Ustedes hagan cuentas: de Buenos Aires hasta Añatuya son casi mil kilómetros, todo el paisaje es la abundancia, los caballos, el ganado y los campos fértiles, cientos de ciudades llenas de desafíos y de muchas historias muy parecidas a las del pueblo mexicano, quien sabe qué comportamiento tan común y tan de sus entrañas tenga Argentina y México, quizás que todos seamos en esencia y fluidez, pueblos muy antiguos, de muchos años, de muchos milenios.
Tentación y delirio, información y soplonería, hoy, estamos parados ante el final de los tiempos en que las derechas gobernaban al mundo y hacían lo que les daba en gana, muchos caudillos de la derecha criminal murieron como verdaderos héroes para sus gestas y en la repartición de grandes cantidades robadas, descaradamente insensibles , los conservadores neoliberales siguen perdiendo terreno, pero se aseguran, pervierten, convierten, factor de genéticas y corrupciones, como muestra clarísima de cinismos y de mucha malicia en plena calle y dentro de la casa.
Dejar Argentina es perderlo todo, arribar a Paraguay es ganar y participar en el gran movimiento entre ríos y selvas y comercios y traficantes de la ley, cobro de piso y prostitución y barreras y la clásica en los labios: eres bienvenido a mi calor, pero lárgate de una vez, hay muchas ciudades tierra adentro y peligros y calores y miles de osos hormigueros en plena carretera o en la noche oscura llena de carreteras y bendiciones de seguro encontrarás un hotel, un refugio, carne y Naranjas, medicamentos y taxis.
Precisamente Paraguay nos atrae por su tremenda historia de rebeliones y ejemplos que le dieron a la humanidad entera de hacer la guerra directa por beneficiar a multitudes que tenían hambre y la saciaron, defenderse de los vínculos en que el crimen y el agandalle se sirvieron de vidas inocentes y se concretaron en traficar automóviles y drogas, comestibles e hidrocarburos, órganos humanos y pedofilia, canibalismo y alta prostitución a nivel intercontinental.
Mis contactos fueron supremos desde territorio argentino, noches viajando para que en sus fronteras la gente fuese demasiado amable y solidaria, brincar trámites migratorios, ríos, rutas del contrabando y el desacelere de moneda argentina por dinero paraguacho, noches sin control donde las historias recreaban salvarse de peligros ante zonas de tormentas o acoso policial, cobro de piso o pago de cuota, gasolina y lanchas con estrechos, el viento loco, la tierra colorada, el viento de la aventura despeinando las rutinas tocando temas muy sagrados y muy de la familia.
Dejar argentina de esta manera supone mucho amor por Paraguay, he ahí que las lamparillas dan la bienvenida y entre sus caminos se abren las mil ofertas y los mil decires, Itapuá, región sur de la capital del País, el rio alto Paraná, la garganta del diablo, las cataratas del Iguazú, las más sorprendentes del mundo y cuya abundancia viene de todas las montañas y nubes de tres países con las selvas más puntuales para hacer lloviznas y tormentas sin parar, entonces Paraguay tiene sentido y el pueblo nos brinda cervezas y jamones, ventiladores y camas, conocidas del alma recibiendo nuestro penar y nuestras ansias.
La crónica es esta: dejar agradecimientos por antiguos pactos realizados, ver a las mujeres trabajadoras que se aventuraron a otros países y lograron sortear los peligros y las duras jornadas y hoy tienen la precisión y la exactitud de ser de los arcanos mayores lo más representativo de un pueblo que les sabe a los prodigios, el trabajo y la aventura, recorrer miles de kilómetros y en busca del bienestar de la familia y el progreso de un país que es encanto y seducción para el mundo entero.
En 2008 estudié lo que pude de la historia del Paraguay y en esta segunda visita compruebo que más quería: es un pueblo amable y cálido, sencillo y moderno, artesanal y radial, amistad y visiones de un destino como nunca antes conocido.
En 2024 vi lo que tanto quería: el peligro y la sanación.