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jueves, 25 abril, 2024
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La epidemia de la soledad

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Por: Anita Botwin •

Her cuenta la historia de un hombre que se enamora de una mujer que no existe, una máquina virtual que le da todo lo emocional, pero nunca logra hacerlo físicamente. Esta cinta de futuro distópico la relación amorosa entre un escritor de cartas y su sistema operativo es posible. Cada vez que pienso en la soledad no deseada, me vienen a la mente fotogramas de la película en la que Joaquín Phoenix es un hombre solitario hasta que se enamora de lo virtual.

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El último año, hemos tenido que recurrir a las tecnologías para relacionarnos, bien con quienes ya conocíamos previamente, bien con otras personas que no formaban parte de nuestra vida “real”. Y en esa vida nueva que mezcla lo analógico con los encuentros digitales, es probable que nos sintamos en realidad, más aislados y individualistas que nunca a pesar de la hiperconectividad.

La pandemia del coronavirus ha dejado un sentimiento agravado de soledad entre los ciudadanos creciendo un 50% y especialmente entre los más jóvenes, según un estudio de la Universidad Pontificia de Comilas, Informe España 2020. Por su parte, La Asociación Americana de Psicología advierte que la soledad no deseada será el primer factor de riesgo para la salud en las sociedades occidentales, por encima incluso de la obesidad. Los datos son claros e innegables y estaríamos hablando de la epidemia de nuestro siglo: la soledad no deseada.

Y es que la mayoría de nosotros lleva más de un año sin encuentros sociales, ni familiares cercanos. Y las redes sociales y la hiperconectividad, bajo la aparente ilusión de las experiencias compartidas a distancia, no consiguen compensar la falta de afecto y cercanía humana. Durante la pandemia -aunque también ocurría antes – muchas personas han fallecido solas, bien porque estaban aisladas en UCIS, bien porque fallecían en casa sin seres queridos cerca.

Pero esto no es nuevo. Ya antes de la crisis del coronavirus, había un 5,2% de las personas que sentía la soledad de modo grave y ese porcentaje se ha elevado en la pandemia al 11%, según un estudio propio que se incluye en el capítulo La Soledad del Siglo XXI. A nivel general, casi un tercio de la población siente aislamiento social (un 26% de forma leve y el 3% de modo intenso) y un 21,1% carece de un grupo de amigos con los que compartir su tiempo.

La soledad en Reino Unido es un asunto de Estado. Por ello, se han tomado medidas institucionales nombrando en 2018 a una Secretaria de Estado. “Quiero confrontar este desafío para nuestra sociedad y que todos nosotros actuemos para atender a la soledad que padecen los mayores, los cuidadores, aquellos que han perdido a seres queridos, gente que no tiene a nadie con quien hablar o compartir sus pensamientos y experiencias”, explicó Tracey Crouch, diputada tory de 42 años, y secretaria de Estado para la soledad.

En Reino Unido, más de 9 millones de personas aseguran sentirse solas, consecuencia del empobrecimiento de una serie de instituciones que tradicionalmente tejían conexiones y redes entre las personas, como los sindicatos, la iglesia, la familia, los pubs y los centros de trabajo. Incluso los cajeros de los supermercados, uno de los últimos lugares que resistían para conversar de las personas mayores solas, se están sustituyendo por máquinas automáticas. Esa tecnologización de la vida, la globalización y el individualismo está alejándonos más que nunca, aunque nos creamos rodeados de un millón de desconocidos entre unos y ceros.

La pandemia ha incrementado este sentimiento de soledad, debido a las restricciones sociales y al teletrabajo. Ello ha fomentado el individualismo y la conexión con otros a través de las pantallas. Decía Paul Valèry que «un hombre solo siempre está en mala compañía». La soledad no deseada es un problema social y de salud pública, ya que la soledad afecta gravemente la salud, provocando una mayor tensión arterial o un funcionamiento deficiente del sistema inmune. Es por ello que la soledad es un problema de salud pública con grandes costes económicos: diez años de soledad de una persona mayor, según un reciente estudio de la London School of Economics, suponen para las arcas públicas un sobrecosto económico de 6.000 libras (6.800 euros), en sanidad y presión a los servicios públicos locales.

Durante la alcaldía de Manuela Carmena, tuvo lugar un proyecto llamado Madrid, ciudad de los cuidados. El objetivo de luchar contra la «soledad no deseada» en dos barrios de la ciudad: Almenara, en Tetúan y Trafalgar, en Chamberí. El plan promovía un programa de apoyo profesional para enfrentarse, tanto a corto como a largo plazo, a ciertos malestares de la vida diaria, así como apoyar proyectos en los que el eje principal sean los cuidados. Cuando entró en el consistorio el PP fue de lo primero que suprimió y con ello ese pequeño rayo de luz entre tanto ruido.

Esperemos que desde la propia sociedad seamos capaces de tejer esas redes de solidaridad fundamentales para nuestra supervivencia, como se ha podido ver durante esta última crisis con las redes vecinales, la autogestión de espacios vecinales (ahora la Ingobernable de nuevo en Madrid) o el apoyo espontáneo tras la gran nevada de Filomena que dejó incomunicadas a miles de personas. Solo así y a la espera de que las Instituciones se tomen esto en serio, podremos ser menos solos en medio del desierto. ■

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