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viernes, 29 marzo, 2024
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De Quijotes y villanos

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Por: Carlos E. Torres Muñoz •

En el marco del quinto Informe de Gobierno y su entrega a la Legislatura, un grupo de diputados se manifestaron a la más vulgar usanza: con unas cartulinas (que el propio Simitrio Quezada ha ridiculizado, pues en la que portaba el ex rector, sí ¡un ex rector! Decía 120 000 mil (sic), denostando al Ejecutivo del estado y su labor.

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Es una pena. Lo digo sin afán defensorio ni acusatorio, meramente descriptivo. La labor de los legisladores es sí denunciar, pero consistentemente, no sólo mediáticamente. Cuentan con herramientas para desarrollar investigaciones serias y profundas, que colmen de datos sus denuncias y que las hagan no sólo creíbles, sino sostenibles y de ahí en más, sujetas a aclaración tanto político como judicial, en su caso.

Pero, tristemente, no es ésta la forma en que nuestros legisladores de oposición (algunos, los menos según mis cuentas), lo hacen. Porque ha sido mucho más sencillo preparar unas cuantas cartulinas, al más puro estilo de unos inexpertos estudiantes de primaria, que realizar con veracidad, profesionalismo y seriedad su labor. Les parece más que es la vía del espectáculo, que la del argumento, la que hay que sostener frente al poder del que pretenden diferenciarse.

La simplicidad de tachar a los otros de malos ha sido el constante discurso de esa izquierda mesiánica y populista que no ha logrado ni modernizarse ni consolidar un proyecto de país más allá de la maniquea posición de sentirse buenos, honrados e intachables, frente a los corruptos, traidores, malos y demás adjetivos, culminando por tildar de mafia a todos los grupos u organizaciones que simplemente disten de su visión de país.

No es esa la vía que conviene en ninguna parte y en ningún sentido. Ni de derecha, ni de izquierda. Ni es la derecha mocha, la que abandonando al humanismo y aliándose a los valores más retrógradas, nos unirá en torno a un proyecto incluyente; ni es la izquierda intolerante, incongruente y recicladora de lo que dicen combatir, pues excluye toda posibilidad de pluralidad.

Me refiero en términos generales a los argumentos para evitar los extremos, pero también los simplismos políticos que se acercan peligrosamente a la demagogia: la perversión de la democracia.

La idea de que hay que “rescatar” al Estado me parece en esa lógica. Sobre todo sí hay quienes pretenden ser los “héroes” auto-designados en un gesto de sacrificio social, para dicha empresa quijotesca, claro, una vez conquistando el poder. Luego entonces, quiénes tienen secuestrado a este bello Estado (que por cierto históricamente ha demostrado bastante capacidad de soberanía en sus determinaciones), son villanos a los que hay que combatir. Solo que para que dicha clasificación sea válida, deben hacerla, claro está, los propios quijotes rescatistas.

Ése es el discurso, simplista, sin mayores razonamientos ni programa de fondo, que nos ha llevado en otras épocas y también a otros países, al desastre de entregarles el poder a quiénes solo pretenden ser los “buenos” para quitar a los “malos”. Un discurso simplista, popular y mediático, cuyo mensaje más parece el guion de un cuento.

Y no es que hablemos de ausencia de oposición, sino que se hace necesaria una oposición seria, audaz, certera, congruente. No la de gritos, denuncias al aire y en público, para luego no impulsar ningún tipo de transformación seria desde sus posibilidades legislativas, administrativas y políticas.

Estamos frente a una crisis de irresponsabilidad pública y falta de ética política: la honestidad, también significa decir la verdad y apegarse, en los hechos, a un principio básico de todo proceso: quien acusa está obligado a comprobar. Una conducta republicana contrae la necesaria corresponsabilidad en la toma de decisiones, y ello también significa activismo legislativo, por supuesto. Pero no sólo en su función de contrapeso del Ejecutivo a razón de oratoria popular y posturas mediáticas; la herramienta más poderosa que posee un legislador, es justamente su capacidad para incidir en el diseño institucional y las políticas públicas, a través de la creación de leyes.

¿Cuántas propuestas de Ley en materia de rendición de cuentas y transparencia han elaborado, presentado e impulsado los legisladores a los que apenas les dio para fijar su postura detrás de unas cartulinas? ■

 

@CarlosETorres_

 

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