cualquier merito al titular del ejecutivo. Desprecian su origen, su calzado y su forma de hablar, única y sencillamente, porque están tan colonizados que no pueden tolerar que el gobierno no sea precedido por algún güerito heredero de los Chicago Boys. Los políticos socialite y los opinólogos aspiracionales muchas veces han dejado filtrar un desprecio de clase que, en pleno 2021, es impresentable.

La segunda explicación, y ésta es la que me parece más ridícula, es una completa desconexión con la realidad y una total ignorancia histórica. Hay gente en la oposición, y lo digo en serio (hasta raro me siento al escribirlo) que cree que la Rusia actual sigue siendo la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas (la URSS para los camaradas). No sé ni siquiera por donde comenzar a burlarme de ellos. Para empezar, rechazar lo ruso por denominación de origen sólo denuncia fehacientemente que su educación geopolítica fue impartida por Hollywood y Ronald Reagan (no sólo cuando era presidente, sino cuando era actor). Cuando leí los comentarios de estas pobres victimas de la violación de sus derechos educativos y culturales, pasé de la indignación a la carcajada. Justo pensé en aquella frase de Marx que da inicio a El brumario de Luis Bonaparte: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”​.

La oposición está tan desesperada por convertir al presiente en un villano, que inclusive está repitiendo el discurso de Amlovich con que tan patéticamente fue usado durante las elecciones del 2018. Comparar a la Rusia actual, o en su defecto a la 4T, con la URSS o cualquier otro régimen comunista, solo demuestra que no tienen ni idea de lo que es el comunismo. Me queda claro que para muchos antagonistas de la administración Obradorista consideran socialismo a todo lo que esté, aunque sea un poco, a la izquierda del Ku Klux Klan.

Siendo amables, no es su culpa los años y años de adoctrinamiento gringo, poniendo a los villanos acentos de Europa del Este, pero si lo es no haber tomado un libro de historia, o de perdido haber abierto Wikipedia para saber que la Guerra Fría terminó hace algún tiempo. La derecha mexicana está tan trasnochada que se acuestan un martes y despiertan en 1957.

Tengo que admitir que tengo mis problemas con la figura de Putin, no podemos olvidar que encabeza un gobierno conservador, religioso y tan altamente intolerante con la comunidad LGTBQ+ que me sorprende que la senadora Téllez no simpatice con él. Quiero pensar, de verdad quiero hacerlo, que más que falta de perspicacia de la experiodista, es un intento de polemizar y conseguir foco en redes. Digo, es bastante deshonesto, pero la deja intelectualmente mejor parada.

La “bancada derechera” de Twitter se está convirtiendo en los habitantes de Canoa, viendo el amenazante avance del fantasma del comunismo en cada esquina y en cada rincón. Este Neo Macartismo tiene más de Teoría de la conspiración que de postura política. Lo único que me consuela es que, a diferencia de los orates estadounidenses creyentes de Q-anon y Pizzagate, los que están de este lado de la frontera no pueden comprar un rifle de asalto en Walt-Mart. Porque no hay sustancial diferencia entre el “Chaman astado supremacista blanco” que entró al Capitolio el pasado 6 de enero, con aquellos a los que el “argumento” Venezuela se le sale con tanta facilidad de la boca. Estoy convencido que si los que tenemos aquí vivieran en EE.UU. serían de los mismos que estarían acusando a Biden de infiltrado comunista.

A final de cuentas, todos estos nostálgicos de la Guerra Fría están más cerca de ser León Larregui quejándose de la vacuna que Margaret Thatcher luchando contra los soviéticos. ■

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