La Gualdra 637 / Libros / Narrativa
Por Gustavo Vázquez-Lozano
¿Qué sucede cuando los seres más dañados y marginados intentan buscar algo de dignidad en medio de un mundo que los rechaza? ¿Qué pasa cuando nos sentimos tan virulentos que abandonar a las personas que queremos es un acto de amor más que una traición? Dinero para cruzar el pueblo, novela que recibió el Premio Nuevo León de Literatura 2020 otorgado por CONARTE, es la historia de Eusebio, un joven feo, repulsivo, que sufre de obesidad mórbida. El protagonista adolece además una condición que incomoda a todos a su alrededor: un sudor copioso que lo tiene permanentemente pegajoso, húmedo y, por tanto, lleno de ronchas y pústulas.
La historia comienza cuando Eusebio sale de casa y se instala en el cuarto piso de un mediocre edificio. A él le sabe a libertad. Cuando le llegan noticias de que su madre, Jade, ha desaparecido, tiene que interrumpir la luna de miel consigo mismo para regresar y tratar de ayudar en la búsqueda. Como parte de sus pesquisas, desentierra papeles y fotografías, visita a un ex marido de su madre, a su anciana tía, los lugares donde Jade trabajó años atrás; habla con la policía, la policía habla con él, todo bajo el enigma siempre presente de dónde se halla la madre. Es irónicamente en esta búsqueda donde Eusebio la encuentra, a la mujer, la real, la que él nunca conoció.
En algunos capítulos es la propia Jade quien nos habla, de su pasado problemático, saturado de violencia y abusos; mujer contradictoria que salió de la pobreza, pasó de marido en marido, de casa en casa, y cuya vida consistió en abandonar a todo el mundo: primero a sus padres y hermanos, luego a sus esposos, a los cuatro; finalmente a su único vástago, Eusebio, el gordo sudoroso, la cosa más fea en la vida de esta mujer que siempre cuidó las apariencias. Jade no tiene remordimientos; sentencia en un momento de la trama: “Lo mejor que puede hacer uno para su familia, es irse”.
Raquel, la libidinosa, inconforme y desagradable vecina de Eusebio, también ha sufrido la pérdida de un progenitor, su padre, que ahora ya no es su papá sino Wendy, una mujer trans. Por este hecho su hija lo rechaza y a la vez lo extraña. Juntos, Eusebio y Raquel emprenden esta aventura, dos seres profundamente deformes, uno físicamente, la otra espiritualmente. La acción ocurre por cierto en dos pueblos ficticios que están en la costa, Santa Ana y Tepoala, saturados de moscos y de un calor infernal, en donde lo más importante que ha acontecido históricamente es la presencia de una refinería, la humedad, la pestilencia y el ir y venir de políticos y trabajadores de Pemex.
En Dinero para cruzar el pueblo (*) estamos frente a un lamento largo y amargo por la pérdida de la madre, contado desde la perspectiva del “monstruo” abandonado, de Quasimodo. Eusebio podrá ser grotesco y deforme, pero tiene nobleza. Jade es, en todo caso, la que resulta grotesca, un ser frío y narcisista que ha ido de matrimonio en matrimonio, y que piensa que sería libre a no ser por su mayor vergüenza, es decir, haber dado a luz a un hijo repugnante, a quien sueña como una cucaracha indeseable a la que aplasta por las noches.
Por cierto que Eusebio, el indefenso, se define a sí mismo en función de ella. Su identidad depende tanto de Jade que, cuando la mujer desaparece a mitad de la historia, él se convierte en un mar de sudor y arrepentimiento por, literalmente, haber nacido. Jade tiene, desde luego, su punto de vista. Ella misma lo cuenta en primera persona. ¿Desde dónde? No lo sabemos. Su infancia, su entorno familiar, marcado por la violencia y la pobreza; cómo en su juventud era otra, una niña natural, de cabello rizado, sin joyas ni maquillaje, una inocencia que fue devorada por el entorno.
Finalmente Raquel, la vecina híper sexualizada, también es producto de un hogar roto. La relación entre Eusebio y Raquel, entre Raquel y su padre, entre Jade y sus esposos, pone en evidencia una dinámica de poder invertida, donde las mujeres, llenas de resentimiento y furia, dominan a hombres débiles y pasivos; una generación de hombres que ha perdido su fuerza frente a mujeres que, aunque heridas, han tomado las riendas de maneras destructivas.
La búsqueda de Eusebio será, paradójicamente, encuentro y desencuentro. Con Raquel, pareja disfuncional unida por sus traumas y deformidades, será una especie de redención mutua, aunque distorsionada. Tal vez Rodrigo Ramírez, en Dinero para cruzar el pueblo, nos quiera hacer meditar si el dolor compartido, por más aberrante que sea, puede generar una genuina conexión. En un mundo donde incluso el aire parece pesado y el sudor nunca deja de fluir, a veces encontrar a alguien que está tan roto como uno mismo es lo más cercano a la salvación.
*Editorial Gato Blanco, 2024, 126 pp.