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viernes, 19 abril, 2024
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El ido

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Por: PILAR ALBA* •

La Gualdra 532 / Río de palabras

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Murió lejos, el pueblo donde lo encontramos no tenía un nombre fijo, para algunos era Álamos, y para otros las Trojes; tardamos horas y horas, hasta que por fin lo encontramos en un lugar llamado La Cumbre. En el lugar lo conocían como el ido, porque no hablaba ni convivía con nadie, estaba así: ido del mundo, siempre en fuga. Lo toleraban porque no le hacía daño a nadie, ni se daban cuenta de que estaba hasta que volteaban a verlo. Le preguntaban si tenía hambre y entonces hacía la única seña de comunicación que sabía: estirar la mano esperando ya fuera un taco, un vaso con agua, o un pan… lo que la gente generosa quisiera darle. Comía y se iba, nadie sabía cuándo ni de dónde había llegado o cómo se llamaba ni dónde dormía. Llegaba a la plaza después del medio día y ahí se estaba hasta que empezaba a retirarse el sol. Cuando murió lo encontraron echado al lado de un árbol, revisaron sus ropas y encontraron su cartera, dentro de ella la foto de una mujer con dos niños, su credencial de identidad y una tarjeta de presentación. Así es como nos localizaron para que fuéramos a buscarlo. Hallamos el cuerpo en un cajón de madera, ahí mismo le dimos cristiana sepultura. El ido se llamaba Omar Sánchez Gómez. El ido era mi abuelo. El ido salió de su casa un día, todo pensamos que lo habían secuestrado. Le lloramos por años hasta que se fue también de nuestra mente, porque ni siquiera muerto pudimos regresarlo. 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_532_

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