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viernes, 29 marzo, 2024
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Supremacía mundial vs cambios climáticos

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Por: José Luis Pinedo Vega •

Hoy todo mundo lo sabe o lo debería saber: el crecimiento económico, que se predica -más a diestra que a siniestra- implica mayor actividad económica. Eso parce atractivo, pero mayor actividad económica implica mayor industrialización, cosa que también se escucha bien; pero todo eso conlleva a mayor uso y despilfarro de materias primas, mayor producción de desecho y mayor consumo de energía -porque no hay nada en el mundo que se mueva sin energía-. Y dado que el 82% de la energía que se consume en el mundo implica usar o quemar combustibles fósiles –petróleo, carbón y gas-, y que quemar implica convertir combustibles en bióxido de carbono (CO2), el crecimiento económico implica mayor liberación a la atmósfera de CO2, el más abundante de gases de efecto invernadero (GEI). 

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Los principales GEI son: el bióxido de carbono, que se produce al quemar combustibles y cualquier cosa; el Metano, que se escapa en la explotación de pozos petroleros y de gas o se produce por la descomposición de basura y desechos orgánicos, y el óxido nitroso N2O, resultado de la producción y uso de los fertilizantes y la quema de combustibles. 

Todo mundo lo sabe o lo debería saber, los gases de efecto invernadero son responsables del Calentamiento Global y éste a su vez es la causa de los cambios climáticos – sequías, altas temperaturas e incendios forestales en algunos lugares, lluvias torrenciales e inundaciones en otros, el deshielo de los polos, el deshielo en los volcanes y por tanto la multiplicación de las erupciones-… 

Así que, crecimiento económico, consumo de energía y deterioro de la atmósfera y cambios climáticos, tienen relaciones directas; si aumenta uno aumentan los otros.

Y si todo mundo lo sabe, ¿por qué no se actúa para frenar los cambios climáticos? No falta quien diga que sí se actúa. Pero, dado que los resultados de los esfuerzos mundiales son imperceptibles –uso de energías renovables, campañas de ahorro de energía…- la conclusión obligada es: lo que se hace es tan solo simbólico e insignificante.

La dimensión del problema es estratosférica. En el 2021 se liberaron a la atmosfera 33,884 millones de toneladas de CO2 divididas entre los 7,750 millones de habitantes sobre la Tierra, resulta un promedio de 4.4 toneladas de CO2 por año por habitante. A esto se le llama huella de carbono promedio mundial. Pero no en todo el mundo la huella de carbono es la misma, las emisiones son muy diferenciadas. Y si los cambios climáticos se acentúan, es obvio pensar que ese promedio es muy elevado. Lo peor del caso es que los países petroleros e industrializados -que representan tan solo la quinta parte de la población mundial- emiten más de la mitad de las emisiones mundiales y sus huellas de carbono son mucho mayores que el promedio mundial.

Los países con mayores emisiones por año y por habitante (per-cápita), en su mayoría son países petroleros, con poca población. Encabeza Qatar, que emite 32 toneladas por año (t/a); Mongolia, con 27 t/a; Trinidad y Tobago, 25 t/a; Brunei, 23 t/a; Kuwait y Bahréin, 21 t/a; Arabia Saudita, 18 t/a; Kazajstán, 16 t/a; Emiratos Árabes, 15 t/a.

En seguida aparece Estados Unidos, donde sus 332 Millones de habitantes (Mh) produce el 13.9% de las emisiones mundiales de CO2, y cada habitante emite 14 t/a, igual que en Canadá, con 38 Mh. Luxemburgo, donde cada uno de sus 630 mil habitantes liberan 13 t/a. Rusia con 146 Mh, 11 t/a; Taiwán, con 23.8 Mh con 12 t/a; Irán, con 85 Mh, 8.9 t/a; Islandia, 8.6 t/a; Rep. Checa, 8.2 t/a; Holanda, 8.1 t/a; Japón, 8 t/a; Polonia, 7.9 t/a; Noruega, 7.6 t/a; China, con sus 1440 Mh, y Libia, con 6.9Mh emiten 7.4 t/a. El resto de la “ecologista” Europa Occidental emite más de 4.5 t/a. 

Existe una desproporción descomunal en la responsabilidad del deterioro de planeta. Lo patético del problema, es justamente, que no todos los países, mucho menos los individuos, somos igualmente responsables de las emisiones. Sin embargo, las iniciativas de las Conferencias de Partes de la ONU (COP) nos toman por iguales.

Algo racional sería que cada país fuera responsable de un porcentaje de las emisiones igual al porcentaje de la población mundial. Pero no sucede así. China, con el 18.2% de la población mundial (1440 Mh), emite el 31.1% de las emisiones de CO2. Estados Unidos, con el 3.7% de la población Mundial (332 Mh) emite el 13.9% de las emisiones. Rusia, con el 1.9% de la población mundial, emite el 4.5% de las emisiones. Japón, con el 1.6% de la población mundial, emite el 3.1%. 

En contraparte, los países llamados de Desarrollo Medio, las grandes poblaciones y Tercer mundo, tienen emisiones moderadas. La India, con el 18% de la población mundial (1390 Mh) emite el 7.5% y tiene una huella de carbono apenas de 0.4 t/a (menos de un décimo del promedio mundial). Gracias a ellos el planeta no está peor. Brasil, con el 2.8% de la población mundial (214Mh) emite el 1.9% de las emisiones mundiales y tiene una huella de carbono de 2.2 t/a por habitante. México, con el 1.7% de la población mundial (130 Mh) emite el 1.1% de las emisiones mundiales (2.8 t/a). Argentina, con el 0.6% de la población mundial, emite 0.5% (3.5 t/a) valor cercano cerca del promedio mundial. 

El problema es cómo conciliar desarrollo y crecimiento, y al mismo tiempo contrarrestar la destrucción del planeta. Aunque las COPs de la ONU sostienen que se puede, no hay modelo alguno que lo demuestre. Menos aún en este momento. Los acontecimientos geopolíticos del 2022 demuestran que Estados Unidos y sus Aliados, de un lado, y China y Rusia por el otro –que emiten en conjunto el 70% de las emisiones mundiales de CO2, todos ellos con huella de carbono superior a la media mundial- priorizaron la disputa por la supremacía mundial en lugar de la lucha en contra de los cambios climáticos.  

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