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viernes, 29 marzo, 2024
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Lo que no debe faltar en la Ley General sobre Desaparición Forzada y Desaparición por Particulares (segunda parte)

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Por: RICARDO BERMEO •

Tres momentos han representado auténticos “jalones” históricos logrando poner a “la sociedad en movimiento”: el movimiento por la paz (MPJD), Ayotzinapa, y el más reciente sobre la Ley de desapariciones forzadas…

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Después de años de iniciativas desde la sociedad civil, con brotes de indignación y de hartazgo que por todo el país se venían sucediendo, el asesinato de cinco jóvenes en Cuernavaca Morelos, provocaría la constitución del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), donde el peso de su referente, el poeta Javier Sicilia, fue decisiva –logrando aglutinar un enorme número de familias-victimas, amigos, activistas, por complejas razones, errores internos, y estrategias del adversario -no sólo del Estado, sino del conjunto de las elites –oligarquías/medios de comunicación/etc.- terminó menguando ese ciclo de lucha.

En suma, todo ello implicaba librar un enfrentamiento absolutamente asimétrico, de una desproporción aparentemente insalvable. Con todo, los logros fueron mayores, las caravanas por la paz, la Ley General de Víctimas, etc. Abrieron una grieta, gracias a ese ciclo de luchas, que tuvo mucha potencia, aunque el MPJD comenzó a perder fuerza.

El segundo momento ha sido el vinculado a la barbarie desatada contra los estudiantes de Ayotzinapa, un rechazo masivo, que durante varios meses pareció capaz de dar un vuelco al “modo de organización de la sociedad que somos”, [localmente el Frente Social, llegó a caracterizar la coyuntura -abiertamente- como “revolucionaria”. Visión que rápidamente se reveló como errónea].

Por razones distintas a las del MPJD, el movimiento en torno a Ayotzinapa, entró avanzando el 2015, en una fase de reflujo. Especialmente importante, en esta deriva, ha sido una visión ideológica que buscando “repolitizar” la sociedad, (perspectiva y preocupación que compartimos) sin embargo, lo hacían partiendo de un esquema teórico-político bastante controvertido a estas alturas. Crítica que no implica regatear un ápice, la solidaridad y el compromiso moral. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.

Con todo, la enorme solidaridad que despertó los primeros meses, parecía “validar” tales perspectivas teórico-políticas, pero pronto, con todo el “sistema” en contra, terminó desgastada, -aunque no entre todos los sectores-, provocando la “retirada” de personas que protestaron contra el horror que esa barbarie ha revelado.

El movimiento se sostuvo, con una valentía y fuerza moral inquebrantables, expresando su rabia e indignación, manteniendo sus exigencias de justicia y verdad, contra la criminalidad institucionalizada, contra un régimen -y una sociedad- desfondada por la crisis de derechos humanos. Aunque perdiendo fuerza; proceso anticipado -por cierto- por los zapatistas en enero de 2015… “muchos de los que ahora los apoyan, terminarán dejándolos solos”.

Ahora, el informe de expertos independientes de la CIDH, volvió a mostrar que los padres de familia tenían razón, y, a un año de aquel terror desatado, ha vuelto a prender el fuego de las exigencias de justicia, verdad, libertad, dignidad ¿hasta dónde logrará llegar?

Es mérito absoluto de los dos momentos, del Movimiento por la paz, y del Movimiento en solidaridad con Ayotzinapa, llevarnos a cobrar conciencia de “la experiencia de catástrofe política y moral” que vivimos en México.

La elucidación de sus extraordinarias aportaciones, nos enfrentan, por otro lado, a lo que Hanna Arendt consideró como una situación sin salida para los derechos humanos, evidenciada por los regímenes totalitarios, en los que los estados mismos, despojaban a las personas de todos sus derechos, categorías enteras de ciudadanos fueron privadas –así- de la protección jurídica. Lo vivimos ahora.

Una de las conclusiones de Arendt, es -entonces- que no existen lo que ideológicamente consideramos “derechos humanos naturales”, sino que se trata de derechos que dependen enteramente de la “comunidad política” (de nuestro poder constituyente). Dicho de otra forma; sin verdadera democracia, no hay posibilidades de que los derechos humanos transiten de la “validez de  derecho” a la “validez de hecho”, y, viceversa, de la “efectividad” a la “validez de derecho”.

La otra conclusión de Arendt, es que no existen –ya- las certezas sobre las que se fundamentaban los derechos humanos. Pero entonces… ¿Cómo podemos darles de nuevo un sentido a los derechos humanos, a la luz de todo lo que en México, como un meteorito horadaría, nuestras antiguas certezas, costumbres, modos de vida?

¿Qué podemos hacer ante una “Suave Patria” hecha trizas por la corrupción, la impunidad, la narcocultura… por esa “segunda realidad” operada por un “segundo estado”?

¿Cómo enfrentamos el desafío de construir socialmente un nuevo sentido filosófico y político de los derechos humanos, fundamentándolos a partir del proceso de democratización radical, para cambiar este régimen político que bloquea el reconocimiento –y florecimiento- de las condiciones que pueden desplegar toda nuestra potencial dignidad?

Antes de volver al movimiento en torno a la Ley sobre desapariciones forzadas…. preguntémonos: ¿Cómo podríamos re-articular estos tres momentos?

¿Entonces, asumimos esa compleja tarea? ■

 

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