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miércoles, 24 abril, 2024
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Política y ciudadanía en crisis

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Por: Mauro González Luna •

Comienzo saludando a Zacatecas y a su gente buena. Primero hablemos un poco de la política que está al servicio del bien común. El bien común no es otra cosa sino lo que perfecciona a la sociedad, como dice Balmes. Es la organización más apta para que todos, no una facción o bando, sino todos, en la medida de lo humanamente posible, realicen su función propia, en libertad, justicia y seguridad.

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Montesquieu dijo que la virtud es el móvil de una república. Pero no se refería a la «virtud» maquiavélica que equivale a la habilidad para obtener y mantener el poder a costa de lo que sea, incluso del crimen, sino al modo de ser conforme a lo recto, a lo justo, determinado por la razón y la prudencia. Solo vividores, cínicos y castas de serviles alaban el maquiavelismo.

Por ello, sin un mínimo de virtud, de generosidad, la política «se convierte en empresa destructora del orden social», del pluralismo democrático, del común denominador cultural condensado en la constitución política de una comunidad.

Una constitución es la síntesis de derechos, valores y estructuras fundamentales de una nación o comunidad más amplia. Síntesis lograda a base de luchas, sacrificios, heroísmos a lo largo de una historia común, que asegura el presente y el porvenir cuando se cumplen sus principios y preceptos, cuando la política de bien común y la ciudadanía la respetan y defienden.

Pero aquí cabe una pregunta: ¿es esa hoy la política que se vive en general en el mundo? ¿Es esa política republicana cuyo móvil es la virtud mínima la que predomina ahora por regla?

La respuesta es un rotundo no: dicha política de bien común ha sido abandonada y sustituida por una facciosa que, en ocasiones, se reviste al principio con ropaje democrático o revolucionario para luego tirarlo a la basura a fin de ejercer el poder al margen de la constitución, de todo derecho. En vez de ciudadanos hay en varios lugares gente sometida sin libertades básicas, en otros, súbditos, y en el mejor de los casos, consumidores pasivos en permanente minoría de edad.

La sustituta es la política desfigurada, la usada como instrumento de dominación autoritaria, cuyo móvil es el miedo, el propio de los despotismos, según el autor del Espíritu de las Leyes.

Se vive hoy en el mundo, por regla, la hipertrofia de la política y de la ciudadanía. La educación integral, la reflexión, el sentido del deber y la conciencia política están eclipsados por la desmesura económica y política occidental; por ideologías colonizadoras contrarias al orden natural, a las libertades; por un resurgido contentamiento animal, porcino de las multitudes del «primer mundo» del que ya hablaba Platón hace milenios.

Pongamos ejemplos. Uno de los peores males de nuestra época: el maltrato, político y social, al migrante pobre que huye de hambre y violencia. Ese maltrato, ese desprecio es la antítesis de una política mínimamente generosa, pues obedece a racismo, xenofobia, egoísmo, indiferencia, como la pretensión inhumana del gobierno británico de deportar a refugiados a Ruanda; como la política represiva de los Estados Unidos utilizando terceros países para deshacerse de los migrantes pobres.

Y no hablemos de la injusticia y abyección británica al extraditar a Julian Assange a los Estados Unidos para que allí culminen su aniquilamiento. Assange, campeón de la libertad de prensa que exhibió las atrocidades del tal Bush y su mal gobierno perpetradas en Irak, crímenes de guerra impunes, entre otros muchos denunciados por ese infortunado y valiente personaje. Ni de una dictadura que reprime y encarcela por años a niños que gritaron Patria y Vida en la Cuba de julio de 2021.

Ahora un ejemplo de hipertrofia ciudadana: una turba en un poblado del Estado de Puebla, quemó vivo a un joven abogado de 31 años, rociándolo de gasolina después de haberle propinado una terrible golpiza, porque según eso lo confundieron con un robachicos. Un acto abominable, reflejo de una gravísima patología social. Y no hablemos de la masacre de pequeños y dos maestras en una escuela primaria de Uvalde, Texas, en mayo pasado. Patologías sociales y políticas que se contagian mutuamente.

Y la hipertrofia que sacude al mundo: el cobarde asesinato de los padres jesuitas Joaquín Mora y Javier Campos, varones ejemplares, amigos de los pobres, en Chihuahua. Es falso que vivamos en la posverdad, la verdad desnuda, fría, está ahí implacable, gritándonos, clamando al Cielo.

Otro de los males de la política adulterada es el desprecio por el derecho de las minorías que en un régimen democrático de verdad son tratadas equitativamente, nunca denostadas, humilladas, perseguidas por las mayorías.

Una vez un sabio dijo que cuando la lucha de los partidos políticos se transforma en una contienda de clases, el régimen parlamentario de representación política deja de funcionar. Si la minoría es perseguida por la llegada al poder de un partido, entonces la democracia se derrumba.

El principio democrático de las mayorías presupone el derecho de existencia de las minorías. Kelsen, certero en su análisis político, dijo con claridad meridiana: «El catálogo de los derechos y libertades básicos se convierte, a partir de la protección del individuo frente al Estado, en la protección de la minoría frente a la mayoría absoluta. Esto significa, que medidas que afectan ciertas esferas de intereses nacionales, religiosos, económicos o en general espirituales, son sólo posibles con el acuerdo entre la mayoría y la minoría».

Cuando prevalece el encono, la división, el insulto, la ambición vulgar, la miopía o ceguera de la opinión pública incluyendo la supuestamente ilustrada, entonces, la dominación despótica impera y la mera existencia de las minorías se ve amenazada junto con las repúblicas, dejando de haber condiciones para los acuerdos políticos democráticos a que se refiere Kelsen.

Hay casos históricos, sin embargo, en que la política es reivindicada por personajes de ejemplar conducta, como esos de la talla del político santo, Alcide De Gasperi, de Konrad Adenauer, padres de la Europa renaciente después de la Segunda Guerra Mundial, comunidad hoy, por desgracia, en bancarrota moral y política al haber traicionado sus raíces cristianas y haberse sometido sin rubor a la hegemonía militarista yanqui. Ahora es tiempo de urgente reivindicación.

Termino con un pensamiento de Agustín de Hipona, en estos tiempos de penuria política y moral, que pudiera resultar orientador en todos los campos: «El amor perdura en la adversidad, nos da prudencia en la prosperidad, es fuerte ante el sufrimiento, se regocija de las buenas obras, está libre de tentación, es generoso en hospitalidad, paciente con los descreídos, …. es la salvación de todos los misterios, es la fuerza del conocimiento, la bondad de la fe, es la riqueza para los pobres…, el amor, lo es todo».

Dedico este artículo con admiración a Julian Assange, un baluarte de la libertad de prensa, hoy despreciada por el pérfido y grotesco gobierno inglés al servicio del gris, hipócrita y ruin gobierno de los Estados Unidos. Que Dios y María Santísima lo amparen.

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