Culpables, culpables hasta la médula son los E.U.A. y sus planes invasivos torpes, de la ilusión que el Talibán le ha querido vender al mundo sin mucho éxito. La realidad es que nuestro vecino país no vio rentable seguir sosteniendo un gobierno impuesto y provisional y decidió pactar una democracia temporal y ficticia a cargo de los guerrilleros por una sola razón: costo-beneficio.
Las tropas del norte llegaron a territorio afgano desde 2001, luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre, en ese entonces gobernaba Bush, luego siguió Obama y después Trump, quien paradójicamente al ser el más imbécil de los últimos presidentes, decidió firmar un tratado de paz que terminó el nada bien parado y ahora presidente Joe Biden. Hablo de lo paradójico de la compatibilidad en una decisión de un imbécil, porque fue lo económicamente más sensato para los EUA, sin embargo no lo fue así para los afganos, que teniendo de defensores a los norteamericanos, no construyeron ningún escenario para cuando estos se fueran…
Se llegó el plazo, las tropas se fueron y el país es un caos. No hay instituciones. No existe ni la primordial institución de toda sociedad que es la familia, no cuando menos como nosotros la conocemos. Y aquí, tal vez, algunos recurran a la fuente del derecho de usos y costumbres para justificar su diferencia –la diferencia de la familia afgana. Yo voy más allá, apelo a los derechos humanos para decir que no es posible concebir a una sociedad que tenga, soporte y tolere un modelo de familia donde la mujer sea un objeto, literalmente un objeto, muy lejos del calificativo que se da en el argumento feminista de occidente, allá en Afganistán, sí es real, la mujer no vale, la mujer no vota, la mujer no sale, la mujer no disfruta, la mujer no sonríe, la mujer no viste, la mujer no habla, la mujer no, la mujer no, la mujer no…
Si no existe la célula primordial de la sociedad entonces no existe nada, por supuesto que no existe democracia, claro que no existen poderes ni tribunales humanistas. Lo único que existe es un gobierno impulsado por los EUA que utiliza en las calles a una caterva de asesinos anónimos arriba de camionetas, portando fusiles que dicen mantener el orden cuando lo que mantienen es la represión. No hay instituciones civiles policiacas, no las necesitan, les estorban, porque allá el gobierno es totalitario… y así lo sabían los gringos. Así dejaron a su suerte a millones de personas que creyeron la ilusión y la vieja fantasía de que el gran héroe mundial los rescataría de los malditos talibanes, tal como ocurría en algunas películas del Icono Silvestre Stalone en su papel de Rambo. Nada más ficticio que esto.
El mundo, fuera de los comentarios aislados y desinformados, ha guardado un silencio sepulcral. Las autoridades de las instituciones pro Derechos Humanos, los tribunales mundiales, los presidentes de los países más desarrollados y no se diga de los que están en vías de desarrollo, han hecho mutis, con este tema, han dejado a su suerte a este calamitoso país, así como han dejado a varios después de esquilmarlos por décadas, después de llegar, prometer, robar, destrozar, encargar e irse, han dejado saqueado, trasquilado al gran borrego de medio oriente.
Me viene a la mente México y algunas zonas irrefutablemente cedidas o controladas por el crimen. Zonas del país donde el Estado no llega. Esas camionetas llenas de gente armada poniendo “orden” en las calles de Afganistán, son las mismas que patrullan decenas de comunidades, rancherías y hasta municipios en nuestro país. El mismo modelo, donde el alcalde es impuesto por el narco, donde la policía detiene sin protocolo e incluso desaparece, donde las decisiones las toma un cuarto poder de facto, son las similitudes entre ambos países, con un común denominador más, la relación con los EUA.
Ojalá el mundo despierte, ojalá algún líder mundial levante la mano y frene los abusos en aquel país, es insoportable vivir en uno que no es pero parece y además ver las imágenes de uno que sí lo es y es tolerado por la opinión pública. ■
