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domingo, 11 mayo, 2025
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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

Sobre la petrificación del poeta
(Parte 2 de 2)

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Despetrificando…

El libro Formas de decir adiós, de Roberto Galaviz, reúne 48 poemas que, según sus comentadores, hablan sobre la cotidianeidad de la vida; el propio autor, en diversas presentaciones ha manifestado que la poesía es algo que se vive y “si hay tiempo, se escribe”. Sin embargo, su libro tiene varias inconsistencias a nivel estético y estilístico que, vale la pena exponer, pues es un primer paso para desmitificar la figura, sacra e intocable, del poeta, no sólo de éste, sino de todos cuantos nos rodean.

Tomé como ejemplo el poema que tiene el mismo título que el poemario, compuesto por 29 versos, al libre modo, que se pueden seccionar en 3 partes, dado el contenido y la forma; en las dos primeras partes se habla de una dinámica lúdica respecto a las despedidas, y la tercera hay un final con un sentido opuesto. Se revisaron los primeros siete versos, en los que destaca, como figura retórica principal, la imagen, no obstante, en los siguientes 13 encontramos algunas fragilidades: “Una vez te dije adiós, / -enseguida- / y / para balancear la noche / tú también dijiste / adiós // no esperábamos que fuera en serio // nos despedíamos / porque entonces, era lo único posible / porque decir / adiós / es tan elegante que resulta irresistible”. Dado que, en los versos antecesores, se utiliza el impersonal, y éstos en primera persona, pareciera que son dos poemas diferentes. Y de hecho funcionarían bien por separado, pues las imágenes no se conectan con los versos primeros.

Destaca en esta sección, desde luego, la aliteración de la palabra “adiós”, a modo de epífora. El entreguionado resulta innecesario, no tiene un peso relevante en cuanto a semántica ni en cuanto a musicalidad, y en lo que respecta a ritmo, desequilibra terriblemente su verso antecesor con los dos siguientes, conformados todos de siete sílabas; y es que entre estos ya se encuentra la conjunción “y”, que ofrece un quiebre delicado en el ritmo. De igual forma, el verso “no esperábamos que fuera en serio” puede omitirse, pues los versos que le preceden explican la dinámica de la despedida, mas que como algo solemne, como un juego.

Los últimos 9 versos apuntan lo siguiente: “Ayer conducía mi auto, / hace años no te veía / cruzaste la calle, / agitaste tu mano derecha // -dijiste / adiós- / una vez más // esta vez, pensé: / es para siempre.” Dado que el “auto” del yo lírico, no contiene una carga especial semántica ni semiótica, también podría omitirse ese verso, pues incluso parece, al igual que en la sección anterior, que se da la pauta de un poema diferente; nuevamente hay una desconexión con el contenido de las dos secciones anteriores del poema; si bien el tema del adiós se mantiene, se hace con registros diferentes. Me parece que, en esta parte, lo más problemático es la puntuación, pues el encabalgamiento entre el verso 22 y el 23 no tiene ningún sentido, al igual que la que encontramos entre el 25 y 26, y peor aún, los dos últimos versos, con una coma que realmente se vuelve problemática en conjunto con los dos puntos.

 

¿Para qué?

Es cierto que, la poesía se encuentra en los hechos más cotidianos de la vida; Octavio Paz hace la distinción entre poesía y poema, cuando dice que la poesía no siempre se convierte en poema, pues este último es un artificio que pocas veces logra asir la verdadera belleza vivencial. Para Paz, el poeta es el instrumento de la revelación estética y por ende, no es necesario que este escriba.

La crítica por su parte, consistirá en exponer y confrontar las diversas formas poética, e intentar que volvamos a nuestros textos para preguntarnos “¿qué y para qué escribo?”.

Todos podemos caer en la premura de la publicación, yo misma tengo un libro bastante cuestionable del cual me avergüenzo sobremanera; errores siempre los hay y los habrá. El  verdadero reto consiste en la disposición a corregir y ser corregidos. Alberto Ruy Sánchez, en una conferencia en El Colegio de México, compartió una anécdota de sus años de trabajo al lado de Octavio Paz; decía que Paz siempre estaba corrigiendo sus textos, aun los que tenían años de haber sido publicados, y cuando Ruy Sánchez lo cuestionó sobre esta práctica con un “¿para qué?”, el maestro respondió: “Porque sigo vivo.”

Sin embargo, parte medular de esta disciplina corresponde a la crítica, pues si no hay quién nos lea y nos “despetrifique”, podemos caer en la comodidad de publicar lo que sea y como sea. Esto es grave no sólo en cuanto a lo literario, sino en general. Hay una tradición cultural muy arraigada en México de no cuestionar nada, de no tocar a nadie que consideremos importante. Hay que volver al poema, al poeta y sobre todo hay que volver a la poesía y tocarlos, no como piedras, sino como materia viva y dialogar con ellos. Es un buen primer paso para lograr cambios en todos los ámbitos. ■

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