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lunes, 18 marzo, 2024
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La obsesión de Sbarra

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Por: JESÚS UGARTE VÁZQUEZ •

La Gualdra 566 / Libros

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“Lo terminé hace muy poco y sin embargo ya lo escribiría de otra manera, completamente distinta. Lo que me fastidia más es su falta de optimismo, de humor. Es un libro triste, demasiado triste”.

José Sbarra

Hay un nombre poco repetido en los círculos literarios y que, a mi juicio, merecería la pena valorar. El nombre es José Francisco Caputo, mejor conocido, entre sus pocos lectores, como José Sbarra. Un personaje proveniente del underground de los años ochenta, un escritor de culto, con una vida tropezada, llena de angustias pero que al final encontró placeres de los cuales la poesía fue, sin duda, una de sus más grandes satisfacciones. En Buenos Aires, lugar de nacimiento de Sbarra, el reconocimiento de sus obras Marc, la sucia rata y Plástico cruel ha sido tal, que incluso se han realizado versiones cinematográficas. Sin embargo, Obsesión de vivir es la obra con la que comienza su producción más oscura, y es quizá la que muestra de mejor manera la mentalidad del escritor. Esta obra condensa los temas que desarrollará más adelante y, por lo tanto, resulta una especie de manifiesto inaugural. No destaca por la pulcritud de sus versos (que caen en el prosaísmo), sino por la intensidad y crudeza con la que se escriben. Es un libro casi imposible de conseguir de manera física pero que, afortunadamente, se encuentra de manera libre en algunos sitios de internet.

Obsesión de vivir es un rito iniciático hacia la desolación. Mientras repasamos los primeros versos, es imposible dejar de recordar los de Pessoa en Tabaquería, con quien comparte esa terrible reflexión en la que un hombre se encuentra agonizando en medio de la incertidumbre. Pessoa se pregunta: “¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas/-sí, de veras altas y nobles y lúcidas-/ quizá realizables/ no verán nunca la luz del sol real ni llegarán a oídos de la gente?”, mientras que Sbarra pregunta: “¿En qué infierno acabaremos los equivocados/ los que no fuimos genios/ los que no fuimos dioses/ los que sobrevivimos de prestado? / que conocimos la luz y nos detuvimos a jugar con las sombras?”.

El fracaso se vuelve el punto de partida desde donde el autor comienza una lamentable travesía hacía un rumbo sinuoso de paradigmas. Es el lamento a partir de la insignificancia, de la invisibilidad con la que existe en un mundo tan vasto y hecho a la medida de tantos seres “adaptados”. Un sobreviviente para Sbarra es aquél que, sin soportar el dolor, sigue vivo. En este sentido, su poesía es más parecida a los lamentos de un ser torturado capaz de lanzar diatribas al cielo, buscando un razonamiento que explique tanta injusticia, sufrimiento y soledad.

Aleana y Alcides, son dos personajes inspirados en historias familiares del autor. La primera, una mujer víctima de violación siendo apenas una niña; el segundo, un poeta al que se le reprende y censura de forma arbitraria. Entrambos se acompañan durante toda la obra como hermanos, como refugio acongojado, como última esperanza. Aquellos versos son para ellos, los sobrevivientes de todo lo que ya no tiene mejora, pues la memoria es ese vehículo irremediable hacia el dolor. A Dios se le hacen preguntas, pero no responde. Los señalamientos hacia él son severos, pero entendemos que, ante tanta fatalidad, no pueden ser menos violentos. La necesidad de respuesta proviene de ese amor postergado, de su infrecuencia. Una vida así, no podría ser sino una obsesión, pues ambos son seres olvidados, recluidos en ese sentimiento de abandono.

Sbarra coincide con Borges cuando dice “No nos une el amor sino el espanto, poniendo en duda las acciones de las personas, como aquéllas que buscan, a partir del amor, encontrar al otro. Es una crítica a la idea cliché del amor como elemento de unión entre los individuos. Una reflexión de los intereses personales, los miedos, las faltas, que terminan por arrastrarnos hacia una “soledad completa”. La soledad como aquella inevitable perseguidora que acaba por hacinarnos y despojarnos del verdadero sentido del amor.

En su carta al editor, Sbarra intenta disuadirlo de publicar una obra tan triste, sobre todo porque la considera inútil para alguien que simpatice con aquellas palabras. Bajo esa lógica utilitaria dice “Que nadie se atreva a pronunciar una verdad si esa verdad no es bella para luego arremeter contra el arte y los artistas del status quo. Lo que vende es la ilusión, es la promesa de que todo estará bien, es esa esperanza que esconde debajo de la alfombra la basura, aunque luego se desborde. El autor quiere ser sincero más allá de ser publicado y ésa es la consigna.

Vivir se vuelve una obsesión cuando no se encuentran motivos suficientes para seguir, cuando el dolor es la única constante y la tristeza “ya es moneda corriente”. Se convierte en un sinsentido apenas sostenido por la esperanza que mitiga en forma de promesa, un futuro más próspero o, al menos, llevadero. Sbarra golpea con fuerza las puertas del cielo para reclamar sobre los crímenes hacia Aleana, sobre esa impunidad que deja una herida irreversible. La obsesión de estar vivo es quizá la obsesión de postergar la muerte deseada, pero temida. ¿Seremos nosotros como aquellos sobrevivientes? ¿Encontraremos nuestro lugar entre aquéllos que han sabido encajar ante tanta injusticia? ¿Existirá algo que nos devuelva la vida?

 

* Jesús Ugarte. (Ciudad de México, 1993) actualmente es estudiante de la licenciatura en Letras en la UAZ. Ha publicado cuentos, ensayos, poemas y minificciones en diferentes revistas literarias como Redoma de la Unidad Académica de Letras de la UAZ, Ágora de El Colegio de México, Revista Hispanoamericana de Literatura, Página Salmón, entre otras.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra566

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