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martes, 7 mayo, 2024
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Reforma interminable

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

La reforma de la universidad autónoma de Zacatecas (UAZ) es un proceso interminable. Comenzó cuando fue liquidado el Instituto de Ciencias Autónomo de Zacatecas y se declaró la existencia de una nueva universidad. Cualquiera haya sido el origen, se debe recordar que éste no define un destino. Aquello que lo determina son los “sentimientos elementales”, y estos entrañan una filosofía. ¿Qué significa esto? Primero, una actitud frente al conjunto de lo real y, segundo, un proyecto derivado de aquella. Este se manifestó, en su primera aparición, como “Conclusiones del Simposium sobre Reforma Universitaria” de 1971. Las ideas parecen claras, las expone Eduardo Remedi en las páginas 247-255de su “Detrás del murmullo” (Juan Pablos/UAZ, 2008). 

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Cabe citar un párrafo prototípico (p.251): “Con todas estas medidas se trataba no sólo de cambiar el carácter del proceso de enseñanza y aprendizaje, sino que se buscaba un nuevo tipo de docente, lo que implicaba, necesariamente, desestructurar una red de poder y un conjunto de intereses creados en torno al sistema tradicional”. También se debe recordar algo que Remedi sintetiza en la idea de una “comunidad democrática”: la universidad debe organizarse como una comunidad, un frente único, una sociedad sin fragmentación política en la que no existiese sujeción a autoridades superiores. Todo este ideario tenía por epítome la “autonomía universitaria”. De esa primera aparición del pensamiento utópico universitario, en su doble vertiente de horizonte y construcción imposible quedó muy poco. Se desmontó el contrato colectivo de trabajo UAZ-SPAUAZ, que fue el medio de apropiación del presupuesto universitario por parte de los docentes, así como se fue disgregando la comunidad construida para sustentar la posición de la universidad frente a los gobiernos federal y estatal. Si bien para el año 2022 se valora que un docente sea un investigador nacional, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, esto es, más que una consecuencia de los proyectos de los 1970, su cancelación. Por una razón muy sencilla: los programas de la modernización educativa impulsados desde los años de Miguel de la Madrid Hurtado tienen por sujeto al individuo, no a la comunidad y los líderes que la organizan e interpretan. 

Además, los dineros que estos individuos pueden gestionar se ubican más allá del control de las autoridades universitarias. Tal es también una de las causas de la defenestración de la acción sindical: no hay dinero para los agremiados por esa vía. De acuerdo con Isaac Enríquez Pérez, en el cuaderno II, de los materiales de trabajo del foro de reforma en curso en la UAZ (titulado “La entronización del individualismo hedonista y el vaciamiento de la universidad”), la condición para el “triunfo del fundamentalismo de mercado” es el “vaciamiento de la universidad”. ¿En qué consiste esto? Al parecer en algo sencillo: la universidad ya no produce vanguardias ni pensamiento crítico, disenso o innovación en las formas de organizar la sociedad. Según este autor los síntomas de ese vaciamiento son: “a) el abandono de la educación superior pública por considerarse ineficiente y desapegada de las demandas del mercado; b) el cobro de cuotas…; c)la expansión de estructuras cuasi aristocráticas y anti democráticas en sus procesos de toma de decisiones; y d) en el caso de las sociedades subdesarrolladas, la proliferación de trabajo precario, no pagado y mal remunerado entre sus plantas académicas”. Todo esto está muy bien, pero deja de lado la cuestión de la causalidad: ¿qué causó la deserción de los proyectos comunitarios y democráticos? ¿cómo se motivó a las personas para que modificaran su conducta? Responder estas cuestiones exige una investigación empírica, dejar de lado los “principios teórico normativos” a los que fueron, o son, afectos los universitarios (Remedidixit, op. cit. p. 293) para analizar la validez de las hipótesis bajo la luz de la experiencia. Y de ésta hay mucha, pues la reforma universitaria, como se mencionó al inicio, es un proceso interminable, que debe volverse autocorrectivo en la medida que sus artífices convengan en sintetizar los datos, descartar hipótesis no funcionales, proponer nuevos derroteros. Sin embargo, todavía no se está en ese camino porque todo proceso de reforma tiene sus inercias, su “contrarreforma”. Un ejemplo de esto último es la crítica que se alza contra el procedimiento que se siguió en la Unidad Preparatoria para configurar un diagnóstico colectivo. 

Desde principios teórico normativos se juzga un error guiar la actividad de diagnóstico colectivo de los docentes mediante cuestionarios que les permitan construir una matriz de fortalezas, oportunidades, debilidades, amenazas. ¿Cuáles son esos principios? Que para construir un auténtico diagnóstico es necesario inaugurar un debate democrático e incluyente desde el que se perfile el modelo educativo que se debe adoptar en la Unidad Preparatoria. De otro modo no se tendrá un diagnóstico certero. Solicitan, pues, que se inicie de nuevo el proceso. Son los docentes, se alega, no la administración, los que deben guiar el proceso. ¿Qué docentes? ¿Qué proceso? Se olvida que existe un trabajo extenuante que impide a la generalidad dedicar mucho tiempo a esos asuntos. También se deja de lado que la preparación para conducir y proponer procesos no es patrimonio común. Para finalizar, se obvia la indiferencia de muchos docentes ante las reformas, más ahora, bajo el individualismo hedonista.

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