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miércoles, 24 abril, 2024
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Desafío y temporalidad del Festival en tiempos de crisis

Alba de Papel

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Un acierto irreprochable para el Gobierno de Zacatecas, fue la realización en vivo de la XXXVI edición del Festival Cultural 2022, que después de dos años de pandemia, hoy sienta un precedente histórico en razón de un nuevo diseño de propuesta artística dentro de la nueva normalidad, que ha dado por resultado un comportamiento distinto y ha abierto la posibilidad de crear un nuevo distintivo.

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Un festival que renueva la importancia cultural y turística de la Capital y de algunos municipios con potencial para generarla, que desde la colaboración interinstitucional demandará  mayor colaboración de la Secretaría de Turismo, con la finalidad de  lograr un trabajo conjunto respecto a la promoción y perfil de visitantes a Zacatecas, que por la riqueza de su patrimonio artístico y cultural, es el escenario idóneo para el turismo cultural y todo lo que implica trabajar con estrategia, para alcanzar este propósito que se traducirá en riqueza económica.

Un festival que involucra la gestión de un gran movimiento de recursos humanos y colaboradores externos para llevarlo a cabo, en escenarios abiertos y cerrados, bajo la garantía de la particular belleza de plazas, plazuelas, calles y edificios arquitectónicos de calado singular que otorgan a la Ciudad, los calificativos de excepcionalidad que tanto nos enorgullece.

Un festival que cada vez más involucra e intenta dignificar a la comunidad artística local, pendiente siempre de apoyos y de capacitación para mejorar su trabajo artístico y su capacidad de vinculación, para crear redes de interlocución dentro y fuera del Estado, que no sólo la dignifique a ella, sino que siga enriqueciendo el patrimonio cultural zacatecano.

Un festival legitimado por la sociedad, que lo espera y lo abraza como un evento propio y disruptivo de la vida cotidiana en semana santa, que lo ha hecho suyo y lo valora como si fuera una norma legal que habrá de acatarse, porque su fuerza impera en el avasallamiento social de su demanda, que es el punto neural que lo sostiene y lo confirma año tras año.

Un festival que sigue siendo tema de debate al tenor de que, por ninguna razón, Plaza de Armas debiera seguir siendo el termómetro que catapulte o degrade su valor artístico y cultural, debido al claro entendimiento de que los espacios abiertos son prolijos a una mayor movilidad y asistencia, y un artista o un grupo se mide por su calidad artística, profesionalismo y creatividad para innovar y romper el molde de lo tradicional, aún dentro de la tradición.

Un festival que da vida a los museos locales y ratifica, no sólo su monumentalidad arquitectónica, su historia y riqueza de sus colecciones, sino que, centralmente pone la nota inminente, de que se urda una actividad más intensa de conciertos, presentaciones de libros, lecturas y seminarios que le regresen la vida lúdica que debieran tener para evitar el fantasmal letargo.

Un festival que, a lo largo de su historia ha tenido puntos de quiebre al incorporar en su programación, expresiones artísticas netamente comerciales, sin primicia alguna que ofrecer, que sólo dependen del impulso mediático de las redes sociales y demás medios de comunicación que exaltan el culto a la personalidad, empobreciendo los niveles de educación y libertad que la cultura persigue.

Un festival cuya historia se remite al esfuerzo individual y colectivo de quienes lo llevan a cabo, pero cuya realización depende de la decisión del gobernante en turno, de su sensibilidad y de su compromiso para comprender que sin cultura no hay turismo, qué sin la detonación de la primera, los pueblos languidecen y mueren lentamente; y que entender este proceso, significa invertir que no gastar, porque el acceso a la cultura es un derecho y nos reconcilia con la vida.

Lo anteriormente escrito, es sólo un esbozo de las muchas razones que justifican social y políticamente la formalización del Festival Cultural de Semana Santa en Zacatecas, que, en paralelo, plantea la necesidad de reflexión para crear una base normativa legal que garantice su permanencia, financiación y su extensión a la semana de pascua.

Entre muchos puntos a favor para hacerlo, quizá el principal sea evitar la incertidumbre de las mismas autoridades culturales de si habrá o no festival, de dar salida al apremio que viven para diseñar la programación artística y el formato del festival, contribuir con ello, significa fortalecerlo contra la fragilidad que siempre ha presentado, y que es notorio desde su creación, que no se promueve ni difunde a tiempo, ya que no se tiene el tiempo necesario para planificarlo adecuadamente.

En este sentido, podría pensarse que normarlo es una utopía, más si se le asocia a la crisis económica y presupuestaria que prevalece y que ha llevado a los gobiernos a promulgar políticas restrictivas; pero no es un sueño inalcanzable, es una posibilidad alcanzable si se piensa que este festival es el parteaguas de un antes y un después para Zacatecas, el vivo contraste de un estado envejecido y embotado, por otro, rejuvenecido y floreciente.

Porque a pesar de los pocos recursos disponibles para cultura, las dificultades son iguales a los retos, y si la financiación proviene en su totalidad del gobierno, deberá instrumentarse la gestión del mecenazgo y romper el molde codicioso que ha decir de muchos, ha sido el signo que ha caracterizado a la iniciativa privada en Zacatecas, que se piense con fe, que, por el contrario, se encontrará la buena cepa de la generosidad y la colaboración.

De este modo, la vulnerabilidad del festival sigue siendo un asunto primordial a resolver, y mirando ya la organización del siguiente en 2023, recuérdese la frase obligada del gestor cultural en torno a “que la planificación lo signifique todo, incluyendo el proceso de la gestión para una cultura viva”

Mientras tanto, personal y directivos del organismo mayor de cultura en Zacatecas, siguen recibiendo el aplauso merecido a su labor, con reconocimiento al gobierno que los encabeza, que, por encima del dolor y el miedo ´por la crisis sanitaria que nos ha agobiado y otros factores sociales preocupantes, decidió el formato presencial de la algarabía y las luces para la convivencia, con ello comprometió su postura, y el refrendo de su convicción positiva a favor del festival en tiempos de crisis. Una felicitación a cada uno de sus participantes, con gratitud a los artistas locales por su perseverancia y optimismo.

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