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martes, 23 abril, 2024
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Saldo de la “paz” en México

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Hoy es Día Internacional de la Paz, uno de esos conceptos que sólo puede entenderse si se comprende su antónimo: la guerra.

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Los mexicanos, se supone, estamos en paz desde hace muchos años, cuando terminó la guerra cristera, que permanece en la memoria colectiva como una herida abierta, cuya frescura ha impedido que se consensue una verdad histórica que permita hablar y escribir de ella como se hace de otros episodios del pasado de nuestro país.

Posterior a ello, está la simbólica participación del Escuadrón 201 con la que México incursionó en la Segunda Guerra Mundial cuando prácticamente concluía.

Luego de ello, las guerras no tuvieron declaración, ni fechas inaugurales claras.

Los años60 y 70 del siglo pasado, caracterizados por la llamada guerra sucia, en la que la persecución política contra lo que oliera a comunista, y contra quien disintiera del autoritarismo priísta, no tuvo miramientos y se lanzó con todo contra los movimientos insurgentes que abundaron en aquella época. Tenemos las mismas historias de jóvenes lanzados desde el aire en helicópteros con pies encementados, de torturas, y desapariciones, que tuvieron los países latinoamericanos gobernados por dictaduras militares.

Posteriormente vino la amnistía y la reforma política, y la actividad de las guerrillas disminuyó, aunque no finalizó.

Después, en enero de 1994 el levantamiento zapatista tuvo como respuesta 12 días de fuego hasta que la presión social obligó a detenerlo para entrar a negociaciones que un par de años después culminaron en los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena.

Pero la guerra no terminó ahí. Desde hace muchos años, cambió de forma, y ahora es eufemísticamente “de baja intensidad”.

Llegó 2006, y de la misma manera que George Bush consiguió el apoyo popular que no le venía de las urnas con la guerra contra el terrorismo, Felipe Calderón intentó legitimarse con el pretexto que Nixon dio al mundo hace más de 40 años: la guerra contra las drogas.

Vivimos desde entonces los efectos de la guerra a pesar de decirnos un país en paz.

Los maestros aprendieron a controlar sus miedos y el de sus alumnos, pues no pocos de ellos se vieron obligados a resguardar a los estudiantes de tiroteos que ocurrían en los alrededores de sus escuelas. Incluso una maestra recibió un premio por ello, por su autocontrol y la capacidad de distraer a los niños cantando “si las gotas de lluvia fueran de chocolate…”.

Familias enteras aprendieron a vivir con sus seres queridos en calidad de fantasmas, sin tenerlos presentes en cuerpo y alma, y sin tener siquiera tumbas en qué llorarle. Más de 25 mil desaparecidos en México. Sí, se cuentan por miles, como los que dejó la dictadura argentina o la chilena.

Para la juventud, el mayor peligro no eran las tentaciones de su edad. Ni el alcohol, las drogas, o la alta velocidad en los vehículos causaron tanta muerte como la violencia.

No sólo son quienes más mueren, también son quienes más matan. El clima violento, la falta de oportunidades de estudio y de trabajo, los salarios precarios, etcétera, generaron cientos de niños sicarios, y de jóvenes a los que la vida les negaba una credencial de elector, pero les facilitaba un arma larga.

Muchísimas veces, nuestros “ejecutómetros” superan el número de muertos de Irak, o Afganistán. Y eso, cuando la cifra no puede contenerse, cuando se escapa del silencio oficial.

El turismo cayó. En Acapulco explotaban con granadas centros comerciales, en Monterrey prendieron fuego en un Casino. En Zacatecas un bar en el Centro Histórico, fue rafagueado apenas a cien metros del Palacio de Gobierno, a unos días del Festival Cultural.

En muchos lugares es imposible trabajar sin pagar el impuesto de guerra que los cárteles han establecido bajo el nombre de “derecho de piso”. Desde los humildes boleadores, hasta los maestros tienen que proporcionar dinero a cambio de que se les permita trabajar.

Todos los días, en algún lugar del país, aparecen cadáveres colgando de los puentes, o hieleras con cuerpos mutilados. Dejaron de sorprendernos las noticias de escuelas y oficinas desalojadas por amenazas de bombas, las advertencias de ataques contra poblaciones civiles en mantas, los robos y secuestros de jovencitas para prestar servicios sexuales, los adolescentes armados, y los niños jugando a ser narcos, a asesinar.

Hoy es Día Mundial de la Paz, y se hablará de Siria, u otros países en los que la guerra es visible.

Tenemos desplazados, una situación en la que pueden revisarnos sin órdenes judiciales, en el que la tortura no sorprende a nadie, y las ejecuciones extrajudiciales son pan de cada día. Esto no es paz. ■

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