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jueves, 28 marzo, 2024
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Fijación de la crudeza. Comentarios y rituales sobre ‘El pan de la vergüenza’, de Armónica

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Por: DANIEL SIBAJA* •

La Gualdra 574 / Libros

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[No he comido en varias semanas. Pero hace unos días comencé a sentir de nuevo el instinto, lo descubrí en medio de la nada y de la noche, contando mi propia historia y mis errores; mi mente se hinchó, descubrí que me había abandonado. Entonces recordé, pasando por una mudanza obligatoria, el libro de una alumna a la que años atrás pude aprender de su literatura. Comencé a leer, mientras las mañanas dolían:]

[Mi instinto me llevó el dedo a la boca y el sabor metálico me dio la respuesta.]

Relatar lo oculto no se obtiene de un solo iceberg. Las dificultades de mantener la moral a flote siempre se desvirtúan con el paso de las experiencias y retratarlo en historias de ficción, en ocasiones, puede ser duro de asimilar. Esto hace que las palabras de Armónica (1979) sean la práctica virtuosa de su escritura, sobre todo cuando se trata de un primer libro publicado, en el que esos icebergs que alguna vez Hemingway señaló se convierten en simples piedras oscurecidas. El pan de la vergüenza (2023) es un libro en el que uno va tomando la cacería de rocas y de hielos como un ajuste personal. Pero apreciar ese montón de rocas, esa construcción natural de tierra, es un recordatorio incómodo y con raspaduras.

[Mantuve abierto los ojos casi un fin de semana, escuché historias, aprendí que la mía no ha sido nunca la más importante, sino una más de las que el mundo retuerce con el venir de los días.]

[No quiero abrir los ojos, me duele sentir la luz.]

La colección de 28 relatos y cuentos de este libro nos ofrece la vista de una ventana panorámica que nos obliga a ver los detalles de lo que se quiere negar, algo que hace revelar lo que se intuye y lo que se quiere sanar por medio de lo místico o de lo cotidiano. Fotografías guardadas, manchas de sangre, uniformes apretados, brindis y paliacates rojos. En el azar de las relaciones insanas, la ignorancia de la violencia psicológica o la hora perfecta de un desayuno con mal sabor. Ya sea en un rincón de Oaxaca, Quintana Roo o algún punto del Centro de México, la fijación, en el otro esquema del iceberg comienza a trazar aquella vergüenza de contar lo que nuestros ojos y oídos perciben.

Encontré entre mi habitación y mi desorden, un baúl de historias crudas, escribí en una lista sus títulos y recordé lo que Gabriel García Márquez dijo “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”:

[Paula / Las zapatillas azules / La llamada / El protector / La ruda / El paliacate rojo / Quince otra vez / Las tortas de huevo / Cuestión de indiferencia / El maletín / Oscuridad / El pan de la vergüenza / La preferida / El verano perfecto / La escalera / Dos almas / Teteras / Pan duro / Kilómetro 72 / Hija del demonio / Luna de carne / Testamento / El último lunes / Entre tacos / Viaja ligero / La casa chica / ¿Le has visto? / Ella.]

Paula es el relato en la que una mujer amanece casi muerta todos los días, vive con un constante duelo junto a su esposo alcohólico, y a esa madre renuente que le acompaña en sus ataques enfermizos. Esta historia produce un asentamiento de cabeza a esas relaciones disfuncionales en las que una fotografía se convierte en la ilusión destajada del fracaso y que habla de un dolor que por sí solo se percibe.

Por otro lado, un relato más que podemos acentuar es “Protector”, donde un ritual de limpieza mágica no puede terminar de resolverse en Mauricio, un hombre que parece no querer estar en ese lugar, pero que se resiste. En un espacio tan corto, la degollación de un gallo puede convertirse en esa sanación que todo hombre busca, pero que nunca alcanza, por más que la sangre sea el reflejo del extremo de sus límites.

Otra historia que refleja el misticismo común está en “La ruda”, donde Carmen se repite en las facciones de sus familiares, quién usa las plantas santificadas como purificador de malas vibras, o la cura a sus adicciones, pero el olor poco a poco se convierte en una negación perpetua y sin tapujos. Nuevamente observamos la imposibilidad de la cura en el cuerpo. En una perspectiva femenina, la imposición de lo espiritual es un cordón de decisiones fallidas.

Finalmente, en “Cuestión de diferencia”, vemos la infidelidad como punto de fuga o liberación, en el papel tanto la mujer como del hombre, Julieta y Alberto van reviviendo sus borracheras y poco a poco se desencuentran. Ambos tratarán de llegar a su final predestinado, sin embargo, la muerte puede convencerse a sí misma en un tirón de suerte tras la decisión simple del verbo “ignorar”.

[Soporté no ver el silencio o mi propio cuerpo. Me saqué dos ampollas al desbaratar una mesa con mis manos, grité nombres, no cerré los ojos en tres días. Tuve que bajar a un infierno para conocerme. Pero leí de nuevo, y algo me impulsó a escribir sobre este libro.]

[Me había acostumbrado a estar sola casi todo el día. De nuevo el baño de espuma, de nuevo el secado minucioso, de nuevo el estante de las tazas de café acomodadas rigurosamente por preferencia de sus bebedores. / No sentía la cabeza, había dormido apenas unas horas / dos noches sobre un colchón viejo y húmedo, haciendo del baño en un bote viejo de pintura. / La casa olía a ruda.]

Cuando uno trata de evadir más la lectura, las hojas vuelven. Como han vuelto a mí esas páginas al que mis ojos alguna vez pusieron tratamiento. El pan de la vergüenza es un libro que fue editado por Ediciones Coyoacán y es más que una primera publicación. Mónica Lizeth Martínez Galván (Armónica) es licenciada en Ciencias de la Comunicación (UNAM), actualmente se desempeña como Difusora Cultural en el Municipio de Guadalupe Victoria, Puebla. Leer sus relatos ahora me desata de todo mal sabor de boca que los errores de la realidad pueden someter a la pérdida de la cordura a la hora de la comida. Hoy sé, que algo me mueve y volveré a tomar el pan sobre la mesa y seguir creyendo en el actuar de la escritura.

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra574

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