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viernes, 29 marzo, 2024
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■ El Péndulo

México y Brasil. Avanzar juntos por la unidad de Latinoamérica

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Los historiadores han documentado cómo la coyuntura internacional, que existía en 1938, hizo posible que, sin sufrir consecuencias graves, el presidente Lázaro Cárdenas decretara la expropiación de la industria petrolera, con lo que sentó las bases de la soberanía energética de México que hoy, no obstante traiciones y retrocesos, estamos a punto de lograr. Pienso que los historiadores de hoy y del futuro podrían describir la geopolítica mundial actual como la ventana de oportunidad que abrió la puerta a la transformación de la región latinoamericana en un nuevo actor internacional. Veamos algunos elementos que dan verosimilitud a esa conjetura. 

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Durante el pasado mes de abril, el presidente de Brasil, Luis Inácio “Lula” da Silva, realizó un encuentro presencial con su homólogo Xi Jinping, en China. En principio, esa reunión envió el mensaje del inicio de la recuperación del papel internacional que le corresponde a Brasil tras los cuatro años de repliegue y de desprestigio, provocados por la presidencia extremista y negacionista del cambio climático de Jair Bolsonaro. Por su parte, China lo recibió dentro de una serie de encuentros en la cumbre que sitúan a Pekín en el centro de la escena global y muestran el nuevo carácter multipolar del mundo. En Shanghái, Lula acompañó a quien fue su sucesora, la expresidenta Dilma Rouseff, en su toma de posesión como máxima autoridad del Nuevo Banco del Desarrollo, fundado por el bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), diseñado para contribuir a construir un orden internacional alternativo al que impulsó Estados Unidos al término de la Segunda Guerra Mundial. Allí Lula hizo una fuerte crítica al uso del dólar como moneda global. S 

Antes de viajar al oriente, el presidente brasileño había viajado ya a Washington, en una visita más breve y con menos solemnidad, en una expresa demostración de su capacidad para estrechar relaciones con las potencias enfrentadas, como una prueba de sus esfuerzos por guardar distancias ante la creciente tensión entre China y Estados Unidos, a propósito de Taiwán, su independencia ante las sanciones, y la condena a Rusia por la invasión de Ucrania y su posición contraria a suministrar armamento a Kiev. El presidente brasileño, amparado en el peso de Brasil, y en su propio prestigio internacional, se propone lograr el inicio de la negociación para la paz. 

Por su parte, los mandatarios de México y de Estados Unidos han logrado acuerdos en materia económica, energética, ambiental, seguridad, y otros temas, de manera que el T-MEC parece muy fortalecido en su operatividad. Ello a pesar de las constantes descalificaciones y predicciones catastrofistas de la oposición dominante en los medios de comunicación mexicanos y alguno de E.U. En una de sus recientes conferencias mañaneras, AMLO comentó que, en el mayo próximo, en Cancún podría realizarse una reunión presencial de mandatarios de América Latina y el Caribe, en donde afianzarán los acuerdos que lograron algunos de ellos, en su reciente videoconferencia para tomar medidas y disminuir la inflación, además de esforzarse para dar pasos para tener una política común ante los desafíos globales. Es previsible que AMLO reitere algunos de sus planteamientos en la cumbre de la Celac, celebrada en México en junio de 2021: “ya es momento de una nueva convivencia entre todos los países de América porque el modelo impuesto hace más de dos siglos está agotado, no tiene futuro ni salida, ya no beneficia a nadie. Hay que hacer a un lado la disyuntiva de integrarnos a Estados Unidos o de oponernos en forma defensiva. Es tiempo de expresar y de explorar otra opción: la de dialogar con los gobernantes estadounidenses y convencerlos y persuadirlos de que una nueva relación entre los países de América es posible. Considero que en la actualidad hay condiciones inmejorables para alcanzar este propósito de respetarnos y caminar juntos sin que nadie se quede atrás”. 

Se puede esperar, y sería muy lógico, que AMLO actualice ese planteamiento, tomando en cuenta las nuevas posiciones de Brasil, Argentina, y de otros mandatarios que recientemente asumieron sus cargos, así como de la evolución de la situación mundial. Ojalá y sea posible conciliar la presencia de México en el T-MEC con la de Brasil en el Brics, para avanzar hacia una América Latina unida, que tienda a construir puentes hacia ambos bloques militares y económicos, además de que juegue un papel más importante en la busqueda de acuerdos multilaterales por una economía más justa, por alimentos y salud para todos, a favor de la paz y contra la guerra, y por la sustentabilidad de nuestro planeta. Tanto los acuerdos en marcha, entre México y Estados Unidos, en diversas materias, como la ruta de la relación entre Brasil y China, deben asumirse como herramientas para que nuestra región sea más eficaz en sus esfuerzos para disminuír las incertidumbres que hoy dominan globalmente.

Sin duda que es muy importante el trabajo diplomático preparatorio que realiza, desde ahora, el canciller Marcelo Ebrard con todas las cancillerías, incluyendo la atención personalizada que se requiere para que Lula y AMLO lleguen a Cancún con posiciones comunes sobre la agenda inmediata y, sobre todo, con la voluntad de dotar a la región de una visión común sobre sus tareas y sobre su lugar en el mundo actual. Los mandatarios de Brasil y México tienen el reto de asumir que el tamaño de sus poblaciones y de sus economías, y que sus relaciones internacionales, los convierten en actores cuya unidad en lo fundamental es indispensable para avanzar en la unidad latinoamericana, por lo que están obligados a elaborar una narrativa que minimice sus diferencias y que fortalezca la voluntad unitaria de sus respectivas vecindades; sólo así podrán resistir las presiones que sobre ellos pueden ejercer sus repectivos socios comerciales.

A estas horas, los actores más beligerantes de la confrontación que se manifiesta en la guerra de Ucrania deben estar preocupados por los cambios geopolíticos que puede provocar una futura nueva Latinoamérica unida por el bienestar, la paz y la sustentabilidad de nuestra casa común. 

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